
Dra. Beatriz Hernández Santana.
(Arquitecto (UCV), Magister Scientiarum en Desarrollo Tecnológico de la Construcción (UCV), Doctora en Arquitectura (UCV). Profesora Asociado de la FAU. Miembro Activo del SiLI en la Línea de Territorio. Ex Coordinadora Docente del IDEC. Ex Coordinadora del Programa de Postgrado en Desarrollo Tecnológico de la Construcción. Directora del Instituto de Desarrollo Experimental de la Construcción (IDEC) adscrito a la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (UCV). SPI Nivel I. PEI Nivel B. Autora de varios Artículos en Publicaciones científicas, libros y capítulos de libros. Ha recibido la Orden José María Vargas de la UCV. Área de investigación. Tecnología y Cultura, Techos Livianos en el trópico. Correo: bhernandezsantana@gmail.com)
Descargar el Archivo en pdf: Conferencia-25-años-del-postgrado-IDEC-Hernández-Santana-Beatriz
(Si quiere leer otras publicaciones de la Dra. Beatriz Hernández Santana, ver:
www.ciscuve.org/web/digitalizaciones/articulos/HSB-Techo-Vivien-Cultural.pdf
www.ciscuve.org/web/digitalizaciones/articulos/Revista%20Espacios.pdf
www.ciscuve.org/web/digitalizaciones/capitulos-de-libro/IDEC-Veinticinco-años-Postgrados.pdf
www.ciscuve.org/web/digitalizaciones/libros/vivienda95.zip
www.ciscuve.org/web/digitalizaciones/articulos/Sitech-Entre-Rayas-Hernández-Santana-Beatriz.pdf)
Antes de iniciar, quiero agradecer el apoyo tan importante que nos ha brindado las autoridades aquí presentes para realizar este breve pero significativo homenaje a los profesores que han adelantado una ininterrumpida y valiosa tarea en investigación y docencia del postgrado en desarrollo tecnológico de la construcción durante 25 años. Agradezco así la presencia del Dr. Guillermo Barrios Decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Dr. Alberto Fernández, Gerente de Postgrado Central de la UCV, Dra. Florinda Amaya, Coordinadora de los Postgrado de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Miembros de la Comisión de Postgrados aquí presente, Dra. Carmen Dina Guitián Pedrosa, Dra. Yuraima Elena Martín, Dra. Esther Elena Marcano y Dr. Luis Rosales. Igualmente, agradezco la presencia del Director de la Escuela de Arquitectura, Prof. Gustavo Izaguirre, Profa. María Isabel Peña, Directora del Instituto de Urbanismo, Los Coordinadores de la Facultad, Profa. Rosario Salazar Coordinadora de Investigación y Docencia, Profa. Marieva Payares. Coordinadora de Administración, Prof. Luis Ignacio Marcano, Coordinador de Extensión, Coordinadores de Postgrado aquí presentes, Prof. Azier Calvo, Coordinador Doctorado FAU, Profa. Yelitza Mendoza, Coordinadora Maestría, Profa. Nathalie Naranjo, Coordinadora Maestría de Planificación de Transporte, Profa. Ana Semeco, Coordinadora Maestría, Profa. Patricia Morales, Coordinadora Postgrado Museología, Prof. Benjamín Martin, Instituto Urbanismo. A los organizadores de este evento, Dr. Idalberto Aguila, Director del IDEC, Dra. María Eugenia Sosa, Coordinadora de las Trigésimas Jornadas del IDEC, que junto a su equipo, Prof. Argenis Lugo, Lic. Carmen Barrios, Msc. Ana Teresa Marrero, Esp. Beverly Hernández, personal de la Revista Tecnología y Construcción, Michela Baldi y Rozana Bentos; Profesores a los cuales se les rinde hoy este homenaje. Profesores todos, personal técnico de apoyo y estudiantes de la VI Especialización en DTC que en el marco de estas jornadas inauguramos hoy esta cohorte 2012-2013. A todos muchas gracias por estar aquí.
El Programa de Postgrado en Desarrollo Tecnológico de la Construcción en su esfuerzo por materializar las investigaciones que por más de treinta años ha desarrollado el Instituto de Desarrollo Experimental de la Construcción, no ha sido ajeno a la dinámica y procesos de la tecnología moderna, hoy por hoy cuestionada por una nueva visión de deber ser de la actividad edilicia, fuertemente signada por consideraciones ambientales, sociales y económicas. Para comprender este proceso histórico será necesario detenernos en algunas claves relevantes de la mirada moderna frente a los cambios que se están produciendo gracias al nuevo paradigma de la sostenibilidad.
Bajo el influjo de la modernidad con la cual hemos transitado por más de tres siglos, actualmente debemos lidiar con sus resultantes ambientales, sociales y económicas. Durante el siglo XIX desbordaba el optimismo por el futuro, de Comte a Marx el futuro era promisorio: unos apostando por el orden, otros por la ruptura, pero la fe en el futuro era la misma.
Para entonces había germinado una nueva forma de dar sentido a las relaciones hombre-naturaleza y entre los actores sociales; El papel de la naturaleza se percibía como pasivo, (un simple reservorio de recursos) mientras las relaciones sociales se estructuraban para propiciar el progreso. Las ideologías emergentes, el poder simbólico, imponía esta nueva versión y visión de la realidad; sólo algunas voces intentaban enfrentarse pero la arrolladora dinámica de la modernidad los minimizaba.
Orientados por la convicción de que la naturaleza está al servicio del hombre, sólo para su uso y disfrute, se asume a la ciencia y la tecnología como los instrumentos de transformación para ese progreso, poniéndolas al servicio de la acumulación de capital y la producción de bienes y servicios, así como del intercambio de personas, mercancías y símbolos, modelando de esta manera, entre otros, los modos de habitar de la nueva sociedad, tanto a escala de sus edificaciones como en la de sus ciudades.
Guerras mundiales, conflictos locales, revoluciones, desastres naturales y una persistente pobreza cuestionan el mito del desarrollo, mientras las voces disidentes aumentan.
La incertidumbre y los riesgos comienzan a empañar la visión del futuro; las acciones humanas desatan consecuencias imprevistas, y atentan contra toda posibilidad de orden, “de un mundo ordenado…en el que uno puede saber cómo continuar…en el que uno sabe cómo calcular la probabilidad de un suceso y aumentar o disminuir esa probabilidad” (Bauman, 2005:20), para dar lugar al desasosiego de ese “malestar profundo que sentimos al no ser capaces de interpretar correctamente alguna situación ni de elegir entre acciones alternativas” (Óp. cit.:19).
Todo ello desemboca en una realidad incierta, producto del paradigma de la modernidad, en el que la confianza en un progreso lineal es apenas sustituida en la práctica por una sobresaturación de productos materiales. Resultado a su vez de la unilateral mirada de la razón instrumental; la maximización del lucro; la búsqueda del crecimiento económico; la intolerancia a la diversidad cultural, sexual, etaria, religiosa y de género; la compulsión del cambio por el cambio.
Los valores y concepción del mundo de la modernidad descrita están siendo radicalmente cuestionados y ese es precisamente el signo más profundo de los actuales cambios y cuestionamiento de su máximo postulado «la capacidad de la razón y el trabajo humano para dominar a la naturaleza en su beneficio»[1].
La inquietud es tal, que tampoco se tiene certeza acerca de las consecuencias de la aplicación de los mismos conocimientos tenidos como beneficiosos: “La cuestión no radica en que no exista un mundo social estable para ser conocido, sino que el conocimiento de ese mundo contribuye a su carácter cambiante e inestable.”(Giddens, 1999:50), Nos encontramos así ante el principio de incertidumbre, en el cual el conocimiento genera duda constante ante los resultados, ante sus efectos. A esto se refiere la trascendencia expuesta por Giddens: frente a las estructuras sociales en constante dinamismo, no se ofrece – en rigor filosófico – la última palabra, pues se sabe que los cambios se están produciendo sin certeza, un tanto al azar, tomando sin miramientos las necesidades más inmediatas, más locales de los individuos frente a gobiernos, mercados, etc., es decir, reconociendo la importancia vital al individuo frente al Estado para lograr una sociedad justa.
Esta nueva noción de futuro conduce a una nueva convicción: hay que detener la destrucción del planeta y garantizar, – como sostiene el paradigma de la sostenibilidad – la debida existencia a la generación presente sin comprometer el mismo derecho que tienen a ello las generaciones futuras.
Una mirada antropocéntrica de la tecnología
La tecnología constituye un cúmulo de experiencias desarrolladas por el hombre en su condición social, por lo que debe ser analizada como un hecho social integral. Al dar respuesta a las necesidades del hombre la tecnología implica trabajo, capital, equipos por lo que es un hecho económico; de la misma manera la sociedad debe decidir cuándo usarla, para quién, cómo ubicar su producto, que prioridades establecer en el momento de distribuir sus beneficios, quién se beneficia y quién se perjudica con ello, por lo que se trata entonces no sólo de un hecho económico, sino ético. Pero también la tecnología implica un modo determinado de transformar la realidad basado en: “un sistema de concepciones heredadas y expresadas en formas simbólicas, a través de medios, con los cuales los hombres comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y sus actitudes frente a la vida” (Geertz, 1992:88).
Asumimos entonces que la tecnología es una expresión cultural que contempla variables de orden económico, variables de orden político y social. Y esta tecnología va a presentar siempre un movimiento pendular desde la cultura propia hacia otras culturas, del pasado al presente, de un grupo primitivo a una comunidad de científicos.
En nuestro caso, la tecnología constructiva conduce a la necesidad de analizar el problema con criterios humanos, ambientales, económicos, sociales, etc. Esto último nos recuerda que la actividad del diseño arquitectónico obliga, ante todo, a una reflexión inicial que nos permita acceder a las soluciones de los problemas en armonía con un entorno dinámico y cambiante, sea cual sea el objeto de diseño.
En el mundo actual se multiplican distintos comportamientos sociales e individuales en todas las dimensiones del quehacer humano; comportamientos que, creativamente, ya sea en lo valorativo, en lo económico, en lo político, en lo cultural o en lo científico se confrontan a otras concepciones para dialogar y transformarse.
Ya no existen verdades absolutas. La verdad se mueve en la complejidad de la multidimensionalidad que se construye por la interacción de criterios y mediante la verificación “intersubjetiva”. Intersubjetividad necesaria para lograr acuerdos, interacción, reconocimiento y divergencias, en la construcción de significados.
Es así como pensar en el desarrollo tecnológico debe ser entendido como una actividad que se practica, entre otras, desde la dimensión económica y ecológica con un fundamento antropocéntrico. El hombre es el principal actor y beneficiario de ese proceso. Lo social debe recibir una atención muy especial, sobretodo para no crear mayores desequilibrios entre desarrollo y subdesarrollo.
Las grandes urgencias sociales y la irrupción progresiva de los nuevos paradigmas apremian la formulación de mecanismos y estrategias que permitan asimilar la producción local con los avances tecnológicos foráneos. Pero, más allá de ello, se requiere comprender que la sociedad debe ser incorporada a estas estrategias, para lo cual es necesario encontrar una plataforma de encuentro a los diversos intentos de concertación.
Hoy en día es necesario desarrollar estrategias de enseñanza de los contenidos del tema sostenible para aquellos profesionales que cursan estudios de cuarto nivel. La tecnología de la construcción aún rezagada en ciertas prácticas habituales (excesivo gasto de energía, generación de grandes cantidades de desechos, escaso reciclaje de materiales y edificaciones, contaminación ambiental, etc.).
Desde el Instituto de Desarrollo Experimental de la Construcción (IDEC), las investigaciones adelantadas sobre tecnología e industria de la construcción vinieron a desandar, por una parte, los escenarios transitados por los procesos de producción industrial, la industria de la construcción y su economía en el país, así como nuestras mismas condiciones climáticas y por otro, los criterios generales de diseño que desde la racionalidad, modulación, industrialización y masificación ofrecían los postulados de la modernidad.
A ello se suman los estudios sobre el hábitat popular y la “vivienda progresiva”, lo cual ha exigido a la academia profundizar en el tema para poder abordar en la enseñanza de postgrado aquellos otros criterios que permitan rescatar los “diseños” elaborados por la gente, evaluarlos e incorporarlos a la tecnología de la construcción a través de componentes y sistemas.
Frente a retos como la incertidumbre, la multidimensionalidad, la transdisciplinariedad, la diversidad cultural nos encontramos con un postgrado en el cual la tecnología e innovación formal reconoce, reinterpreta y re-significa múltiples realidades que se vinculan con la tecnología e innovación informal; cuestión que dará inicio a un extenso trabajo de preguntas, de cuestionamientos y dudas, sabiendo que no todas obtendrán respuesta; un proceso en el cual se persigue que la relación entre naturaleza y sociedad constituya un encuentro equilibrado y sostenible.
Pero en toda esta empresa quizás la dimensión más importante resulte ser la formación de los recursos humanos que, con una sólida base ética y del debido dominio del oficio, permita producir espacios habitables por los que aguarda el país, razón para lo cual nos encontramos todos reunidos aquí.
Muchas Gracias