Enrique Alí González Ordosgoitti [i]
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De acuerdo con lo que creo entender acerca del objetivo que persigue la Cátedra de Metafísica IV, con la elaboración de breves informes sobre textos complejos, como el que nos ocupa, el mismo no es otro que tratar de privilegiar uno de los problemas planteados por el autor, analizar la solución que él le da y sobre todo, nuestras modestas reflexiones sobre el mismo, de manera tal que nuestras dudas puedan orientarnos para la discusión en clases, que es el verdadero espacio para poder comprender tan compleja problemática.
Alfaro[iii] comienza por señalar la existencia de dos problemas diferentes,
-uno el de demostrar racionalmente la existencia de Dios
-y el otro, el de demostrar filosóficamente la existencia del problema de Dios:
“(…) esta cuestión de la posibilidad de probar racionalmente la existencia de Dios no coincide formalmente con lo que he llamado problema de Dios. El problema surge más bien cuando se pone en claro el supuesto de toda “demostración”, lo mismo que de toda “negación”, o incluso de todo “sentimiento” de la existencia de Dios”.
Para comenzar a argumentar acerca del problema de Dios, el autor utilizará la analogía entre este problema y el problema del mundo exterior, para luego relacionar a ambos con la definición del sujeto humano.
Niega que el mundo exterior sea un añadido a la existencia del sujeto humano, que pueda hablarse de un sujeto humano que existe y unas cosas que también existen fuera de ese sujeto y que luego en el devenir histórico se relacionan y son conocidas, tal como es sostenida por el idealismo y por el realismo crítico:
“El idealismo y el realismo crítico tienen además otro supuesto: la existencia de un mundo “exterior” es algo “añadido” a la existencia del sujeto: “además” del sujeto existen las cosas. El sujeto es lo que es, en y para sí, y luego –tal es la opinión del realismo crítico- necesita echar mano de un mundo exterior para poder explicarse sus propias vicisitudes interiores”.
Para rebatir esa posición nuestro autor planteará, que en la estructura óntica del ser humano se encuentra la naturaleza relacional, el con, el ser humano no puede ser entendido sino es con las cosas:
“Entonces, no es que el sujeto exista y “además”, haya cosas, sino que ser sujeto “consiste” en estar abierto a las cosas. La exterioridad del mundo no es un simple factum, sino la estructura ontológica formal del ser humano. En su virtud, podría haber cosas sin hombres, pero no hombres sin cosas, y ello, no por una especie de necesidad fundada en el principio de causalidad, ni tan siquiera por una especie de contradicción lógica, implicada en el concepto mismo del hombre, sino por algo más: porque sería una especie de contra-ser o contra-existencia humana. La existencia de un mundo exterior no es algo que le adviene al hombre desde fuera: al revés: le viene desde sí mismo”.
Y así como la filosofía ha planteado mal el problema del hombre y las cosas, igual lo ha hecho con el problema del hombre y Dios, en ambos casos ha pensado que el hombre es algo separado de las cosas y que el hombre es algo separado de Dios.
Alfaro en este apartado demostrará que el hombre no está separado de las cosas, sino que le son consustánciales, ónticamente hablando. Lo mismo intentará demostrar acerca de la relación hombre-Dios, asunto que veremos en el próximo aparte.
El hombre consiste en estar viniendo de Dios
En este aparte, el autor entra de lleno en la relación Dios-hombre, para poder sostener la vigencia del problema de Dios para la filosofía. Señala lo intrínseco que le es a la naturaleza humana la presencia y convivencia con Dios, como dato objetivo de la realidad óntica del primero:
“Dios está patente en el ser mismo del hombre. El hombre no necesita llegar a Dios. El hombre consiste en estar viniendo de Dios, y, por tanto, siendo en Él”.
El hombre viene y está en Dios, pero Dios no es una parte del hombre, no está en él como parte sino como fundamentante, en la relación constitutiva del con, así como el hombre con las cosas, así el hombre con Dios, no existe relación del hombre con Dios, sino religación:
“Dios no es algo que está en el hombre como una parte de él, ni es una cosa que le está añadida desde fuera, ni es un estado de conciencia, ni es un objeto. Lo que de Dios haya en el hombre es tan sólo religación en que somos abiertos a Él, y en esta religación se nos patentiza Dios”.
El problema filosófico de Dios está enlazado con la misma posibilidad de existencia del conocimiento, pues el problema de Dios no alude a una temática específica que pueda ser tratada por distintas disciplinas del saber, como un tema sólo aparecido en algún momento de la historia, no, el problema de Dios está en el origen del conocimiento, pues así como el hombre necesariamente conoce cosas que aparentemente le son externas, pero intrínsecamente le son consustánciales, así mismo le ocurre al intentar conocer a Dios como algo externo cuando es su valor fundamentante:
“Pues bien: el entendimiento se encuentra no sólo con que “hay” cosas, sino también con eso otro que “hay”, lo que religa y fundamenta a la existencia: Dios. Pero es un “hay” en que su contenido es problema. Por la religación es, pues, posible y necesario a un tiempo, plantearse el problema intelectual de Dios. Nuestro análisis no sólo no ha eliminado la intelección de Dios, no sólo no la ha hecho superflua, sino que conduce inexorablemente a ella, con todo su radical problematismo: nos lleva sin remisión, a tener que plantearnos el problema de Dios.”
Pero en esta similitud de religación del hombre con las cosas y del hombre con Dios, habrá que distinguir la radical diferencia, entre el ser consustancial por el con y el ser Dios la realidad fundamentante de la nuestra. En el primer caso nos relacionamos con lo que es, con lo que hay, mientras en el segundo nos relacionamos con lo que hace que haya:
“Porque el “es” se lee siempre en lo que “hay”. Y con todas sus peculiaridades, la existencia humana es de “lo que hay”. Dios, en cambio, no es, para una mente finita, “lo que hay”, sino lo que “hace que haya algo”.”
Y aunque esa diferencia entre el hombre y las cosas y el hombre Dios, ha podido ser resuelta satisfactoriamente por los distintos saberes científicos y filosóficos en el primer caso.
No lo ha sido para el segundo caso, ni para la filosofía ni para la teología, las cuales sin embargo; están obligadas a plantearse el problema intelectual de Dios.
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[i] .-Enrique Alí González Ordosgoitti.
Doctor en Ciencias Sociales, Sociólogo, Folklorólogo, Filósofo, Teólogo, Locutor, Profesor Titular de la UCV, de la Facultad de Teología de la UCAB (2000-2016) y del Instituto de Teología para Religiosos-ITER (1991-2016).
-Co-Creador y Coordinador General -desde 1991- de la ONG Centro de Investigaciones Socioculturales de Venezuela-CISCUVE.
-Co-Creador y Coordinador -desde 1998- del Sistema de Líneas de Investigación Universitaria (SiLIU) sobre Sociología, Cultura, Historia, Etnia, Religión y Territorio en América Latina La Grande.
-Co-Creador y Coordinador -desde 2011- de la Página Web de CISCUVE: www.ciscuve.org
-Para contactarnos: ciscuve@gmail.com; @ciscuve; ciscuve-Facebook; @enagor; enagor2@gmail.com; Skype: enrique.gonzalez35
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[ii] .-Itinerario de este Artículo
1.-Trabajo presentado en la Asignatura “Metafísica IV”, dictada por el Profesor Hugo Sánchez, en el Baccaleurato Filosófico de la Universidad Pontificia de Roma (UPS), cursado en el Instituto de Teología para Religiosos (ITER), Sección de Filosofía, Escuela de Teología, Facultad de Teología, Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Cuarto Semestre, abril-julio de 2003.
2.-Publicado en www.ciscuve.org, el 29 de junio de 2016: https://ciscuve.org/?p=14957
[iii] .-J. Alfaro (1997).-De la cuestión del hombre a la cuestión de Dios. Salamanca. Ediciones Sígueme.