Moraiba-Tibisay-Pozo-Retocada-2
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Gracias por los Valores Recibidos:

Isabel Segunda Aparicio Ortega[i] y Dalila Ramona Pozo Aparicio[ii]

Moraiba-Tibisay-Pozo-Retocada-2

Moraiba Tibisay Pozo[iii]

 

 

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Crecí bajo la conducción dulce y ejemplar y la tutela bastante férrea, de mi abuela materna Isabel Segunda Aparicio Ortega y de su hija mayor, mi madre: Dalila Ramona Pozo Aparicio. Ambas, oriundas de la Parroquia Santa Lucía, Maracaibo, Estado Zulia.

De allá se vinieron estas maracuchas a la capital del país, con sus costumbres, tradiciones, esperanzas, sueños y ante todo, con sus valores, asimilados en sus familias ancestrales: Aparicio, Ortega, Pozo, Antúnez y colaterales.

Valores reforzados en la sana convivencia vecinal, en lugares donde les tocó vivir. Inicialmente, en la Caracas de inicios de los años 40 y luego, en los tempranos 50 del siglo XX.

Un suceso imborrable en mi memoria infantil, definió un valor que atesoro y forma parte de mi ser ciudadano, desde entonces. Data de días previos al 23 de enero de 1958: el 21 de enero, día cuando la ciudad vivió, uno de sus más convulsos episodios, del final de la dictadura perezjimenista.

Cerca de las 5 de la tarde, observábamos, desde el balcón del apartamento donde vivíamos en la Avenida Sucre de Catia -lado sur, entre las esquinas de Nacimiento y Callejón La Houd- cómo transitaban a pie y muy apresuradamente, por ambas aceras y a lo ancho de la Avenida, cientos de personas en dirección Centro-Catia, hacia Cutira, Ruperto Lugo, Los Frailes, Alta Vista, Nueva Caracas…

No había transporte público. Fue el día del Paro Cívico contra la Dictadura. Seguramente, muchos de estos transeúntes habían ido a manifestar al Centro de la ciudad, su descontento con el Dictador Marcos Pérez Jiménez, acatando el llamado realizado por la Junta Patriótica y el Frente de Estudiantes Universitarios.

Otros, quizás regresaban de sus labores o diligencias personales. Todos apuraban el paso, afanados en alcanzar sus destinos, antes que les atrapara el “Toque de Queda”, decretado por el autócrata días antes, en su desespero por neutralizar o contener, la rebeldía popular. Rebeldía ante las injusticias sociales, el hambre y la severa represión política, contra líderes y opositores civiles. Rebeldía expresada en desobediencia civil, por gran cantidad de personas, especialmente en las calles de los sectores populares.

De repente, vimos un tropel de personas comenzar a correr, perseguidos por un batallón de “esbirros patas blancas”. Los “esbirros” repartían peinillazos, rolazos, atropellaban y apresaban, a cuantos lograban alcanzar. Los transeúntes huían o se defendían. El delito: “estar en la calle”.

No era la primera vez, que presenciábamos escenas fuertemente represivas, al frente de nuestras ventanas y balcón. Desde este observatorio, durante días previos y en el año 1957, habíamos presenciado el asesinato, represión y detención de transeúntes y vecinos, participantes en protestas callejeras. Quienes presenciábamos la escena, teníamos muy seguramente, esa cercana referencia en mente.

Desde los edificios de esa cuadra, muchos vecinos agazapados, gritaban improperios a los “esbirros” y daban vivas a la Junta Patriótica y al Movimiento Estudiantil.

Esta vez, un nutrido grupo de los “perseguidos” que corría, encontró abiertas las puertas de vidrio, de acceso a la Planta Baja de nuestro edificio y todos cuantos pudieron, penetraron por las escaleras, hasta copar la capacidad del pequeño recinto. Los últimos que lograron entrar a la improvisada “guarimba”, cerraron las puertas, quedando así decenas de personas, confinadas en las escaleras del Edificio “Laquete”.

Algunos muy valientes o arriesgados, esperaron que apaciguara la arremetida esbirra y salieron de nuevo a la Avenida, buscando alcanzar el objetivo, de llegar a sus destinos antes de las 5 pm o seguir enfrentando al régimen y “calentando” la calle. Sin embargo, una buena cantidad de mujeres, adolescentes, jóvenes y otros quizás más viejos, con menos energías o más temerosos, se quedaron allí.

Mi mamá, Dalila Ramona, se desempeñaba como Conserje de ese pequeño edificio, de solo 2 pisos y 4 apartamentos. Con tal labor -la cual desempeñaba en las mañanas- mi mamá complementaba sus exiguos ingresos, como Cajera en un Cine del Centro de la ciudad, en horario vespertino.

En ese edificio, todos los vecinos éramos como familia. Todos nos conocíamos y compartíamos vicisitudes diarias y alegrías esporádicas. En total éramos una familia siria-venezolana: los Kauam, una familia del Estado Sucre, de Carúpano: los Torcatt; la familia del odontólogo Mota Potentini y nosotros: los Pozo-Aparicio, originarios de Maracaibo, Estado Zulia. Todas estas familias compartían también, su oposición a la barbarie, que para la fecha, había desplegado la Dictadura contra la mayoría de la población venezolana.

 

La Zulianidad hecha Solidaridad Ciudadana

Pero ese día descubrí que mis dos “viejas”, eran las más valientes y solidarias en mi familia y en el edificio. Sin vacilar, mi mamá en su rol de Conserje, bajó velozmente a Planta Baja y cerró con llave las puertas de vidrio. Hecho con el cual impidió que nadie más –especialmente los ‘esbirros’- pudiera acceder al edificio.

La siguiente acción de estas dos maracuchas, fue pedirle al vecino sirio-venezolano, Señor Jorge Kauam -quien vivía en el apartamento arriba del nuestro- que permitiera a varios hombres y jóvenes, quienes deseaban trepar a la azotea, acceder a esta desde su apartamento, para desde allí pasar, saltando por techos de edificios cercanos, hacia la zona industrial de Los Flores de Catia.

Recuerdo la escena nítidamente, pues Dalila Ramona e Isabel Segunda, no lo pensaron dos veces. Condujeron escaleras arriba a los proponentes de tal aventura y nosotros, los “retoños de la casa” -yo, la menor de todas- las seguimos en su actuar, presenciando cuánto sucedía y aupando, a los que uno a uno, trepaban a la azotea y de allí emprendían veloz huida, saltando techos de edificios contiguos, para salvar sus “pellejos” de la cárcel, torturas y quizás de la muerte.

La siguiente acción de mis amadas y admiradas “viejas”, esa tarde, fue dar refugio temporal dentro de nuestro apartamento, a quienes temblando de miedo, angustia o incertidumbre, se habían quedado sentados en las escaleras internas del edificio, nada animados para la aventura de trepar y saltar techos de edificios.

Prestarles el sanitario, tranquilizarlos, brindarles agua -pues creo que ni suficiente café, ni tilo teníamos, luego de tantas semanas de casi total paralización del país- y pedirles que rezaran juntos en voz baja, fueron las acciones que, a mi mamá y a mi abuela, les fue sugiriendo el Espíritu Santo y su formación cristiana-católica y humana, en las largas horas que siguieron.

¿Cuantos “refugiados” albergamos en mi casa? No podría precisarlo. Solo se que todo el Salón-Comedor de nuestro apartamento, estaba copado.

Cayó la noche y las dos maracuchas valientes y solidarias, oriundas de “El Empedrado”: mis dos “viejas”, decidieron que los de nuestra familia (mi hermana Yolanda, mi “hermana-prima” Nora, mi primo maracucho “Cesita” Celimene, mi abuela, mi mamá, el perro y yo), ocupáramos sólo 2 de las 3 habitaciones, que usábamos habitualmente y dejaron la habitación más grande, para que pernoctaran, como pudieran, las mujeres refugiadas. Y sacaron colchas y cojines al Salón-Comedor, para que los refugiados varones, pasaran la noche.

Mi abuela y mi mamá se encerraron, cada una en una habitación, con un grupo de “los retoños” y creo que seguramente cada una, también pasó la noche, haciéndole Rosarios a la Virgen de Chiquinquirá.

Esa tarde y esa noche, mis dos viejas, antepusieron el valor de la Solidaridad ciudadana, democrática, antiperezjimenista y antidictatorial -cual era el sentimiento reinante del momento civil del país- a la seguridad personal-familiar y a la comodidad. Confiaron en que quienes se habían quedado atrapados en nuestro edificio, eran seres humanos decentes y honestos: mujeres, adolescentes, jóvenes y hombres de pueblo, quienes se enfrentaban al igual que ellas, desarmados, a una Dictadura despiadada. Confiaban en Dios y la Virgen.

Su actuar heroico de ese momento, forjó en mí y seguramente en nosotros, los niños de la familia y quizás en los del edificio, valores ciudadanos, sin que ellas tuvieran que expresarlo en palabras:  la opresión autocrática, se enfrenta y se combate, de la forma en que puedas y dentro de tus circunstancias.

Ese día la forma de hacerlo fue, siendo solidarias más allá de la seguridad personal; dando apoyo, refugio y cobijo, a quienes sin proponérselo, habían llegado a su puerta y necesitaban amparo.

Mis dos viejas, creo que ni siquiera se percataron, del grave riesgo corrido por ellas y por toda la familia y habitantes del edificio; pero su actuación puso a salvo, a decenas de hombres, mujeres y jóvenes, de un destino totalmente incierto, el 21 de enero de 1958.

Cuando desperté, ya todos nuestros “refugiados” habían partido. Apenas dieron las 5 de la mañana del 22 de enero, dejaron que la precaria “normalidad”, volviera a las familias del Edificio; en especial a la nuestra, que los protegió y albergó, por más de 12 horas. Salieron de prisa a sus destinos particulares, antes que los sucesos en desarrollo, de nuevo “calentaran la calle”.

 

Epilogo:

El día siguiente, literalmente, amanecimos y anochecimos en el balcón mis “heroínas” y sus “retoños”, aupando -al igual que muchos vecinos de la cuadra- a los miles de transeúntes que pasaban, en interminable y frenética romería. Temprano, rumbo a Miraflores y al oscurecer, de regreso a Catia. Mientras, cantábamos incansables el “Gloria al Bravo Pueblo”, con todas sus estrofas y frases, incluida esa que enfatiza que…“la fuerza es la unión”.

 

El Hatillo, 22 de junio de 2020

 

Homenaje en el año 124 del Nacimiento de Isabel Segunda Aparicio Ortega (1896-1998) y 102 del Nacimiento de Dalila Ramona Pozo Aparicio (1918-2012).

[i] .-Isabel Segunda Aparicio Ortega

Isabel-Segunda-Aparicio-Ortega

Se desempeñó como Costurera, Cocinera, Repostera, Ama de Casa, Cabeza de Familia.

Nació en Venezuela, Estado Zulia, Maracaibo, Parroquia Santa Lucía, Sector El Empedrado, el 25 de junio de 1896.

Fueron sus padres: Leonidas Aparicio (1870?- 1927?), Empleado de Tranvías (Colector) y Adelina Ortega de Aparicio (1873-1968), de Oficios del hogar.

Fue la número 4 de 10 hermanos, del matrimonio Aparicio Ortega; a saber:

1.- Leonidas Aparicio Ortega

2.-Carlos Aparicio Ortega

3.-Carolina Aparicio Ortega

4.- Isabel Segunda Aparicio Ortega

5.-María Chiquinquirá Aparicio Ortega

6.-René Aparicio Ortega

7.-Jesús (Chucho) Aparicio Ortega

8.-Asunción Aparicio Ortega

9.-Ernesto Aparicio Ortega (Beisbolista Profesional)

10.-Luis Aparicio Ortega (Beisbolista Profesional: Luis El Grande de Maracaibo)

Sus 2 hermanos menores: Ernesto y Luis -con quienes estuvo muy estrechamente relacionada- al igual que su sobrino Luis Ernesto Aparicio Montiel, destacaron nacionalmente por su desempeño en el Béisbol Profesional de Venezuela y en el caso del sobrino, en las Grandes Ligas de EEUU. Ambos hermanos vivieron, junto con sus familias, por algunos períodos, en las casas de su hermana Isabel Segunda, en Caracas.

Isabel Segunda estudió hasta sexto grado de Escuela Primaria, en Maracaibo.

Isabel Segunda se unió en Maracaibo, a los 21 años, a Ramiro Pozo Antúnez. De esa unión nacieron:

1.-Dalila Ramona Pozo Aparicio

  1. Belisario Pozo Aparicio

3.-Ramiro Pozo Aparicio y

4.-Adela Teotiste Aparicio.

Sus hijos varones, Belisario y Ramiro, murieron a muy corta edad.

Sobrevivieron Dalila Ramona (93 años-9 meses) y Adela Teotiste (93 años).

Ramiro Pozo Antúnez se separó de ella en 1925. Se hizo Costurera de Sastrería y Trabajó aproximadamente 14 años, en el hogar de un matrimonio holandés de la Industria Petrolera (Sr. Glerum, Sra. Helena de Glerum y su hija Richie), hasta 1938 o 1939. Regresó a la Costura de Sastrería, pero luego migró -por primera vez- en 1941-42 (¿?), desde Maracaibo a Caracas, con sus 2 hijas. Regresaron a Maracaibo, aproximadamente en 1945. Allí trabajó algunos años en Sastrería. Se mudaron a Punto Fijo. Allí tuvo un Restaurant por algún tiempo, hasta avanzado el año 1949. En 1950, se establece nuevamente con Dalila Ramona y sus 2 nietas, en la casa de Adela Teotiste, quien esta vez, se les había adelantado a establecerse en la Capital. Desde entonces sólo volvió a su amado Estado Zulia, por períodos nunca mayores a varios meses, para visitar a su madre, hermanos, sobrinos.

En este período, vivieron en Caracas, Parroquia Catedral, de Túnel a Santa Inés, en la Quinta llamada “Villa Nina”, que al parecer, fue construida para personas cercanas al Presidente Joaquín Crespo y luego convertida en Casa de 4 apartamentos. En estos lugares, fue donde vivieron a su lado -por algunos lapsos de tiempo- sus hermanos menores Ernesto Aparicio Ortega y familia; así com también Luis Aparicio Ortega, su esposa Herminia Montiel de Aparicio y sus hijos mayores: Luis Ernesto (el Grande Liga), Adelina (La Nena) Aparicio y Carlos Luis, quien vivió un mayor período pues estudió en Catia La Mar para Suboficial naval. Él se casó en Caracas y fueron mi abuela y Dalila Ramona, sus Madrinas, quienes lo representaron familiarmente en ese compromiso.

Por desalojo de «Villa Nina» debieron mudarse apresuradamente en 1956 y vivieron 6 meses en la Calle Plana de Los Magallanes de Catia. Luego se mudaron al Edificio «Laquete» en la Avenida Sucre de Catia, donde vivieron por 16 años, hasta 1972. A este periodo, corresponde esta Crónica.

Durante su vida, Isabel Segunda, dio albergue y crió prácticamente a mucho mas de una docena de sobrinos directos, sobrinos nietos e hijos de amigas cercanas, aparte de a sus nietos y bisnietos directos.

En Caracas, al lado de sus labores de hogar, realizo trabajos como Costurera, Repostera, lavaba y planchaba por encargo.

Por aproximadamente 8 años vivió, junto a Dalila Ramona y Adela Teotiste, en la casa de Adela Aparicio de Araujo en Maracay, Estado Aragua (1989-1997).

Isabel Segunda murió en Caracas rodeada del amor de sus 2 hijas, 5 nietos, 8 bisnietos y una tataranieta, el 30 de enero de 1998. A los 101 años, 7 meses y 5 días de edad.

 

[ii] .-Dalila Ramona Pozo Aparicio

Dalila-Ramona-Pozo-Aparicio

Se desempeñó como Cajera de Cines. Cabeza de Familia.

Nació en Venezuela, Estado Zulia, Maracaibo, Parroquia Santa Lucía, Calle Las 2 Rosas, el 27 de abril de 1918.

Fueron sus padres: Ramiro Pozo Antúnez (189?-1965) Sastre; e Isabel Segunda Aparicio Ortega (1896- 1998), de Oficios del hogar. Fue la primera hija, de esta unión de Isabel Segunda Aparicio y Ramiro.

Tuvo 3 hermanos de padre y madre: 2 varones, quienes murieron a muy corta edad: Belisario y Ramiro Pozo Aparicio y una hermana: Adela Teotiste Pozo Aparicio (1925-2018), quien murió de 93 años, en octubre de 2018.

Tuvo otros 3 hermanos, de la segunda unión de su Padre Ramiro con Isabel González, a saber: Ramiro Pozo González, Aída Pozo González y Belisario Pozo González. De ellos 3  sobrevive únicamente, Aída Pozo González (1926), de 93 años, también migró a Caracas junto a su familia, a mediados de los 60s y aun vive.

Tuvo otra hermana, hija de Ramiro con una tercera pareja, llamada Basilisa Pozo quien nacio y vivio en Maracaibo.

Dalila Ramona estudió, hasta Tercer grado de Escuela Primaria, en Maracaibo.

A los 23 años, migró junto a su madre y hermana, Adela Teotiste y una tía, Asunción Aparicio Ortega y su familia Aparicio Celimene, a Caracas.

Vivieron por 2 años en Caracas, aproximadamente.

Regresa junto a Isabel Segunda y su primera hija Yolanda Isabel, a Maracaibo en 1945, donde vivieron las 3 por algunos años  en la casa de Isabel Segunda. Migraron de nuevo a Punto Fijo, Estado Falcón y luego a Caracas, en 1949. Desde entonces no regresó a vivir nunca más a Maracaibo, ni siquiera por cortos periodos.

Tuvo 2 hijas de uniones no matrimoniales: Yolanda Isabel Pozo y Moraiba Tibisay Pozo. Crió desde los 12 años, a su sobrina Nora Elcis Aparicio, como otra hija.

Trabajó hasta 1977, como Cajera en diversos Cines de la Capital.

Tuvo 4 nietos y conoció (vitualmente) 2 bisnietas.

Murió en Caracas, después de varias enfermedades, sobrevenidas a posteriori de la muerte de su madre Isabel Segunda; junto a su hija Moraiba Tibisay y su segundo nieto Leonardo Ernesto Pinto Pozo.

Sobreviven sus 3 hijas y los descendientes de estas, excepto su nieto mayor.

 

[iii] .-Moraiba Tibisay Pozo

Profesora Titular del Instituto Pedagógico de Caracas (IPC) en Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), Venezuela. Master en Artes Columbia University-Teacher´s College, New York, USA. Master en Educación Columbia University-Teacher´s College, New York, USA. Estudios de Doctorado en Ciencias Sociales UCV, Venezuela. Egresada Postgrado de Teología ITER-UCAB, Venezuela.

-Para contactarnos: moraibapozo@yahoo.com 

Twitter: @pozo_moraiba  y @ciscuve

Facebook: Moraiba Pozo

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