Honegger Molina[1]
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Honneger-Molina-Yekuana-Indigenismo-y-Cristianismo
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Bibliografía relacionada:
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-Álvaro García-Castro.-Mendicidad Indígena: Los Waraos Urbanos, https://ciscuve.org/?p=18402
-Enrique Alí González Ordosgoitti.-Pensamiento Latinoamericano. José Carlos Mariátegui: Indígena y Regionalismo-Centralismo, UCV, FAHE, EF, 1995-1. https://ciscuve.org/?p=1774
-Enrique Alí González Ordosgoitti.-Religiones y Religiosidades Indígenas Andinas, UCAB, ITER, Maestría en Teología Pastoral, 2011, https://ciscuve.org/?p=456
-Enrique Alí González Ordosgoitti.-¿Qué es la Etnia Criolla Latinoamericana? Un Ensayo de Respuesta en 20 Notas, https://ciscuve.org/?p=4088
-Enrique Alí González Ordosgoitti.-¿Cuánto queda de A. Latina a la luz de las nuevas Etnicidades? Apuntes Étnicos para una Filosofía de la Historia, https://ciscuve.org/?p=344
-Enrique Alí González Ordosgoitti.-El sectarismo historiográfico en Venezuela: el Hiato Indígena, https://ciscuve.org/?p=15824
Álbumes de Fotos Etnográficas:
030.-Indígenas Guaymí, Panamá, 37 fotos, 1979, https://ciscuve.org/?p=10958
031.-Indígenas Mískitos, Honduras, 37 fotos, 1979, https://ciscuve.org/?p=11002
032.-Indígenas Piaroas, Amazonas, Venezuela, 37 fotos, 1979, https://ciscuve.org/?p=11052
033.-Indígenas Yanomami, Estado Amazonas, Venezuela, 92 fotos, 1966, https://ciscuve.org/?p=11093
034.-Indígenas Waraos, Tucupita, Estado Delta Amacuro, Venezuela, 50 fotos, 1987, https://ciscuve.org/?p=11197
096.-Virgen de Coromoto y su Escolta de Indios, Ocumare del Tuy, Miranda, 25 fotos, 1986, Instituto Pedagógico de Caracas (IPC), Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), Asignatura “Proceso de la Cultura en Venezuela”, Profesor: Enrique Alí González Ordosgoitti, https://ciscuve.org/?p=14412
097.-Virgen de Coromoto, San Antonio de Los Altos, Estado Miranda, 07 fotos, María Inés Páez, 2014, https://ciscuve.org/?p=14443
098.-Virgen de Coromoto y su Escolta de Indios, Turgua, Estado Miranda, 74 fotos, 08 de Diciembre de 2014. Fotos de Moraiba Tibisay Pozo y Enrique Alí González Ordosgoitti, https://ciscuve.org/?p=14456
099.-Virgen de Coromoto y su Escolta de Indios en las Fiestas Patronales en Honor de San Diego de Alcalá, Ocumare del Tuy, Estado Miranda, 1988. 95 fotos, Instituto Pedagógico de Caracas (IPC), Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), Asignatura “Proceso de la Cultura en Venezuela”, Profesor: Enrique Alí González Ordosgoitti, https://ciscuve.org/?p=14540
124.-Indígenas Waraos de Barrancas del Orinoco, Caño Araguaimujo, Caño Cocuina, Caño Pedernales, Guacajara, Jubasujuru, Estado Delta Amacuro, 1999-2001. Según la mirada de Álvaro García-Castro, https://ciscuve.org/?p=18461
125.-Indígenas Negros: Los Seminolas, La Florida, EEUU, 2015. 13 Fotos tomadas por Enrique Alí González Ordosgoitti, en el Museo de Los Seminolas, https://ciscuve.org/?p=18507
151.-Artesanía, Escuela de Cerámica Campesina e Indígena de Sabaneta, Estado Aragua, 1986, Universidad Pedagógica Libertador (UPEL), Instituto Pedagógico de Caracas (IPC), Módulo 404, Departamento de Ciencias Naturales, Asignatura: Proceso de la Cultura, Profesor Coordinador del Trabajo de Campo: Enrique Alí González Ordosgoitti, Semestre 1986-II, 33 fotos, https://ciscuve.org/?p=32576
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Resumen
Artículo que ofrece la teorización de una experiencia religiosa donde el autor pone por escrito lo que descubre junto al indígena Watakadi, de la familia Ye´kuana, en su intento por hacerse religioso jesuita (desde el Noviciado Jesuita de Barquisimeto), introyectando las marcas de Jesús de Nazaret, con lo específico de la espiritualidad ignaciana, pero sin abandonar los principios de su religación ancestral. Es una mirada sobre la cosmogonía y la mitología del primer Ye´kuana que se esfuerza por integrar y reinterpretar lo que trae de su raza a los 40 años de cabalgadura selvática por la Amazonía internándose en un convento estructurado para formar religiosos con las coordenadas occidentales de la iglesia renacentista. Aquí se revelan las proximidades entre la vida de los místicos cristianos y la contemplación de los sabios ye´kuanas y, por otra parte, se muestran las distancias entre los principios doctrinales del cristianismo católico y los relatos mitológicos del Watunna Yekuana.
Palabras clave: Mito, Mitología, Ye´kuana, Makiritare, Indígena, Cosmogonía, Dios, Wanadi.
Abstract[3]
Introducción
Los Ye´kuana de hoy son los mismos Makiritare;[4] pueblo de la selva del Alto Orinoco al que la conquista le llegó tarde. Este trabajo intenta estudiar el relato de Watakadi, indígena exjesuita, que penetró el misterio de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, con la savia del Amazonas, y que ahora posibilita una primera reinterpretación del mundo mítico de sus ancestros y las analogías y discordancias con el cristianismo.
El arribo de españoles al Alto Orinoco puede fijarse con exactitud en el año 1756, fecha en que la Comisión de Límites de Don José Solano, se interna aguas arriba de los raudales de Atures y Maipures y fundan dos campamentos: San José de Maipures y San Fernando de Atabapo.[5] Más tarde, Francisco Fernández Bobadilla, realiza en 1759 la primera penetración a territorio Makiritare navegando los ríos Cunucunuma y Padamo, como parte de la expedición por descubrir las fuentes del río Orinoco y la legendaria Laguna Parimé, a la orilla de la cual se pensaba que estaba el dorado. En 1765 los españoles deciden extender sus misiones al Alto Orinoco y envían a cuatro de los capuchinos andaluces de las Misiones de los Llanos. Su recorrido comprende: Caura, Erebato, Sierra Maigualida, Manapiare, Ventuari, Cunucunuma y Esmeralda. Época en que les hablan de la crucifixión, pero ellos la interpretan de la manera siguiente: estos religiosos (aliados de los soldados españoles-Fañuru) habían tratado de matar a Wanadi, su dios, en Caracas. Lo crucifican y ahora se vanaglorian de su muerte. Rechazan esta versión de los enemigos, pues no podía ser cierta la muerte de Wanadi. El poder y la inmortalidad de Wanadi es el símbolo de la resistencia de los Ye’kuana. Los españoles mentían cuando decían que Wanadi había muerto en un madero. Pare ellos solo querían justificar la invasión, alegando que el Dios de los Ye’kuana-Makiritare no era verdadero, sino un engaño, una especie de demonio, y por eso pretendían convencerlos de que había muerto. Aquí se observa el escaso resultado y para nada amistoso encuentro con el catolicismo.
Actualmente los ye’kuanas siguen hablando con orgullo de su rechazo a todo lo que proviene -impositivamente- desde afuera, y se resisten con mayor aliento cuando consideran que se trata de un enemigo que pretende esclavizarlos.
Mirada trascendental al mundo occidental
Saliendo de Barquisimeto en el Estado Lara por la carretera vieja hacia Carora se encuentra Pavia. Es un barrio con una población de unos 18 mil habitantes. Lo rodea un ambiente geográfico semidesértico. Los habitantes se mueven por sus calles bañados en polvo, por el verano, y en invierno, los arropa el barro. Allí la gente experimenta diversas penalidades, principalmente la escasez de agua. Contexto donde trabajé dos años con el indígena Ye’kuana Watakadi.[6] Fue el primer indígena jesuita venezolano, aunque el año 2008 se retiró de la Compañía de Jesús. Eran los tiempos de nuestra formación religiosa en el Noviciado. Vivimos como pobres y con los pobres del lugar.
Un sábado, estando de visita a las casas, ya cerca del medio día, nos separamos para ir a pedir almuerzo. Y acordamos reencontrarnos a las cuatro de la tarde en el Colegio de Fe y Alegría para reunirnos con los jóvenes. Cada uno tomó su propio camino, en direcciones opuestas, con la esperanza de encontrar algo de comer en medio de tanta pobreza. La gente nunca fallaba. Pero ese día a Watakadi no le acompañó la suerte. No encontró gente en las casas que solían brindarle su almuerzo. Entonces regresó al sitio donde nos despedimos y desde allí, con toda precisión, se fue a buscarme. Cuando lo vi llegar me sorprendió porque no era ese el acuerdo. Tampoco sabía dónde encontrarme. Al preguntarle cómo se había enterado, respondió: “muy fácil, por las huella de tus zapatos”. Y agregó: “lo que pasa es que tú no sabes mirar”.
Entre sus múltiples cualidades, Watakadi, se distinguía por su capacidad de admiración, su apertura a lo novedoso y su actitud de contemplación de todas las cosas que le circundaban. Desde su oración por la mañana entraba en una especie de sumersión en el follaje del árbol que le cobijaba, bajo el cielo abierto, hasta extasiarse contemplando los pasos que deban las hormigas sobre las piedras del jardín. Para quienes viven en la ciudad, una montaña no es más que una formación elevada y natural. Para un indígena puede llegar a ser el lugar de la vida, con sus misterios, sus fuerzas y sus bellezas. Su misma sencillez los hace portadores de una exquisita sabiduría que les permite captar la huella de los zapatos y memorizarlas hasta tal punto que, entre centenares de marcas, logre señalar la conocida.
La imposibilidad del diálogo intercultural desde la estructura del pensamiento occidental pasa por lo que es más básico, la incapacidad de sorprenderse por lo que es, lo que comprende y lo que hace el otro. Desarrollar esta actitud, profundamente humana, es muy importante para que se vaya caminando hacia esa sociedad de iguales, multicultural y de misterios que se encuentran en el Misterio Absoluto. Los medios tecnológicos modernos causan sorpresa y admiración, pero también las habilidades humanas que descuellan en ambientes que no son de tecnología avanzada, pueden concitar admiración, producir conocimientos e inspirar respeto. Nos urge contribuir, desde la academia, al encuentro de los pueblos y al descubrimiento de unas coordenadas integradoras para universalizar la humanización del mundo actual.
Un ejemplo sencillo y que puede sonar “herético”: una ceremonia en cualquiera de los templos del mundo presidida por un líder religioso suele llamársele “Solemne Ceremonia Litúrgica”. Sus cantos en lenguas clásicas con unas acaudaladas voces y mucho incienso, la hace acreedora de elogios hasta en los medios de comunicación. Se habla de la prodigiosa intercesión del Dios todopoderoso. Mientras que el ceremonial indígena para la “Inauguración de una Churuata” con sus cantos y bailes siempre será vista como algo supersticioso e irracional.[7] Festividad que puede durar hasta cinco días. Los días previos almacenan suficientes alimentos para el ritual. Comienzan con el toque del bambú y del tambor. Luego viene la ceremonia con los cantos. Un anciano canta y los jóvenes bailan y al mismo tiempo a coro responden el canto. Después viene el gran baile. El mismo se hace primeramente alrededor de la churuata. Posteriormente pasan al interior de la misma; siempre guiados por los maestros del ceremonial. Finalmente, suelen dar inicio a la bebida del Yarake. Toman en abundancia y sin parar. Asimismo acuden a sus destrezas para no emborracharse; escupen buena parte del licor en la tierra seca.
Legado ancestral de Watakadi
Wadatajiyu, el sabio de la familia. El nombre indígena de su papá es Wadatajiyu, y su nombre criollo es José Antonio.[8] Es uno de los sabios del pueblo Ye’kuana. Conocido por sus cualidades intelectuales y de liderazgo entres sus paisanos. Destaca por su habilidad para la artesanía, la caza, la pesca, la fabricación de curiaras y de chozas. Es un curandero gracias a la información recibida de sus ancestros. Todo aquel que es mordido por una culebra acude a sus oficios. Los niños que son poseídos por un mal espíritu se los llevan a él para su purificación. Salva al que ha de vivir, y quien se muere es porque su presencia ha sido requerida por Wanadi; ante el designio divino ya no queda nada humano por hacer.
Sara Hernández y su consagración al trabajo.[9] Es la encargada de la administración de los alimentos y quien vela para que no falte la carne de la cacería. Es la tarea que le ocupa más tiempo. También se dedica a convocar a la familia en los días de ir a trabajar al conuco. Cosechan yuca dulce y amarga, cambur, plátano, piña, caña, ocumo, batata, ají picante, ñame y maíz. Cuando Watakadi tenía que hacer alusión a su mamá, lo oprimía una profunda tristeza, se cortaba y poco expresaba sobre ella. Por algunas de sus expresiones se infería que la quería muchísimo, y sufría por la dureza del trabajo agrícola con su frágil estado de salud. En dos oportunidades se le bañaron los ojos de lágrimas cuando recordaba a su madre.
Nacido a orillas del río. El día 22 de julio del año 1969[10], Sara Hernández en compañía de su mamá, y su hijo Yoel, se encontraban pescando. Faena que los hizo retirarse varias leguas[11] de su comunidad. Atravesaron una montaña para llegar hasta un caño, brazo del río Ventuari. En aquel paraje amazónico Sara comenzó a sentir los dolores de parto. Sufrió durante toda la noche, y el día 23 de julio, al amanecer, nació Sedujiyanadi, que significa “buen amanecer”. Esta es la razón de su nombre de nacimiento. Su primer nombre no es público.[12] Sara dio a luz sobre una piedra que a su vez estaba cubierta con hoja de platanillo; cambur silvestre. Lo salvó la sabiduría de su abuela, una veterana partera. En Yekuana se dice: wennui; madre sabia que curaba a los niños y atendía a las mujeres cuando iban a dar a luz. Después del nacimiento se quedaron dos días acampándose en las rocas del río. Comían pescado y palmito, aderezados con líquidos extraídos de los bejucos. El día 25 emprendieron su regreso para la comunidad, trayecto que les llevó dos días. Este nacimiento, abrigado por la abuela, hizo que ella le tomara un cariño especial. Lo llevó a su churuata y lo formó hasta su adolescencia. Cuando ella murió, no logró precisar la fecha, debió regresar con sus padres.[13]
Cosmogonía y escatología Ye’kuana
El Ye’kuana tiene algo importante que enseñarnos sobre la fenomenología religiosa en general y los procesos arcaicos fundamentales de la mente humana. El nahualismo es una noción mágico-religiosa bien conocida en mesoamerindia.[14] Por ejemplo, la conciencia de la reencarnación, no existe en otra tribu amerindia, por lo que merecen particular atención. Para Civrieux (1970), en la tradición Ye’kuana-makiritare, existe en la raíz del universo un poder personal supremo inaccesible, inactivo de por sí, que no se manifiesta directamente en la creación porque la trasciende. Poder que se conoce como “el otro Wanadi”. Se manifiesta en los dos aspectos celeste y terrestre de la creación por medio de sus damodede, proyecciones. Ellos descienden a la tierra y actúan como personajes en el mundo visible; son los creadores del hombre. Esos damodede, una vez concluido su tiempo (ciclo de la creación) en la tierra, se retiran para vivir eternamente en Kahuña, el mundo visible en donde no existe la muerte.
En el Watunna (libro sagrado Ye´kuana) parecen confluir varias tradiciones: la dema, la chamánica, la emanatista, la del hurto primordial y la de la preexistencia de los arquetipos de todas las cosas.[15] Para ellos, Wanadi, es el ser supremo. En el mito cosmogónico de Wanadi aparece un tema que es motivo fundamental de angustia para el hombre arcaico: el carácter traicionero y destructible de todas las cosas creadas y el presentimiento del fin del mundo. Los tres Wanadi históricos: Seruhe wanadi, Nadei’umadi, Attawanadi, representan los avatares sucesivos y las manifestaciones de una divinidad inasequible. Los Wanadi encarnados vivieron en la tierra para actuar y crear a los hombres. Luchan contra fuerzas enemigas que se oponen a sus designios. La actuación de los tres Wanadi corresponde a tres ciclos, a tres mundos, los dos primeros de los cuales han terminado en catástrofes. El fin violento de cada ciclo fue seguido por una nueva creación. Cada ciclo tuvo su instructor celeste, su propio Wanadi. Es claramente un Dios monoteísta que, trascendiendo todo lo que existe, aun los mismos “cielos”, es creador y vigilante, aunque apenas presenta el rasgo sancionador.[16]
El mito de la creación. En el comienzo, antes de la emanación del primer damodede, no existía sino un cielo “bueno” el Kahuña de Wanadi. La tierra no se había diferenciado del cielo y en ella vivían los primeros seres humanos, los Kahuhana. No se conocía la noche y la gente estaba siempre alegre, pues la puerta del cielo no se cerraba y Wanadi era como un sol sin ocaso para todos los buenos. No se trabajaba, pues los alimentos siempre estaban a la mano.
Conciben la formación del mundo en tres etapas,[17] cada una regida por un damodede, emanado de Wanadi, en calidad de un Wanadi secundario o “demiurgo” más bien torpe. La tierra estaba vacía. Solo había tierra y nada más, y Wanadi dijo: “¡Quiero hacer gente allá abajo!”, y envió a su primer damodede, “hecho” para edificar “casas y gente buena”. Era el espíritu de Wanadi, “hecho por el otro Wanadi que vive en Kahuña” para ser el primer Wanadi de la tierra, el cual “fumando y cantando, hizo la gente antigua, mucho antes que ahora”. Se llamó Seruhe. El mito, Wanadi-Seruhe Ianadi.[18] Había Kahuña (el Cielo). Los Kahuhana vivían allí, como ahora. Son hombres buenos y sabios. No se morían. No había enfermedad, maldad ni guerra. El mundo entero era el cielo. Nadie trabajaba ni buscaba comida; la comida estaba siempre lista. Concluye el texto: “Así nos lo contaron nuestros antepasados. Eso es todo”.[19]
El mitologema del hermano estúpido es muy frecuente, y por su estupidez, da lugar a los males. Cada damodede es como si fuera un gemelo de Wanadi, pues es su desdoblamiento, lo mismo que Agra Mainyu lo es de Spenta Mainyu. El primer damodede falló por su estupidez. El segundo mató a su madre y el tercero dejó, en otro descuido, que Odo’sha sedujese a una pareja primordial de jóvenes. Ninguno es capaz de vencer Odo’sha.
Mientras Attawanadi fue en busca de la yuca y de los demás alimentos, Odo’sha enseña a fornicar a unos jóvenes; episodio frecuente en otras etnias de la Gran Sabana, que es castigada a no poder recibir los alimentos que Atawanadi le trae del cielo. Este decide entonces hacer “una tierra buena para otra nueva humanidad.[20] Es la tierra que conocen los makiritare y Atawanadi la reconoce formando a todos los pueblos conocidos por éstos conforme va visitando sus distintas zonas.
Seruhe Ianadi se había vuelto al cielo “impedido de hacer nada en la tierra”, pero Wanadi había pensado: “Ahora quiero que viva allá buena gente” y envió al segundo damodede, el cual pensó a su vez: Ahora la gente va a morir porque Odo’sha está aquí. Pero la muerte es un engaño de Odo’sha, los hombres volverán a reproducirse y por mi poder vivirán. Por lo tanto, Nadei’umadi quiso dar una señal de poder y soñó que nacía una mujer que era su madre a la que llamo Kumariawa. Y ahora Wanadi pensó: “Vas a morir” y mato a la madre. Se trata de un mito de resurrección porque la salvación de Kumariawa del poder maléfico de Odo’sha es causa de la primera catástrofe cósmica, que genera la noche perpetua. Ella acaba siendo resucitada en el mítico lago celestial Akú´ena, donde Nadei había arrojado sus huesos, y emerge como “nueva criatura” para seguir viviendo en el cielo. El destino de esta Madre primordial marginada es sumamente interesante y enigmático por lo que tiene de apoteosis espiritualista (con un cierto matiz “mariano”), pero el mitologema chamánico que también aparece en Zósimo: hermetismo de la Baja Antigüedad del despedazamiento y la palingenesia, a partir de unos restos calcinados, de un nuevo ser de naturaleza superior.
Parece ser característico de la mitología makiritare la oposición entre una esfera trascendente y celeste y otra intramundana, además de la constante dialéctica de presencias trasformativas y de intercambios entre una y otra esfera.
Para remediar la noche perpetua que siguió a la muerte de Kumariawa, perseguida por Odo’sha, viene el tercer damodede, el más venerado por los makiritare y el más cercano a los hombres: Attawanadi, Padre Wanadi, o Wanadi. Lo primero que recrea es el sol, la luna y las estrellas, que originariamente, tuvieron forma humana (“parecían gente”, dicen los informantes). Alumbraban de nuevo a pesar de la noche absoluta, pero “en el verdadero cielo ya no se veía la luz verdadera, la luz del otro Wanadi ya no llegaba”. Y ese nuevo cielo formado por Attawanadi es un “cielo malo”, sólo una apariencia de cielo. Nuestro actual mundo es el “Tercer Ciclo de Creación”; obra del tercer Wanadi de la Tierra. La catástrofe cósmica que destruirá la Tierra actual con la presente humanidad, es inevitable.[21]
Los demiurgos. Son los demás héroes civilizadores. Producen diferentes bienes y razas humanas “soñando embriagados por el humo del tabaco, cantando y haciendo sonar sus maracas” viajan por el mundo. Sólo en trance es capaz el indígena de trascender la cotidianidad y entrar en contacto con los demiurgos. Se les conoce por, a.) Seruhe Ianadi, dador del conocimiento, de las maracas, del tabaco y de los Wiriki (“piedras del poder”). b.) Nadei’umadi, dador del Huahanna y de la nueva vida, y, tras la catastrófica caída primordial, autor de una segunda humanidad. c.) Attawandi, autor del sol y de la luna, autor de la luz diurna (lo mismo que el Mundilfari del Edda escandinavo), que vuelve al cielo para traer el casabe de yuca que obtiene mediante ruegos a la Dueña de la yuca: Imankave, y lucha encarnizadamente con Odo’sha en diferentes episodios.
Los espíritus menores. Fuera de Wanadi (Civrieux, 1970) y de sus damodede (desde luego se deja bien claro que hay “otro Wanadi, el que nunca sale del Kahuña” solo hay espíritus menores, como los “ángeles” del monoteísmo postexílico y de las tradiciones populares de la Baja Antigüedad cristiana, a saber: 1º Señores de las especies y de otros elementos: agua, yuca y fuego. 2º Espíritus de los difuntos. Tres damodede o emanaciones demiúrgicas de Wanadi. 3º Piaches, vale decir, brujos dotados de poderes sobrehumanos que pueden engañar incluso a los habitantes del Kahuña (la luna), cuando se apodera del Huehanna o huevo cósmico, contiene de los gérmenes del todo. 4º Kuhushawa-Odo’sha: es el oponente a la obra Wanadi, que ni siquiera tiene categoría de espíritu, sino que es solo un poder maléfico: un engendro, producto de la putrefacción de la placenta de la que nace el primer damodede, cubierto su rostro de pelo, como un hombre-lobo, y armado de lanza, que trata de enseñorearse de la tierra y sumir en la irracionalidad a sus habitantes.
Odo’sha, el demonio Ye´kuana. Existen tres demonios personificados. No es, pues, Odo’sha un principio metafísico del mal. Es un “accidente” en los planes de Wanadi por un descuido de su primer damodede. No tiene la grandiosidad épica de Lucifer, pero es más lógico, el “primer damodede” fue un aprendiz de brujo quien se le escapó el poder de formar nuevos seres y de él salió el “mal”.
Conclusiones
Las historias míticas de los Ye’kuanas para Watakadi, no son cuentos, ni juegos literarios sin finalidad social específica. Son algo más serio y profundo, considerado sagrado por él y la sociedad tradicional que lo parió: son vida.
La ética Ye’kuana-makiritare, que presenta muchos puntos comunes con la cristiana, aunque se diferencia netamente en este punto: no conoce el perdón.[22] Afirma que el crimen altera el orden cósmico, el equilibrio natural y que, por lo tanto, el castigo restablece la armonía original al destruir los efectos del crimen. Hay una ecuación venganza -justicia- orden. El mandamiento dice: “ojo por ojo, diente por diente”. Nada de “la otra mejilla”. Para el hombre arcaico, el mito es un “Mensaje Sagrado” y significa la realidad por excelencia. El problema de la historicidad del mito no viene al caso, no tiene sentido. El mito se despliega en “otra dimensión”, fuera de nuestro tiempo y de nuestro espacio.
El contenido del Watunna no son quimeras pretéritas sino eternamente vigentes y creadoras. Por la magia de los ritos, cualquier proeza de los Héroes “antiguos” (inmortales), cualquier gesto creador arquetípico, puede ser, en cualquier momento, reactualizado. Constituyen la base de toda acción. Si un mito no fuese más que una caprichosa fantasía, dejaría de corresponder a lo real, y perdería su eficacia, su virtud mágica y su ímpetu no sería capaz de encauzar en lo profundo del destino colectivo. Son expresión espontánea del alma colectiva, el mito sobrepasa los límites del hecho psíquico individual y sería vano buscar su autor. Hay un solo poeta: la comunidad. Las grandes asambleas[23] de Watunna son aprovechadas para iniciar a los jóvenes de la tribu en los misterios del credo particular. Por medio de ellas, los mitos y los ritos se coordinan para mantener la prosperidad.
En la alternancia diaria del ciclo vital, sueño y vigilia, el Ye´kuana que respira aire puro y selva virgen, lejos del raciocinio lógico nuestro, presta gran atención a las formas simbólicas del conocimiento intuitivo. Se adentra en el ir y venir de las hojas de los árboles y dialoga con el viento y con los mensajes que traen sus movimientos. Observa y trasciende la realidad inminente que nubla la mente del colectivo “civilizado” occidental.
La muerte viene a constituir el supremo motivo de la angustia humana. Es el núcleo del misterio iniciático en toda religión arcaica. La muerte considerada por la religión Ye´kuana como una crisis, un paso entre un modo de ser visible, “terrestre” y otro invisible “celeste”. Dicha muerte no es definitiva; es la experiencia necesaria para alcanzar otro modo de existencia, para renacer en Kahuña. “El mundo donde no existe la muerte”, mediante la inmersión simbólica en el celeste lago de eternidad, llamado Akú’ena (rito de pasaje). La figura alegórica de Kumariawa, su muerte en la Tierra y su resurrección en el Akú’ena, son motivos que integran el mito iniciático makiritare-ye´kuana de la vida y de la muerte. Ese mito niega la muerte como ilusoria y afirma la perennidad de la vida. En el esquema cosmogónico makiritare, no existe el equivalente de aquel “tercer mundo” cristiano que es el infierno. El infierno Ye´kuana es nuestro propio mundo, las penas terrenas en las que vivimos en estrecho contacto con Odo’sha. Su lógica supera al enfoque cristiano del más allá. El mundo visible pertenece “de facto” a Odo’sha. Es descrito como el mundo del perpetuo movimiento, de la agitación y de los cambios, el mundo de las guerras, del trabajo, de las enfermedades y de la muerte. Coincide con los cristianos al llamarlo; mundo del engaño.
La idea gnóstica de “caída”, o sea de separación entre Tierra y Cielo, es claramente expresada en su tradición. Está estrechamente vinculada con Odo’sha, el enemigo de Wanadi, y con la sexualidad humana. La ruptura de equilibrio cósmico original -la pérdida del paraíso primordial- se encuentra simbolizada por el episodio de Iarakaru, el mono que desató la noche.
En aquella selva de símbolos que son los mitos makiritare, los animales desempeñan un papel importantísimo. Sin embargo, no se trata de los animales que ahora conocemos. El mito nos pone continuamente en presencia de personajes extraños, indefinidos, difíciles de comprender a cabalidad a causa de su naturaleza mágica huidiza, a la vez humana y animal sin ser la una de la otra, sino una combinación paradójica de las dos. En realidad, esa raza mágico-mítica del principio estaba integrada por seres más sabios y más poderosos que los hombres y los animales de la actualidad.
Esa afirmación aparentemente absurda de la tradición arcaica puede recibir una interpretación lógica a la luz de la psicología de las profundidades. La disociación entre ambas naturalezas (humana y animal) corresponde simbólicamente a la disociación de lo consciente y de lo inconsciente, de la razón y de la intuición intuitiva. El nahualismo shamánico Ye´kuana, donde el jugar desempeña un papel preponderante, y el tonalismo (relación coesencial entre un hombre y un animal) son otros aspectos del afán de reintegración.
Bibliografía
Barandarian Daniel: Introducción a la Cosmovisión de los Indios Ye’kuana-Makiritare, Universidad Católica Andrés Bello, 1980.
Cencillo Luis: Los Mitos, sus mundos y su verdad, B.A.C., Madrid, 1998.
De Civrieux Marc: Watunna, Mitología Makiritare, Monte Ávila Editores, 1970.
Guía Pedagógica DHE’CWNA/ YE’KWWNA para la Educación Intercultural Bilingüe. Publicada por el Ministerio de Educación Cultura y Deportes, bajo la dirección de Gabriela Croes Esté. Año 2004.
Notas
[1].-Sacerdote, Periodista. Miembro de las Revistas Sic y Comunicación de Centro Gumilla.
[2].-Itinerario de este Artículo
1.-Este Artículo fue inicialmente presentado por el P. Honegger Molina, como Trabajo Final de una Asignatura en la Maestría de Teología Pastoral, dictada por el Profesor Enrique Alí González Ordosgoitti, en el Instituto de Teología para Religiosos (ITER)
2.- Posteriormente, fue publicada en la Página Web del Centro de Investigaciones Socioculturales de Venezuela (CISCUVE): www.ciscuve.org, el día 25.02.2015, con la siguiente URL: https://ciscuve.org/?p=6695
[3].-Abstract
Article offers a theory of religious experience where the author explains what he discovered along the Indian Watakadi, from a Ye’kuanas family, in his attempt to become a Jesuit religious (from the Barquisimeto’s Jesuit Novitiate) putting himself Jesus of Nazareth’s marks, with the specificity of Ignatian spirituality, but without leaving the principles of his ancient ties. Look on the cosmology and mythology of a Ye’kuana that strives to integrate and reinterpret what brings his race to 40 years in the Amazon jungle beast, entering a convent for formal religious training with the coordinates of the Western Church of the sixteenth century. Here is revealead the proximity between the lives of Christian mystics and contemplation of the Wise Ye’kuana and, moreover, shows the gap between the doctrinal principles of the Catholic Christianity and Watunna Ye’kuanas mythological stories.
Keywords
Myth, Mythology, Ye’kuana, Makiritare, Indian, Cosmology, God, Wanadi.
[4] Desde 1744, con Manuel Román, Superior de las Misiones Jesuíticas de la Orinoquia, aparecen los Makiritari adscritos a la geografía del Alto Orinoco, con su clara denominación arahuaca con que eran designados por sus vecinos. Román contactó a los primeros Makiritares, quienes le acompañaron en su periplo Casiquiare, Rio Negro, Casiquiare. Curiosamente aquellos Jesuitas sí logran entenderse con los Ye’kuana-Makiritare, lamentablemente su temprana salida de América truncó el proyecto endoculturizador. Por otra parte, resulta curioso que no aparezca ninguna denominación escrita que hable de los Ye’kuanas. Es muy probable que no quisieran autodenominarse delante de ningún extraño, ellos solían decir: “no me llamo, me llaman… hombres del río”. La primera interpretación de la palabra arawaka “Makiritari” proviene del investigador francés Joseph Grelier, en 1951. Sus raíces arawakas: “makidi-t-ari”, que significa: “la gente o los hombres del río, o de los ríos”.
[5] Los párrafos de historia que esbozo en el trabajo está fundamentados en las obras de: Marc de Civrieux: Watunna, Mitología Makitirare, Monte Ávila Editores, 1970. Y el libro de Daniel Barandiarán: Introducción a la Cosmovisión de los Indios Ye’kuana-Makitirare, publicado por la UCAB, en 1979. Son los dos estudios más minuciosos que pude encontrar en las bibliotecas de los Jesuitas de Caracas. En cuanto a la Historia el aporte de Watakari fue nulo. Cuando lo abordé al respecto me remitió al hermano José María Korta; un jesuita que lleva 30 años internado en la selva viviendo con los indígenas, y viviendo como indígena. Admirable, pero no imitable.
[6].-Se le conocen cinco nombres, a decir: 1º El nombre familiar y privado, es Sedujiyanadi. Que significa “buen amanecer”. Esto debido a su nacimiento en la alborada del día 23 de julio. Es de uso exclusivamente familiar. Por lo general este nombre no se lo dicen a nadie. 2º Posteriormente le asignaron un segundo nombre. Es Yawanaaduuwe, que significa la aurora de la mañana. Con éste nombre comienza a ser conocido entre sus coterráneos. Es de uso un poco más amplio. Es la manera de llamarlo en los años de la adolescencia. 3º Más tarde se le llamará Watakari. Es el nombre más extendido. Significa personaje bueno y popular. Alguien de buena reputación y muy conocido entre su gente. Nombre dado por su propia gente debido a su manera de ser; realmente que es un hombre de un trato fino. 4º Los criollos que visitaban su comunidad, principalmente la gente de Mariología, comenzaron a llamarlo Pablo. Con éste nombre se le abrieron sus primeros documentos a nivel civil y legal en el País. Su primera cédula de identidad le llegó como Pablo. Esto debió cambiarlo debido a que no le gustaba. Sin embargo, mucha gente de Puerto Ayacucho, y del pueblo Ye’kuana, lo sigue llamando Pablo. Algunos no saben del cambio, y a otros les ha costado adaptarse a su último nombre: Paúl. En la cédula de identidad más reciente aparece como Paúl. Sus variados nombres le hacen sentirse distinguido y habla con mucho honor de todos ellos, excepto de Sedujiyanadi, que lo reserva para la intimidad familiar.
[7].-Su inauguración representa un triunfo importantísimo. Es celebrado por todos los habitantes de la comunidad, e invitados de las comunidades vecinas. Esta cargado de simbolismo religioso por el carácter sagrado de la unión familiar, la bendición de Wanadi, y la expansión del Pueblo Ye’kuana.
[8].-Es el padre de Watakari. Un líder en la comunidad, posee la categoría de sabio entre los suyos. Es bastante conocido por algunos de los Jesuitas venezolanos y brasileños; particularmente por el Hermano Korta, y por José Ramón Aguirre, ambos jesuitas. Ha sido entrevistado por varios investigadores, antropólogos y periodistas. Es un hombre que inspira respeto. Se expresa con solemnidad y con un acento de autoridad.
[9].-Watakari, nunca me dijo cual era el nombre indígena de su mamá. En algún momento se lo pregunté, y sobre éste asunto (el nombre autóctono de su mamá) siempre guardó un solemne silencio.
[10].-Estas son fechas elaboradas por Watakari. Con estas fechas pretende dar algún sentido de trascendencia al día de su nacimiento. Pretende asociarlo a algún fenómeno lunar importante para sus antepasados.
[11].-Larga distancia: quizá varios kilómetros.
[12].-Esta es la razón por la cual no es incluido en este trabajo como SU nombre principal.
[13].-Suele hablar con mucho orgullo de su abuela de quien tampoco me dijo su nombre. Es muy sagrado para divulgarlo al público fue la respuesta más inmediata. Siente que ella le trasmitió varios conocimientos importantes. Por otra parte, me dijo que la sabiduría principal se la debe a sus ancestros paternos, sin embargo se potenció con la crianza al abrigo de la abuela materna.
[14].-Con relación al tema es importante destacar el valioso aporte que me suministró la obra de, Luís Cencillo: Los Mitos, sus mundos y su verdad, por la B.A.C., Madrid, 1998, Páginas. 199 – 215.
[15].-Luís Cencillo, en su libro: Los Mitos sus mundos y su verdad, p. 202, sostiene que esta concepción estuvo muy difundida en la cuenca del Mediterráneo Oriental y domina en Mesopotamia (respecto de los grandes templos que reproducen un arquetipo celeste), en el judaísmo intertestamentario, en los apócrifos del Antiguo Testamento (AT), incluso en el Apocalipsis cristiano, a propósito de la nueva Jerusalén, y por supuesto, el Platón, la Stoa y el neoplatonismo, con ecos en el hermetismo y en la gnosis. Platón erigió esta concepción al sistema filosófico de altísimo prestigio con sus topos eidétikos.
[16].-Luís Cencillo: Los Mitos, sus mundos y su verdad, por la B.A.C., Madrid, 1998, p. 200.
[17].-Daniel de Barandiarán en su libro: Introducción a la Cosmovisión de los Indios Ye’kuana-Makiritare, lo titula: Los tres avatares de Wanadi, el Ser Supremo., p. 69. de la publicación editada por Universidad Católica Andrés Bello en 1979.
[18].-La primera que Watakadi accedió a narrarlo fue en junio del año 2004, en un espacio de oración que acondicionamos en la Iglesia San Francisco en Caracas-Venezuela. No resultó nada fácil convencerlo para que me recitara el Mito. Para él se trataba de un relato sagrado que amerita un ambiente apropiado. Luego conseguí el Libro Watunna que recoge todos los mitos Ye’kuana.
[19].-Expresión que suelen acuñar al final de cada relato; lo equivalente a nuestra frase: “Palabra de Dios”.
[20].-Mitologema estilizado de las sucesivas humanidades del Popol Vuh.
[21].-Marc De Civrieux: Watunna, Mitología Makiritare, Monte Ávila Editores, 1970, p. 22. El resto de la información que he desglosado se encuentra sustentada en el libro de Luís Cencillo; texto básico para el estudio del Mito de la Creación en los Ye’kuana.
[22].-Gracias a mi profunda amistad con Watakadi pude constatar que perdonar para un Ye’kuana no resulta tan fácil como para cualquier mortal cristiano. Gracias a su experiencia de los Ejercicios Espirituales Ignacianos (los realizó en tres oportunidades) llegó a comprender la necesidad e importancia del perdón.
[23].-Se ponen al centro de la ASAMBLEA y solemnemente lo van recitando de memoria y sin descansar hasta culminar todo el mito encomendado.