Barrios-Caracas-Hombre en la Cima-Panorámica-National Geographic
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Dra. Beatriz Hernández Santana.

(Arquitecto (UCV), Magister Scientiarum en Desarrollo Tecnológico de la Construcción (UCV), Doctora en Arquitectura (UCV). Profesora Asociado de la FAU. Miembro Activo del SiLI en la Línea de Territorio. Ex Coordinadora Docente del IDEC. Ex Coordinadora del Programa de Postgrado en Desarrollo Tecnológico de la Construcción. Directora del Instituto de Desarrollo Experimental de la Construcción (IDEC) adscrito a la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (UCV). SPI Nivel I. PEI Nivel B. Autora de varios Artículos en Publicaciones científicas, libros y capítulos de libros. Ha recibido la Orden José María Vargas de la UCV. Área de investigación. Tecnología y Cultura, Techos Livianos en el trópico. Correo: bhernandezsantana@gmail.com)

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www.ciscuve.org/web/digitalizaciones/articulos/Sitech-Entre-Rayas-Hernández-Santana-Beatriz.pdf)

 

1. Introducción.

Desde 1928 hasta nuestros días el Estado venezolano ha hecho un esfuerzo sostenido por desarrollar estrategias y políticas que permitan la dotación de viviendas para la población de escasos recursos. Sin embargo, paradójicamente la necesidad es cada vez mayor y los programas y planes de desarrollo urbano no logran cubrir las cifras de viviendas requeridas.   Uno de los hechos que evidencia esta situación es la ocupación de terrenos en las ciudades de manera informal[1], por un gran número de familias que no tienen posibilidades de acceder a los planes de vivienda que ofrece el gobierno para los sectores de más bajos recursos quienes buscan el mayor acercamiento posible a las  fuentes de trabajo. El desempleo y la depreciación contínua de los sueldos, dificulta aún más los mecanismos previstos para que la población pueda tener acceso a la vivienda.   Alfredo Cilento describe este proceso en los siguientes términos: “Desde que se profesionalizó la actividad de promoción de viviendas, el Estado pasó a jugar el papel de cliente-intermediario en el proceso de producción del hábitat, a través de la promoción y contratación de la construcción, de urbanizaciones, conjuntos de viviendas y edificaciones, con empresas constructoras privadas. De esta manera pasó a actuar como representante del interés colectivo, al igual que con las obras públicas en general. Pero la vivienda es un producto de consumo individual, mientras el resto de las obras civiles y de servicios, son producto de consumo colectivo; por lo tanto, ese papel del Estado como supuesto representante o intérprete del consumo individual, rompió la milenaria tradición de que la familia construyera su propia morada, permitiendo la aparición de la vivienda-mercancía” (Cilento, 1999: 91, 92). Estos programas de viviendas en la actualidad no han logrado establecer un diálogo entre los profesionales encargados de tomar las decisiones de diseño y, menos aún, la construcción de viviendas de manera conjunta con los habitantes que vivirán en ellas, cortando la posibilidad de comprender, re-significar, re-dimensionar los procesos de producción de su espacio habitable, lo que se evidencia en:

a.        El deterioro paulatino de los urbanismos.– Los programas formales de viviendas que no ofrecen la posibilidad de un crecimiento paulatino, tanto de sus viviendas como de su urbanismo, se caracterizan por la inexistencia de mantenimiento y de un crecimiento orgánico, a diferencia de lo que se observa claramente en los barrios. “Curiosamente en los barrios de ranchos hay un proceso de mejoramiento de la vivienda. Sin embargo, en algunos casos en que se supone una propiedad claramente establecida, con alguna forma de documento, un comodato, un préstamo, etc., caso del INAVI, hay un proceso de deterioro del conjunto general” (Montero, 1997:49). b.       La Tecnología Constructiva en las Viviendas.- En el caso de los desarrollos formales, los criterios de diseño responden muchas veces a espacios mínimos con materiales poco apropiados en cuanto a calidad, durabilidad y modificación en el tiempo. La aplicación de sistemas constructivos cerrados para la producción de viviendas no siempre permite combinar otras técnicas y tradiciones constructivas que sean mejor aceptadas por los habitantes y que pudieran ser implementadas en modificaciones de futuras etapas de la vivienda o desde el inicio de la misma. Se hace evidente la necesidad de lograr la integridad en los criterios de diseño junto a la tecnología constructiva y la capacidad constructiva de la población para lograr un dinamismo acorde y sostenido en el tiempo por parte de los habitantes. c.       Tipologías Repetidas en el Diseño de las Vivienda. Los tipos de viviendas desarrolladas a través de los programas del Estado, responden en su gran mayoría a esquemas, distribuciones, materiales, tecnicas constructivas y diseño urbano que se repiten en las más disímiles zonas del país; sin mayor atención a las particularidades culturales, geográficas, ambientales y de recursos de cada localidad. Este criterio repetitivo responde a la distorsionada búsqueda de una mayor rapidez constructiva, disminución de costos y producción masiva de sus unidades como respuesta a la creciente demanda interanual de viviendas. Sin embargo, este tipo de respuesta comunmente condena  y limita a los futuros habitantes a viviendas poco adaptables a sus condiciones socio – económicas y socio – culturales y acarrea aumentos en los costos de transporte de materiales y mano de obra. d.        Privación de Títulos de Propiedad.- La gran mayoría de los desarrollos  que ha realizado el Estado ofrecen la vivienda en comodato, pero no otorgan su propiedad (aunque en los actuales momentos esto se intenta modificar). Las implicaciones de ello las resume la psicóloga Maritza Montero en la forma siguiente:   “El valor de propiedad es un valor establecido, un valor presente en todos los habitantes (…); pero hay al mismo tiempo una gran confusión en las actitudes y creencias respecto a la propiedad: qué es mío y qué no es mío. Como habitante de su espacio habitable[2] hay una gran confusión desde este punto de vista, y esto tiene consecuencias conductuales; por una parte las conductas de deterioro y por otra, las conductas de conservación.” (Montero, 1997:49).   e.       Un paradigma que usualmente desconoce al sujeto:.- La falta de investigación por parte de los profesionales en cuanto al diseño y producción de los espacios habitables de acuerdo con la diversidad local y cultural, impide detectar determinadas prácticas constructivas que aplican los propios habitantes que se encuentran – en algunos casos – mejor adaptadas a sus situaciones y realidades. Es por esto que en algunos casos se observa como en desarrollos formales que no tienen mas de tres meses de construidos, se modifican las unidades entregadas por el Estado, comprometiendo la misma seguridad de sus habitantes (esto se constató en el desarrollos Antonio José de Sucre del Edo. Aragua en el año 2002, I etapa y 2004 III Etapa). Entre esos problemas encontramos: crecimiento de sus espacios sin tomar en cuenta la estructura de soporte inicial  (ocurre mayormente en unidades unifamiliares de una planta y que posteriormente crecen a dos, tres y cuatro plantas). En unidades correspondientes a edificaciones multifamiliares se detectan casos de crecimientos en planta baja, en los últimos pisos o en balcones, sin que ello haya sido planificado ni calculado estructuralmente en la etapa formal del proyecto (esto se aprecia actualmente en los desarrollos de Guarenas construidos en 1973). Un problema que Rosas, I., (2004 :47) ha detectado y descrito en los barrios informales de la ciudad.

  1.    La ausencia de interpretación de significados. En muchos casos se trata de diseños aislados que no se corresponden con las necesidades de los futuros habitantes. La estética de lo homogéneo ha sido desarrollada en tiempos modernos como la única belleza posible cuando se trata de vivienda de interés social. Hemos concebido viviendas y urbanizaciones tratando de homogenizar a todos los individuos que en ella habitan. Existe poco esfuerzo en tratar de hilvanar las propuestas formales con los significados que los sujetos sociales involucrados otorgan a su espacio habitable, imaginario y materializable.

Ahora bien, el Estado muestra escasa experiencia con desarrollos formales específicos a cada localidad, ya que la ideología y políticas han sido manejados con criterios masivos, otorgando una mínima atención a la dimensión social y mucho menos a la dimensión cultural del problema. De igual manera los problemas urbanos se han visto afectados por estas deficiencias que llegan incluso a repercutir en los factores de infraestructura y servicios. Verificando los lineamientos y políticas en materia de vivienda que el Estado ha puesto en marcha en las últimas décadas, no se puede dejar de plantear las siguientes interrogantes: ¿Cómo puede el Estado plantear un tipo de desarrollo habitacional que sea complementado y consolidado de acuerdo a las necesidades específicas de cada comunidad? ¿Se puede verdaderamente comprender la cultura de ese futuro habitante o comprender qué significado tiene para éste una vivienda? ¿Es posible dar una respuesta, cuando dentro de un mismo país o dentro de una misma zona geográfica, constituimos grupos que a pesar de tener una misma lengua, nacionalidad, características físicas, etc., tenemos al mismo tiempo costumbres  y visiones del mundo que nos diferencian? En este sentido, se detecta que el diseñador no tiene la suficiente comprensión de las referencias culturales, por no decir que las representaciones, significados y relaciones sociales no aparecen como dimensiones de estudio en las directrices de diseño asumidas por este diseñador, ni por el Estado (Ni siquiera por el diseñador de viviendas privadas de alto costo). Por otra parte, el futuro habitante (como sujeto social), tiene pocos elementos disponibles para hacer comprender sus necesidades y mediar con el lenguaje del diseñador. En otros casos, los lineamientos que actualmente ofrece el Estado para la participación de las comunidades en la construcción de su espacio habitable tiene serias limitaciones. De hecho, son muy restringidos los casos en los cuales el habitante interviene desde la etapa del diseño. Se trata entonces de desarrollar nuevas políticas en las que participe la heterogeneidad cultural de los actores sociales en el diseño de las viviendas de interés social, para lo cual es necesario el desarrollo de instrumentos metodológicos que permitan tanto el análisis del objeto de estudio, como los procedimientos posteriores que garanticen un espacio para los significados y valoraciones que le otorgan sus habitantes.  

  1. LA VIVIENDA DE INTERÉS SOCIAL EN VENEZUELA

Es conveniente iniciar precisando que la vivienda de interés social es aquella a la que le pueden acceder familias de menores ingresos y que, tratándose de viviendas construidas por el sector formal, deben cumplir con requisitos mínimos de habitabilidad (salubridad, dimensiones espaciales adecuadas, calidad técnica, dotación de servicios y confort).             2.1.      Vivienda Básica: También se le define como vivienda básica en los diversos estudios y programas que se vienen realizando en algunos países de América Latina: “En los países en desarrollo pudiera no consistir en una casa; podría consistir en un trozo de tierra con un grifo y una letrina de pozo; podría consistir en el núcleo de una vivienda básica con cuatro paredes y un techo; podría incluso ser una habitación con un retrete y una cocina con agua…..La vivienda básica rara vez es una casa, y casi nunca una casa terminada” (Laquián, 1982). Desde la primera mitad del siglo XX los programas de dotación de viviendas se han modificado, básicamente, en cinco  aspectos: a) Criterios en la utilización y distribución de los recursos económicos, b) El uso racionalizado de materiales y componentes, c) Los criterios de diseño de las viviendas, d) El uso de la tecnología,  y d) la propiedad de la tierra (Inavi, 1989). Pero es sólo despues de finalizada la segunda guerra mundial cuando nuestro país acoge los criterios de racionalización tanto para la construcción de los espacios, como para la producción de materiales y componentes. Dentro de sus políticas, el Estado buscaba dotar de viviendas a una mayoría de pobladores campesinos que emigraban a las ciudades en busca de mejores condiciones de vida. Esta forma de producción de viviendas no contaba con servicios colectivos  ni se planificaban áreas verdes, lo  que ocasionó que las viviendas no se ocuparan por algún tiempo (Inavi, 1989). Esta situación evolucionó lentamente hasta que en el período comprendido entre 1939 y 1946, se establecen las primeras urbanizaciones diseñadas y construidas por el Banco Obrero, comunmente en las ciudades. Su enfoque se dirige hacia la reproducción de viviendas con plantas funcionales que contenían los espacios necesarios para una familia típica de esa época, y con las que se buscó atraer  nuevamente a los pobladores más pobres que vivían en la periferia hacia el centro de la ciudad. Como ejemplo de ello se encuentra la Urbanización El Silencio (1941-1945) (Inavi, 1989).   2.2.         La Vivienda de Crecimiento Progresivo Actualmente, dentro de las discusiones mayormente académicas sobre los enfoques para concebir viviendas de interés social realizadas por el Estado se encuentra la Vivienda Progresiva o vivienda que crece y se consolida en el tiempo. Su concepción es producto de la dinámica observada en las miles de viviendas que se implantan y crecen de manera informal en la periferia de todas las ciudades del país. Es por ello, que no deja de ser un concepto importante de estudiar cómo una forma lógica de acercamiento a la propia dinámica social toma en cuenta a sus habitantes con sus capacidades y potencialidades. Se entiende entonces, por Vivienda de Crecimiento Progresivo aquella que crece  y se consolida a partir de una condición básica; con un crecimiento y mejoramiento que se produce de acuerdo a los recursos y necesidades de  cada familia. En el proceso de planificación y construcción de viviendas de carácter progresivo, desde su producción formal, el diseñador debe manejar criterios variados de acuerdo a cada caso que se plantea. Esto representa el uso de distintos juicios de valor diferentes y el manejo de herramientas específicas de evaluación. En otras palabras, no deberían plantearse proyectos masivos de viviendas, sino una política de construcción masiva de viviendas, donde los criterios se manejen de manera particular para cada región, lugar, comunidad, etc. Algunas propuestas recientes se basan en otorgar un cascarón a doble altura, que estructuralmente soportará una segunda planta a ser construida cuando sus habitantes lo decidan, pero con limitaciones espaciales pre-establecidas y con una inversión inicial mayor a la requerida al uso de la etapa inicial. Las discusiones en cuanto a este planteamiento no llegan a un acuerdo. Por una parte se argumenta que este criterio obliga en la primera etapa del desarrollo a la inversión en tecnología, materiales y recursos que no son necesarios para ese momento (por ejemplo, construir estructura de soporte y muros de fachadas hasta una altura de 5.00 metros cuando el requerimiento inicial es entre 2.40 y 3.00 metros de altura). El otro enfoque que confronta el anterior es que el Estado solo invierta en tecnología, materiales y recursos que se requieren para cada etapa pero con la planificación de todas las etapas. Esto requiere por demás criterios de innovación en el diseño y  la tecnología de crecimiento de las viviendas, el uso racionalizado de los componentes y la estrategia organizativa para la construcción de viviendas en posteriores etapas de la inicial. En otras palabras con este enfoque se persigue el uso racionalizado de los recursos a largo plazo. Otro de los problemas que plantea la planificación y crecimiento progresivo es la organización vecinal, cuestión que el Estado no ha sabido dirigir por cuanto ha sido dificil plantearse intervenciones a largo plazo con sus respectivas evaluaciones. Una comprensión mas profunda de los significados en estos sujetos sociales, así como la forma de incorporarlos en los programas de viviendas, es lo que se intenta adelantar en esta investigación desde una perspectiva hermenéutica (Lisón, 1983) y desde el enfoque dialógico, iniciado en su análisis socio-ideológico de las formas del lenguaje por Mijaíl Mijáilovich Bajtín (Bajtín, 1919 Iera Ed. original, 1999, Xma. Ed., en las referencias), trasladado a su vez a la arquitectura por Joseph Muntañola (Muntañola 1996, 2000, 2002).   3. ALGUNAS INVESTIGACIONES, REFLEXIONES Y DISCUSIONES PREVIAS   Hoy por hoy son pocos los trabajos de investigación que evalúan las particularidades geográficas, las condiciones de habitabilidad, la naturaleza psicosocial de los residentes y los efectos sociales de los programas de vivienda. Esther Wiesenfeld (1995), sostiene que en cuanto a evaluaciones de tipo psicosocial no ha existido un hilo conductor común que permita comparaciones entre los resultados de los mismos, sino más bien que cada uno de estos responde a problemas que surgen en las edificaciones en cada momento. Entre las primeras de estas evaluaciones se encuentra – citado por Wiesenfeld (1995) – una investigación realizada en 1959 con una muestra de 77 familias residentes en superbloques de 15 pisos en las Urbanizaciones Simón Rodríguez y Catia, en Caracas. En ella se determinó que esta población, en pleno proceso de adaptación urbana, no poseía información alguna acerca del uso de los servicios y se había provocado un fuerte deterioro tanto en las áreas comunes, como en sus propios apartamentos. Así mismo, se tienen datos de 1963, 1967 y 1977 en los que las características más comunes son la falta de organización comunal, el deterioro de las áreas comunes y la delincuencia. Pero uno de los datos más importantes se recoge en un trabajo de (Briceño y Orellana 1987 citado en Wiesenfeld, 1995), donde las autoras concluyen:   “Los usuarios de las viviendas de interés social del INAVI prefieren las casas de una planta, ya que para ellos el tamaño de la parcela es más importante que el de la vivienda multifamiliar, ya que les permite ampliar la misma; detectan también que la satisfacción residencial está determinada en gran medida por la participación de los usuarios en la construcción de sus viviendas” (Wiesenfeld, 1995:25).   Esto último demuestra lo importante de tomar en cuenta nuevos enfoques tanto en unidades unifamiliares, multifamiliares como a las edificaciones ²plurifamiliares”[3], que permitan al usuario adaptarse a espacios ampliables y modificables; de tal manera de acercarse a mejores formas de organización vecinal. Como ejemplo constatable de esta organización se encuentra el caso de ²Aguachina”[4]. En el ámbito cultural, se registran diversos trabajos que han abordado el tema desde aquellas tendencias encontradas ¿En el sentido de enfrentadas? (por lo parcial de sus argumentaciones o posturas enfrentadas), hasta aquellas otras que aceptan la complementariedad de los distintos postulados.        En este sentido, aparecen autores que apoyan una tendencia fenomenológica, como aquel proceso que permite dejar que las cosas se manifiesten (Heidegger, citado por Relph, 1985). La persona y el ambiente conforman una unidad en la que el ambiente es concebido como espacio experiencial (Eco, 1994, Guitián, 1995, 1998, 2000, 2001, Muntañola 2000), como parte de la experiencia subjetiva de la persona (Lalli, 1992). A diferencia de la semiología, que se interesa por el análisis de la forma construida y su significado denotativo (Lurker 1992), el cual se explica por medio del significado de signos. A la fenomenología le interesa el significado connotativo, es decir, los símbolos como substratos de contenidos sociales, emocionales y conductuales (Dovey, 1985; Lalli, 1992, Rapoport, 1973, 1974, Lurker 1992), así como también encontrar la clave para aprehender y descifrar la ultrarealidad que se da a través de la antropología hermenéutica (Lisón, 1983:124, Geertz, 1992). Finalmente, también se encuentran estudios sobre el comportamiento del individuo y el medio espacial (Wiesenfeld, 1995, Aponte, 1998, González, 1997, Guitián, 1998, 2000), la  forma como evolucionan las casas en los barrios y la oportunidad de poner en práctica ciertas acciones positivas recogidas en estos estudios, en los planes y políticas formales (Laquián, 1985, Rosas, 2004). También existen otros trabajos que se abocaron al estudio de cuestiones como las diferentes tipologías de viviendas de Venezuela (Acosta, 1956, 1962), la matriz epistémica de la cultura occidental (Moreno, 1995), o las metodologías cualitativas para la investigación en el campo social (Martínez Miguel, 1989, 1992, 1996, Wiesenfeld, 1995, Guitián, 1998, Rusque, 2003). En cuanto al problema de los aspectos que se estima comprender en la cultura del barrio encontramos trabajos muy profundos por lo experiencial a través de largas convivencias, así como por su percepción,  (Moreno 1995, Hurtado, 1995), por ser testimoniales aunque no científicos  y  aquellos trabajos referidos a las formas constructivas en torno a la vivienda del barrio (Rosas 1995, 2004, Bolívar 1995, Baldó 1995, Aponte, 1995).   4. REFLEXIONES ACERCA DE CÓMO ABORDAR EL PROBLEMA. El ejercicio metodológico implica aquí una búsqueda de los modos de sistematizar la relación que se da entre los diversos actores del problema a través de la imbricación, coexistencia, interacción e intersección de las partes, en distintas etapas del desarrollo del proyecto y con distintas formas de diálogo (desde el encuentro cara a cara hasta la interpretación de las dinámicas socio – culturales de los sujetos involucrados). En ese sentido la producción del espacio habitable se daría a través de la mediación social, en la que se permita la confrontación de los patrones de costumbres, gustos elecciones, hábitos, anhelos,  propios de cada grupo social y actores participantes, produciendo así la elaboración de una matriz cultural propia para cada situación y no una mediación a través de la imposición de patrones culturales dominantes. Para esto es necesario descubrir la lógica de los distintos actores sociales en el diseño y producción de los espacios habitables, y esto a su vez servirá para el análisis de aquellos mecanismos que permitan tomar en cuenta los sistemas de significados, así como aquellas variables específicas de cada región (sistemas de construcción, materiales, clima, costumbres, necesidades espaciales, participación de las comunidades, formas de construcción de las viviendas por etapas, formas de pago de las viviendas por etapas, etc.), para la construcción de futuros programas de viviendas.   Como lo afirma E. Curiel: “(…) Ello supone planificar los nuevos asentamientos humanos de acuerdo a las formas de vida local, a los requerimientos de su medio natural, a sus tradiciones, a sus valores comunes. Estos son elementos que tienen que estar presentes en el momento de planificar la dotación física a que nos referimos (…); desde los instrumentos a utilizar hasta el aspecto físico de la comunidad. En ellos tiene que estar representado su modo de organización social, su cohesión e identidad interna, su estructura cultural. Sin embargo, la dotación física y la buena intención que pueden existir en cuanto a la preservación de sus valores no es suficiente para consolidar una  comunidad en los términos que hemos querido expresar. Es necesario insistir nuevamente en la importancia de la participación popular; en la naturaleza de su actividad cotidiana que es donde reside la esencia del problema” (Curiel, 1998:41, 42).   Desde el punto de vista del desarrollo de la investigación, su basamento se apoya en la estrategia  delparadigma cualitativo. En este sentido se persigue evitar el riesgo de un discurso pragmático, a través de  la rigurosidad metodológica en la medida en que se van confrontando las diversas fuentes de información así como se validan unas con otras, es decir, las conclusiones que arroja una fuente se valida, o se invalida – según el caso – con las conclusiones que arrojan las otras fuentes. Entonces para el caso de esta investigación se buscaría plantear la integración desde funciones y relaciones que se dan en la vivienda con el contexto ambiental, el contexto cultural y el de los recursos disponibles (variables físicas, tecnológicas, económicas), para un espacio-tiempo determinado, tal y como lo dispone la estrategia de múltiples fuentes  la confrontación y análisis de fuentes. Sin embargo, el abordaje de este problema a través del contexto cultural (a través de la interpretación de significados), abre vertientes que abordan problemas y visiones tan disímiles como ajenas a los problemas que se ha mencionado anteriormente. En esto cabe la pregunta ¿Cómo hacer para incluir esta diversidad en una estructura tan rígida y compleja como es la construcción masiva de viviendas de interés social? En este sentido, la pregunta anterior avizora que será necesario  ir más allá que en lo tocante a sólo los componentes y diseños de la vivienda por parte de los profesionales encargados. La pregunta sería entonces, ¿Cómo hacer para incluir la diversidad cultural (modos de vida, significados, redes sociales,  lo tecnológico, lo constructivo, lo financiero, etc.) en una estructura preestablecida, como es la construcción masiva de viviendas de interés social? Es aquí donde esta investigación toma otra dimensión, pues se  requiere profundizar y precisar en primera instancia el concepto de vivienda y toda la complejidad que ello implica desde el punto de vista de lo cultural. En este sentido se pretende encontrar un puente que comunique lo cultural con las distintas variables que intervienen en el proceso de diseño de viviendas (físicas, ambientales, tecnológicas, económicas, etc.). Se considera importante realizarlo desde el sector formal del Estado, tomando en cuenta los distintos actores que se involucran en la producción del espacio en la vivienda de interés social. De igual manera es necesario profundizar en todas aquellas técnicas que permitan incluir la heterogeneidad de voces procedentes de los distintos actores que intervienen – como sujetos sociales – guardando  un equilibrio entre las variables existentes y la visión propia de los grupos de habitantes para cada caso específico. Esto amerita trabajar con métodos de investigación flexibles mediante el cual se pueden introducir cambios a lo largo del tiempo y del espacio, como se explica más adelante. Se asume que en la vivienda existen diversas dimensiones que incluyen los factores y variables que anteriromente se mencionaron. A continuación se describe, brevemente cuales serán estas dimensiones:

  • La Dimensión Físico – Natural.- Responde a las características del entorno geográfico que a su vez se relaciona con exigencias ambientales, materiales constructivos, requerimientos de confort, componentes y configuración de la edificación, etc.
  • La Dimensión Económica: En ella se incluyen todos aquellos aspectos referidos a recursos tecnológicos, de mano de obra y aspectos financieros. En los recursos tecnológicos encontramos componentes, técnicas, materiales, productos de la tradición constructiva de un determinado lugar o industrializados, que ofrecen la oportunidad de mejorar la condición formal, estructural y de habitabilidad en la vivienda. Intervienen además todos aquellos recursos que son necesarios para lograr el acondicionamiento ambiental que a su vez dependen de factores exógenos (materiales del lugar, la industria, materia prima, políticas de comercialización y las propias innovaciones tecnológicas), como de factores endógenos (ensamblaje, materiales, tipo de estructura, etc.).
  • La Dimensión Cultural de la Producción de Espacio Habitable: Partiendo del concepto antropológico de cultura “como sistemas en interacción de signos interpretables (que, ignorando las acepciones provinciales, yo llamaría símbolos), la cultura no es una entidad, algo a lo que puedan atribuirse de manera causal acontecimientos sociales, modos de conducta, instituciones o procesos sociales; la cultura es un contexto dentro del cual pueden describirse todos esos fenómenos de manera inteligible, es decir densa” (Geertz, 1992: 27), encontrando que este concepto pone el énfasis  en la interpretación entre los grupos (la necesaria clarificación o la necesidad de desentrañar lo que involucra cada acto, cada hecho, los modos de vida, etc.), encontramos en la comunicación el alma y la esencia de la cultura (Hall, 1973:15) y al encontrar que invariablemente toda esta trama de interpretación se recalca la necesidad de reconocer “al ser y su presencia ” a lo Heidegger[5]. Por su parte Parsons para 1937 en  The Structure of Social Action presenta su “teoría voluntarista de la acción” expresa que “una de las caraterísticas esenciales de la sociedad y la historia humana es que hombres y mujeres corrientes emprenden costosos esfuerzos para realizar fines a menudo no materiales” (Parsons, 1937 citado por Giddens, 1994: 294). Ahora bien cuando nos referimos a un conjunto de acciones que involucran a los sujetos como actores sociales en agrupación y con un propósito se encuentra el concepto de “Acción social” planteado por Weber que se expresa como “una acción en donde el sentido subjetivo por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo” (Weber, 2002 : I,5). Aquí cabe la definición de cultura que propone González en Diez Ensayos de Cultura Venezolana (1997 en las referencias) “Las diferentes maneras como el hombre y/o los hombres se representan[6] a si mismos y a la comunidad, las condiciones objetivas y subjetivas de sus existencia en un momento histórico determinado” (González, E. 1997:128). Esta definición resulta clave para abordar el tema de los campos culturales, concepto fundamental para dar cuenta de la diversidad cultural. Podemos comprender que esta dimensión conectada desde la sociología del habitar plantea el concepto a través de las representaciones que cada sujeto desarrolla al materializar su espacio de vida o como lo expone Guitian “ busca centrarse en la manera cómo los sujetos sociales urden proyectos en los que el espacio existencial juega un papel preponderante (…) caracteriza al espacio habitable y al sujeto social, a partir tanto de la diversidad ecológica como de la lógica de la diferenciación social y de la diversidad cultural con miras a descubrir las distintas maneras de producir tal espacio habitable ” (Guitian, 1995:45). Es aquí donde cobra interés para esta investigación el colocar en la línea de reflexión cómo los sujetos que intervienen en el desarrollo de estos espacios de vida, se comunican, se interpretan y desarrollan hasta lograr materializar los significados llenos de experiencias propias y experiencias impuestas y que por sumatoria crean redes de historias y de saberes. Para este propósito el concepto de dialógica abre la posibilidad de la interrelación de los distintos sujetos en el mismo plano “(…) no existe ni la primera, ni la última palabra, y no existen fronteras para un contexto dialógico (asciende a un pasado infinito y tiende a un futuro igualmente infinito), (…) en el siempre existe pregunta, invocación y anticipación de la respuesta, en él siempre existen dos como el mínimo dialógico” (Bajtín, 1999: 392). El planteamiento de la dimensión cultural desde la sociología del habitar y desde el dialogísmo, necesariamente abarca la reflexión sobre los diferentes saberes que se imbrican bajo conceptos como el de “campo cultural académico: como aquella que ha podido formalizar estos saberes (…)tanto en la producción como en la transmisión de mensajes y bienes y el concepto de campo cultural residencial: conformado por aquellas realizaciones culturales que suceden en el marco determinante de un espacio habitable y que tienen como característica una alta informalidad (oral, gestual, vivencial, por imitación, anonimia) tanto en la producción, que siempre es en pequeña escala, como en la transmisión de mensajes y bienes” (González, 1997:137 – 141).
  •    La Dimensión Política de la Producción de Viviendas (El Estado): Partiendo del concepto de organización política de Estado como lo define Weber : “(…)  es cuando se llega a ejercer efectivamente un monopolio legítimo sobre el uso organizado de fuerza dentro de un territorio determinado”. Siguiendo en esta línea encontramos el concepto de “dominación” dentro de relaciones de poder que se refiere “sólo a aquellos casos del ejercicio del poder en que un agente  obedece un mandato específico emanado de otro (sistema de dominación y sistema de subordinado)” (Weber citado por Giddens,1994: 259). Se preestablecen estos dos conceptos de manera sintetizada para entender que desde la dimensión política de la producción de viviendas, el Estado venezolano se ha planteado – básicamente a partir de la democracia –  una filosofía de promotor y productor del espacio habitable para los habitantes más desposeídos, esto a su vez regido desde sus dominios para capitalizar esfuerzos en la generación de empleos, desarrollo de la industria de la construcción, dinamización de los capitales financieros y con el objetivo claro de obtener de todo ello (del producto, de la vivienda-mercancía), la “consideración social” por parte del sistema subordinado. Ahora bien, es dentro de esta filosofía que interesa comprender los diferentes planteamientos que ha realizado el campo cultural dominante (que de manera general deviene en la producción cultural academica de los profesionales, como se revisará más adelante) y que se han traducido en políticas de producción de viviendas, enmarcadas, caracterizadas, diferenciadas y promovidas por los distintos momentos políticos y de gobierno que ha llevado el país a partir de 1928. Esto por supuesto siguiendo con la tesis que impone que el Estado continue siendo garante de la producción de beneficios que llegan a la sociedad.

4.1. El Problema y sus Dimensiones Las cuatro dimensiones antes planteadas toman una particularidad para esta investigación a partir de la consideración del sujeto social y el espacio materializado (aquel que se da a través de la producción cultural académica realizada a partir del modelo hermeneútico y dialógico planteado), como determinantes para una visión integral, desde la cual, de la dimensión cultural y bajo la perspectiva hermenéutica sobresalen los actores tanto en el ser  sujeto social habitante como en el ser sujeto social  profesional. La construcción de la totalidad y a través de este enfoque se abre a la comprensión de los distintos niveles que se dan en la comunicación de los sujetos y factores intrínsecos de cada dimensión. Desde esta perspectiva hermenéutica, el estudio de la dialógica ofrece la posibilidad de conocer las variadas formas de argumentación y representación que se da en el lenguaje  y como a través de esto, los actores logran la materialización de sus argumentos. Los resultados ayudaran a explorar un camino que permita valorar la diversidad de voces, atendiendo el concepto de mediación social y su representación a través de la arquitectura en la vivienda de interés social, lógicamente traspasando las fronteras que lo determina las relaciones de la vivienda, la ciudad y la sociedad (Guitián, 1998: 166). Es así como, los datos que arrojan las dimensiones fisico-natutal, económica, cultural y política, dan cuenta de cómo imbullen a sus actores en distintos planos de percepción para la solución del problema de la vivienda de interés social, requeriendo así para esta investigación, la necesidad de escuchar las historias que cuentan sus actores, la revisión de los proyectos desde su concepción hasta su materialización, la especificidad local, su contexto natural, la observación de los espacios, el análisis de las políticas impuestas por el Estado, etc., etc., que hace presumir el uso de la metodología de múltiples fuentes  para versionar las nuevas realidades a partir de casos de estudio que se plantean como trabajo de campo.   4.2. Diálogos en Torno a la Dialógica La autora Martínez nos refiere que “La búsqueda actual de los lingüistas y filósofos radica en la construcción de un paradigma sobre la significación y la interpretación que de cuenta de la inmensa complejidad de lo real, de la polifonía discursiva y de la diversidad compatible con la unidad ” (Martínez, María Cristina,  1991:3). Esto es lo que Bajtin, definió como dialógica del conocimiento (1919, 1999), lo cual implica que este conocimiento es construido a medida que las partes involucradas interactúan y traen sus experiencias individuales y / o colectivas como parte de un encuentro dialógico. Bajtin, distingue entre conocimiento y entendimiento o comprensión. Para él, conocimiento se  refiere más que todo al manejo de la información, mientras que comprensión implica interacción y entendimiento interdependiente. Este entendimiento está en continua transformación y desarrollo. (Torres, www.ufpr.br/bakhtin/texts/torres.htm,2004). Encontramos en ese mismo sentido que Charles Pierce (mal considerado como filósofo positivista), a mediados del siglo XIX, ya se topaba con la necesidad de encontrar un camino donde el entendimiento no se diera a través de una sola verdad. Aunque no profundizó en teorías de la comunicación estaba convencido “que toda evolución lógica del pensamiento habría de ser dialógica (…) pero ya en este pasaje no se habla de la relación entre un hablante que emplea una expresión y un destinatario que entiende esa expresión, sino de que todo signo exige dos cuasi-conciencias: Una cuasi-intérprete; y aunque ambos son uno (es decir, una sola mente) en el signo mismo, tienen sin embargo que ser distintos” (Pierce citado por Habermas 2001:37). Y es que Pierce ya expresa en su concepto de verdad parte de esa dialogía que nos acerca más hacia la relatividad de la interpretación:   “Si en un momento determinado dos hipótesis distintas, ambas generadas para explicar un mismo grupo de fenómenos, no pudieran distinguirse en función de sus capacidades predictivas en la práctica, las dos deberían considerarse igualmente ciertas” (Pérez, Ruy; 1990:118).   Habermas opina en su teoría de la acción comunicativa que nuestra relación con el mundo y nuestra relación con nosotros mismos, no es sino a través de nuestra relación con el prójimo, y ello, a su vez se produce en el medio del lenguaje (Habermas citado por Jiménez, 2001: 24). Esta Dialógica no acepta dicotomía de discursos, sino que la realidad se construye a través de los actos del discurso entre los sujetos y de enunciados “cuyas delimitaciones están ligadas a la posibilidad de cambio de sujetos discursivos, de conclusividad con anticipación a una replica, de una postura evaluativa por parte del enunciador sobre su enunciatario y su enunciado y que por tanto emite un enunciado destinado a ser comprendido” (Martínez, María Cristina, 1991:4). Es interesante comprender el párrafo anterior porque elimina toda posibilidad de construcción de significados de manera aislada. En otras palabras llevándolo al plano del diseño y de los significados, es desvirtuado pensar que existen significados reales o irreales, porque todos ellos, vengan del sujeto que vengan (diseñador o habitantes), se encuentran inmersos en una trama discursiva que es la que les permite lograr las representaciones hasta el punto de materializarlas como en el caso de la arquitectura. Entonces nos encontramos en un punto que conduce a comprender que la relación del diseñador y los futuros habitantes va mas allá de una interacción simbólica o interacción de significados. La dialógica es una construcción compleja pero que nos ofrece la riqueza de un contexto integral, que como lo refería Martínez en los párrafos anteriores no ofrece la posibilidad de una dicotomía. También se puede comprender de la siguiente forma, “El signo y la situación social se encuentran fusionados” (Bajtín, 1999). Siguiendo con Bajtín:   “El intercambio verbal representa la primera unidad material del mundo presente en el campo visual de los seres humanos. La dimensión dialógica ubica esta unidad en el centro de la significación puesto que es la que permite la convergencia simultanea de un abanico de diferencias” (Bajtín, 1919, citado por Martínez, María Cristina, 1991:10).   La relación ínter-subjetiva del intercambio verbal es el punto central de la dimensión dialógica, en cuya unidad discursiva se realiza la metáfora del mundo” (Martínez, María Cristina, 1991:16). Ahora bien, aun aceptando que nuestro intercambio discursivo se da a través de la dialógica encontramos que “los fenómenos, hechos y comportamientos que se observan, aquellos que se exploran en sus diferencias y especificidades, no son en modo alguno transparentes; al contrario, se presentan normalmente como las piezas azarosamente enmarañadas de un rompecabezas – nombre bien expresivo – laberínticos, muy obscuros, incomprensibles. Las personas, objetos y acciones se nos manifiestan en impresiones sensibles, en momentos de su estructura física”. (Lisón, 1983:123). En otras palabras, el autor nos dice aquí que cuando encontramos un hecho físico, solo intuimos lo que está dentro de este hecho: Lo intuimos como realidad escondida, interior:   “Las formas etnográficas  significativas tienen que ser interpretadas. Interpretar: es sonsacar el significado, hacerlo inteligible, comprender algo; el interprete tiene que re-pensar, re-conocer y re-construir ideas, mensajes e intenciones (…) corporificadas en signos perceptibles”. (Lisón, 1983:127).   ¿Qué hace que un mensaje o una intención sea bien interpretada? ¿Dónde queda esclarecido las características del profesional? o ¿Qué aspectos fueron tomados en cuenta para alguna interpretación? Existe un momento crucial en la interpretación: la interiorización del contenido encerrado en las manifestaciones etnográficas, a su apropiación. En la interpretación un momento importante a considerar es la interiorización – apropiación de las intenciones del Otro; en lenguaje antropológico ese proceso puede ser analogado al de enculturación y la experiencia puede ser vivida en la forma siguiente:   “El investigador se instala en la comunidad nativa sin premura; experimenta un despacioso bautismo por inmersión en la alteridad a la que intenta adaptarse y que le da acceso, en parte, al grupo, al pertenecer a él e identificarse con él. Si el antropólogo no siente la pasión de la alteridad, y si no goza el don camaleónico de transformarse en plurales, Otros, nunca experimentará la vivencia de lo ajeno y, por consiguiente, no logrará la aprenhensión originaria de la otreidad ni podrá regalarnos muestras de humanidad” (Lisón, 1983:128).   ¿Se puede realizar esta labor, sin instalarse a convivir, mostrándoles a los informantes la real tarea que se desea conquistar de sus relatos? Por otra parte, se plantea de también la siguiente necesidad.  Lisón nos habla: “Si no hay voluntad de comunicación-coparticipación no hay Antropología.  Sólo se accede a la posibilidad de interpretar cierto nivel de significado a través de la epoché o distanciamiento cultural y a través de la estructura de la experiencia inmediata que conlleva el trabajo de campo”  (Lisón, 1983:128). Interpretar antropológicamente es algo mas que explicar un suceso como un caso de algo general, “no es en absoluto una forma subalterna o pobre sustitución de la explicación causal; es primaria y fundamentalmente entender el significado, el valor y el merito de las formas expresivas” (Lisón, 1983:137). Trasladando esta visión antropológica al campo de la arquitectura ¿Cómo obtener y trasladar estos significados y valoraciones al proyecto arquitectónico? Porque, ¿Qué sucedería cuando tratamos de involucrarnos en los procesos tecnológicos adquiridos por los pobladores de las urbanizaciones populares? En otras palabras, existen procesos que no requieren manejos tan arduos en cuanto a una larga convivencia. Por ejemplo, existen procesos tecnológicos que se han transferidos a las barriadas populares de nuestro país en los que no debería hacerse tan complejo hacerles el seguimiento desde sus inicios, en cuanto a cultura de fábrica que posteriormente es tomada por los habitantes. Planteando entonces la relación de los profesionales trabajando conjuntamente con los futuros habitantes, encontramos actualmente que cuando el arquitecto trabaja en acción social para un sujeto social determinado (ejemplo, habitantes adjudicados a viviendas de interés social), y a su vez estos sujetos sociales tratan de hacer arquitectura (materializar su propio espacio habitable), se denota por lo general dos situaciones que no coinciden: el arquitecto se basa en sus propios parámetros dirigidos hacia los sujetos sociales y, a su vez; de parte de los sujetos sociales se trata de entender los significados de los arquitectos, encontrándose con un mundo de signos, símbolos y significados incomprensibles, o tal vez desvirtuados. Se da de hecho, la posibilidad de re-interpretación, y se asigna un significado inconcluso porque solo hay por parte del profesional una explicación causal. Entendido de forma general, “la actuación de un sujeto en su medio social y físico responde, a un “equilibrio” entre transformar la realidad o adaptarse a ella, equilibrio que construye la “cultura” de cada sujeto en el seno de una compleja red de relaciones sociales (Muntañola 1996, 2000,2002, citado por Martín, 2002:14). Entonces llevándolo al plano del diseñador Muntañola apunta “el acto de proyectar favorece la construcción social y cultural si y solo si se articula la capacidad individual de proyectar con la capacidad colectiva de representar un diálogo (….) proyectar por proyectar solo produce genios insolidarios” (Muntañola, 2002:29, citado por Martín, 2002:15).   5.  COMENTARIO FINAL Cuando se revisan las diversas dimensiones, así como, la cantidad de variables y factores que intervienen en la producción cultural del espacio habitable, hasta ahora se han preestablecido – por parte de las políticas del Estado – un conjunto de datos que suelen ser manejados por los diseñadores a través de sus conocimientos y experiencias para dar una respuesta a la solución requerida, según lo que se precisa en un momento determinado. Es así como hasta este momento los profesionales del diseño – desde las directrices establecidas por el Estado y desde sus saberes, sus valoraciones y representaciones – se han encargado de producir las condiciones del espacio habitable para todos aquellos habitantes que no tiene acceso a una vivienda. El resultado obtenido viene pautado así por la cultura dominante expresada en los modos cómo los profesionales (cuya producción se ubica en el campo cultural académico), aplican saberes formalizados que se complementan con los modelos societales impuestos y que por ello se han transformado hasta mediados del siglo XX en parte de la cultura dominante (González, 1997:133, 134). De esta manera para el caso que aquí atañe, vemos como la conducción y materialización de los espacios de las viviendas de interés social concentran todos los criterios establecidos desde este campo. Siendo así, el campo cultural residencial podría contener saberes formalizados y aquellos no formalizados lo cual nos lleva a pensar que parte de los habitantes comparten el campo cultural dominado. Pero los habitantes también tienen sus propias valoraciones, significados y representaciones. que siendo parte de la cultura dominada, encuentra resistencia a la posibilidad de ser igualmente plasmada por ser una vivienda formal promovida por el Estado. En esta investigación se asume que estas significaciones y valoraciones deben ser comprendidas y atendidas, no sólo para satisfacer el espacio habitable (como espacio de vida) de sus habitantes, sino que deben permitir desarrollos de proyectos más a largo plazo, que dependerían en una primera etapa del Estado, pero que etapas subsiguientes serían complementadas por los propios habitantes. Serían espacios planificados en todas sus etapas por el sector formal conjuntamente con los habitantes, pero condicionados por el mismo dinamismo (en etapas) que caracteriza a la vivienda informal. Como se refirió anteriormente, no se trata únicamente de una comprensión e interpretación cara a cara (con los habitantes), sino que puede ser extraído de la observación e investigación de las mismas experiencias que se recogen en la vivienda de carácter informal, conjuntamente con otras investigaciones realizadas en el ámbito académico. Esto lleva a profundizar, repensar y revalorizar a la vivienda progresiva como alternativa que ofrece la posibilidad de crecer en el tiempo de acuerdo a las necesidades de cada familia. En este reconocimiento entra la vivienda unifamiliar, la vivienda multifamiliar y la vivienda plurifamiliar progresiva, que crece y se consolida por etapas. Pero, para ello también es necesario que el parque industrial, por su parte, ofrezca tecnologías constructivas que se puedan utilizar por etapas y que se puedan combinar con técnicas tradicionales de construcción. De acuerdo a lo anterior, la conjunción de variables constructivas y de diseño arquitectónico que se imbrican a su vez en la dimensión físico ambiental, económica, cultural y política,  requieren el empleo de un enfoque que permita trabajar todos aquellos aspectos considerados cuantitativos, conjuntamente con aquellos otros cualitativos. Es así como  el enfoque  metodológico, ofrece la posibilidad de combinar estas variables constructivas y de diseño en el desarrollo de esta investigación,  siendo necesario estudiar en profundidad cual estrategia se propondrá para obtener los resultados más favorecedores. Hasta los momentos, pareciera que el uso de este enfoque  arrojaría resultados acordes, con las dimensiones pre-establecidas y desde la perspectiva hermenéutica. Ahora bien, si en la propuesta dialógica para el diseño y producción del espacio habitable se inicia con base en el concepto de la vivienda progresiva, es necesaria la comprensión y mediación entre habitantes y profesionales desde la primera etapa de gestación del proyecto. En este sentido vale preguntarse, ¿hasta que etapa se concibe la relación de estos actores interactuando? Se plantea entonces que en el dilema en el que entran en juego los actores sociales para la producción del espacio habitable; el tiempo-espacio en la interacción pasa a ser crucial y lo que ocurre -apoyado por la dialógica- es que aparecen nuevas realidades que pueden conducir a la especificidad local en el proyecto espacial. En el ejemplo de Aguachina encontramos indicios de esta posibilidad de organización que se puede dar en las comunidades dado por un conjunto de acciones e interacciones logradas entre los distintos actores sociales. La relación que aparece en este caso es contraria a lo que se ha conocido tradicionalmente en la políticas aplicadas por el Estado: es la cultura dominada la que fija reglas y directrices a la cultura de dominación (en este caso los profesionales); es decir, cómo se desea construir su propio espacio habitable, de manera planificada. Con la vivienda progresiva se parte de esta visión, agregando un aspecto que se considera aquí imprescindible, la necesidad de crear espacios habitables planificados en el tiempo de manera conjunta por los distintos actores involucrados. Es una necesidad compartida, pues en la medida que exista garantía de esta organización en micro, existe la posibilidad que se traslade a la organización y planificación urbana. Conforme a lo anterior, el interés de la investigación se dirige hacia la producción de los espacios en viviendas progresivas, así como la mediación e interpretación entre los distintos actores.   6. NOTAS


[1] A comienzos del año 2005 la agencia Bolivariana de noticias publicaba que el déficit de viviendas en Venezuela (en términos de unidades de aprox. 42mts2) era de 1,9 millones. Si esta cifra se compara con el informe de PROVEA para 1995, que consideraba la necesidad de construir 140.000 mil unidades por año para cubrir el déficit en 15 años, podemos comprender que la demanda aumentó a un ritmo de 1.360% en los 10 años. (SUDEBAN, 4-02-2005).
[2] Rescatar la noción de lugar como espacio habitable en el que se despliega el habitar como modo de ser, como experiencia vivida, implica reconocer que el lugar reúne y ordena los objetivos del mundo para propiciar el modo de vivir en él, pero también implica reconocer que el lugar es mundo construido, que sólo es posible el lugar por su construcción por parte del hombre (…) Es esta doble condición de mundo construido-mundo de vida lo que otorga condición de producción cultural al espacio habitable, en el que están presente los saberes, los sujetos y los artefactos de los modos de vida (Guitián, 1998: 55; 2000: 211).
[3] Edificaciones Plurifamiliares: Este término se utiliza desde los años de 1960, al referirse a ensayos de viviendas multifamiliares dispuestas de manera horizonal. Así mismo, Cilento las menciona al referirse a un número reducido de unidades (20 a 30 familias), de baja altura, organizadas en formas de condominio. (Cilento, 2002:30).
[4] Aguachina: Plan de sustitución de viviendas conocido como Consorcio Aguachina, creado para solventar un problema de sustitución de casas derrumbadas por falla geológica. Los vecinos afectados decidieron buscar ayuda con la buena suerte que el Sector de Estudios Urbanos de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela, se encontraba en la zona realizando estudios que abarcaban desde Macarao hasta la Carretera Vieja, y que incluían las barriadas afectadas con la falla geológica. El proyecto cuenta con el apoyo de organizaciones como Fundación de la Vivienda Popular, Ministerio de la Familia y Alcaldía Libertador y con recursos del Consejo Nacional de la Vivienda. El Proyecto se da a partir de la factibilidad de construir sobre el terreno escogido, donde participaron nueve microempresarios y  obreros, todos habitantes de la comunidad. En el armamento del edificio trabajaron  obreros. Las nuevas viviendas cuentan con tres cuartos, baño, sala cocina, comedor, porche. Todo está dispuesto de manera tal, que el propietario acondiciona  el interior  a su gusto. Los cinco edificios conforman un condominio Asociación Civil Valle Verde, cuyos integrantes recogen una colaboración mensual para resolver los problemas y correr con los gastos de áreas comunes, alumbrado público, pintura. (Rivas, Diario Así es la Noticia, 18 de mayo del 2004: pp.2).
[5] Heidegger en su conferencia sobre Tiempo y Ser  en 1962, en la Universidad de Friburgo, expresa cómo a su entender la fenomenología viene impregnada del pensamiento Aristotélico y el pensamiento y la existencia griega, sobre “desocultamiento de aquello que hace acto de presencia, como su desalbergarse,  su mostrar-se”. (Heidegger, 1999:100).
[6] “(…) Decimos se representan y no se reflejan, para dejar bien sentado que no consideramos a la cultura como un mero reflejo de la realidad, tal como lo plantean ciertas posiciones mecanicistas para las cuales, la superestructura (incluiría lo que hemos llamado actividades políticas y culturales), es un reflejo de la estructura económica (…)la cuestión es más compleja que la representaciones que los hombres hacen de su vida real, se conforman a partir no sólo de las condiciones objetivas de existencia sino también de las formas subjetivas con que el hombre o las comunidades se piensan a sí mismos. (González, E. 1997:128).     7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS  

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BHS.-

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