Carmen Dina Guitián Pedrosa

(Socióloga, Doctora en Ciencias Sociales, Profesora Titular de la Facultad de Arquitectura de la UCV, Coordinadora Adjunta del Sistema de Líneas de Investigación (SiLI) sobre Sociología, Cultura, Historia, Etnia, Religión y Territorio en América Latina La Grande y Coordinadora de Investigación desde 1991 de la ONG Centro de Investigaciones Socioculturales de Venezuela-CISCUVE, ciscuve.org/web; ciscuve@gmail.com; @ciscuve, ciscuve-Facebook)

(Publicado en la Revista Tierra Firme (Venezuela, Caracas) 18 (70): 205-215,  Abril-junio, 2000)

(Si desea consultar otras publicaciones de Guitián Pedrosa Carmen Dina: ciscuve.org/?cat=4204)

Si desea leer más acerca de nuestra Línea de Investigación de Territorio (Ambiente, Arquitectura, Ciudad, Comunidad, Comunidad Formal, Comunidad Informal, Imaginario Urbano, Paisaje, Poblador Popular Urbano, Región, Vivienda), ver: (ciscuve.org/?cat=1315)

 

Resumen.

Proposiciones  de la antropología urbana y de la sociología de la cultura ofrecen una perspectiva de análisis de la producción del espacio habitable y sus implicaciones en los modos de vivir, de habitar y hasta de pensar, como sugirió Heidegger. Rescatar la noción de lugar como espacio habitable en el que se  despliega el habitar como modo de ser, como experiencia vivida, implica reconocer  que el lugar reúne y ordena los objetos del mundo para propiciar el modo de vivir en él, pero también implica reconocer que el lugar es mundo construido. Es esta doble condición de mundo construido – mundo de vida lo que otorga condición de producción cultural al espacio habitable, en el que están presente los saberes, las prácticas, los sujetos y los artefactos de los modos de vida como expresiones culturales a las cuales la sociedad asigna valoraciones diferenciadas, en el proceso de producción de sistemas de significación, de comandos de orientación de valores. Si  ello se aplica a la arquitectura como producción del mundo construido, su valoración patrimonial pasa por la lucha por el control político del lugar, de la ciudad, por la lucha por los beneficios de la reproducción del capital y por las visiones y versiones de la realidad que los distintos sujetos asignan a un determinado objeto, según su ubicación en el sistema clasificatorio de la sociedad.

 

Palabras Claves: Cultura, Valoración, Diferenciación, Patrimonio, Espacio habitable, Arquitectura

 

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Introducción: La mirada cualitativa.

Cada vez más las perspectivas de la sociología de la cultura y de la antropología urbana resultan ineludibles para tratar los temas de la sociedad contemporánea, en la medida en que se busca en los problemas concretos las articulaciones con el todo social, reivindicando el viejo y olvidado concepto maussiano del hecho social total, a partir del cual intentamos la reconstrucción y, por ende, la comprensión de la sociedad que deseamos estudiar.

 

Las ciencias sociales que se habían alejado de los modelos marxistas economicistas y de los funcionalistas cuantitativistas, se mantenían en la retaguardia, casi como esperando que la historia les diera una nueva oportunidad. En esa situación estaba la antropología que había tenido que refugiarse en las sociedades exóticas, a lo más en las sociedades campesinas más atrasadas del mundo o en la arqueología y la antropología física. Pocos, como Oscar Lewis, habían osado penetrar el mundo contemporáneo; tampoco le quedaban muchas ganas cuando sus pares científicos estigmatizaban sus obras como ideológicamente tergiversadas, tanto si eran leídas desde la perspectiva de las élites como si lo eran desde la de los sectores populares.

Por el lado de la sociología, las corrientes interactivas -la etnometodología y el interaccionismo simbólico (este último hecho famoso por Erving Goffman)-; los aportes de la sociología de la cultura de Pierre Bourdieu con sus proposiciones acerca de los capitales culturales y la construcción del concepto de habitus como compendio de disposiciones culturales para aprehender e interpretar la realidad, así como muchos otros intentos de mantener viva la sociología cualitativa, produjeron investigaciones que constituyeron importantes plataformas para el auge y el desarrollo posterior de estas escuelas sociológicas.

 

Mientras, la antropología urbana desafiaba la clásica delimitación que asignaba las sociedades primitivas a la antropología y las sociedades modernas a la sociología. Proposiciones tan audaces como la antropología de las sociedades contemporáneas comenzaron a vislumbrar una perspectiva de rescate de condiciones intrínsecamente antropológicas en el desempeño social, el rescate  de los grupos primarios y sus relaciones cara a cara,  el rescate de la producción del espacio habitable y sus implicaciones en los modos de vivir, de habitar y hasta de pensar, como sugirió Heidegger, las novedosas proposiciones de la arqueología urbana que hurgan en los productos de la ciudad hiperurbanizada y sus desechos, evidencias de modos de vida y orientaciones culturales para vivirlos. Sólo así fue posible rescatar el valor de las perspectivas cualitativas, mediante el derrumbe de los grandes relatos, de las grandes teorías y de las grandes utopías sociales.

 

No es de extrañar, entonces, que las nociones que se manejan con respecto a la cultura y las formas de producción de las expresiones culturales (entre ellas el patrimonio) sigan estando atadas a los paradigmas derrumbados; todavía hay quienes manejan que cultura es igual a ideología, o que es igual a bellas artes e incluso que cultura es todo lo que el hombre hace; todavía quienes manejan que el patrimonio es, entonces, el legado de las bellas artes, los monumentos y hasta hacen la concesión de aceptar algunos elementos naturales, siempre y cuando sean también monumentales, como el salto más alto del mundo, las estructuras geológicas más antiguas del mundo, etc.; y finalmente,  todavía permanecen quienes reconocen la producción cultural exclusivamente para los “grandes” creadores, mientras el resto de los mortales se contentan con ser consumidores de las manifestaciones culturales y cuando se acercan a aceptar que los sectores populares producen cultura, entonces le endilgan un linaje de tradición, por lo que cualquier manifestación cultural popular moderna es impensable (lamentablemente esta fue hasta entrada la década de los ochenta la orientación del Estado al tratar los temas de la llamada “cultura popular”).

 

Toda esta carga de prenociones y de prejuicios ha tenido que soportar el antropólogo y el sociólogo cultural en su abordaje de la cultura de las sociedades contemporáneas y su gran diversidad y diferenciación. Ambas disciplinas han tenido que hacer alianzas para enfrentar el estudio de estas realidades, aportando cada una sus perspectivas, métodos, técnicas y, sobre todo, sus bases epistemológicas, para ser capaces de abrir el espacio del estudio de la cultura y sus múltiples manifestaciones en el mundo actual. El desconocimiento, el rechazo o la negación de los aportes de la antropología urbana y de la sociología de la cultura lo evidenciamos cotidianamente en las intervenciones urbanas -sean de gran o pequeña escala-, en los programas de investigación y docencia de instituciones académicas vinculadas al problema, hasta en los programas de educación básica, en los medios de comunicación social, etc. entre muchos otros ámbitos de lo social.

 

I.-De las representaciones colectivas.

I.1.-El concepto de cultura.

Asumo, entonces, que todos entendemos que la cultura no se refiere a la civilización frente a la barbarie, ni se refiere a todo lo que hace el hombre como tampoco a las exquisitas expresiones de las bellas artes. El primero es un caduco concepto evolucionista eurocentrista, el segundo es un concepto ambiguo en el que todo vale y el tercero, es un concepto discriminador y reductor de la producción de conocimiento sensible al genio y la musa de unos cuantos elegidos.

 

Así que entiendo por cultura lo que Enrique Alí González Ordosgoitti nos propone ya desde 1982 y que actualmente he encontrado en una obra de Nestor García Canclini de octubre de 1997, me refiero a:

“Las diferentes maneras cómo el hombre y/o los hombres se representan a sí mismos y a la comunidad, las condiciones objetivas y subjetivas de su existencia en un momento histórico determinado” (González Ordosgoitti, 1991: 128)

 

Inmediatamente el autor amplía el concepto y señala:

“las representaciones que los hombres hacen de su vida real, se conforman a partir no sólo de las condiciones objetivas de existencia sino también de las formas subjetivas con que el hombre o las comunidades se piensan a sí mismos” (op.cit.128)

 

La representación aduce, según los filósofos, a los problemas inherentes al conocimiento, por un lado, y también, a los problemas inherentes a la relación entre las palabras y los objetos significados, es decir, en la representación, el conocimiento y el significado que los hombres otorgan al producto de ese conocimiento resulta esencial. Por lo que el problema de la cultura está esencialmente relacionado con la producción de saberes y los significados que se le asignan a esos saberes, sin que ello signifique que cultura sea igual a educación, por cuanto las distintas formas de producción de saberes trascienden los aparatos educativos formales (la escuela, las universidades) y los procesos sociales para asignar significación atraviesan todo el tejido social (es decir, están involucrados todos los actores sociales, sin discriminación de raza, color, clase, etc.) y se generan en las prácticas sociales propias de las estructuras económicas y políticas así como de la vida cotidiana.

 

Es esto lo que permite a García Canclini (1997: 35) afirmar:

“La cultura abarca el conjunto de los procesos sociales de significación”. A partir de los saberes se estructuran prácticas sociales y se producen  hechos sociales que pueden o no contener una condición de tangibilidad. Lo que para la antropología clásica era la  cultura material y la cultura no material, para los antropólogos contemporáneos y para los sociólogos de la cultura resulta una concepción superada por la postura epistemológica que reconoce en el núcleo del concepto de cultura la representación y la significación que ella conlleva. Lo que existen son diferentes maneras de producir representaciones y significaciones (a ello alude el concepto de campo cultural que veremos más adelante) y diferentes tipos de manifestaciones (saberes, sujetos y artefactos) de dichas representaciones (entre ellas el mundo construido).

 

El conjunto de significaciones colectivas que otorga sentido a los hechos sociales constituye los comandos de orientación de las prácticas sociales; de tal manera que podríamos decir que la cultura se constituye tanto en la dimensión estructural que soporta la realización sociocultural de la vida social (lo que está dado en la sociedad, las estructuras) como en los procesos de estructuración de dicha realización, mediante las acciones de los sujetos sociales y las representaciones que les permiten otorgar un sentido (orientación) y un significado compartido a dichas acciones (lo que se vive en la sociedad, la experiencia de vida, lo vivido).

 

Así, lo cultural conforma las representaciones para las diversas acciones sociales pero también produce y reproduce tales representaciones en saberes, prácticas y artefactos así como, eventualmente, deviene en institución social, según la lógica de reproducción social prevaleciente.

 

Lógica de reproducción social que se concatena con los sistemas clasificatorios de la sociedad; más allá de las clases sociales, el conjunto de disposiciones sociales presentes en las formas que asume la diversidad y la diferenciación en la sociedad. En las urbano-industriales sociedades contemporáneas, ya cuasi tecno-cibernéticas, en las que cada vez más dependemos de los sistemas expertos urbanos (es imprescindible un conmutador, un transporte automotor, un sistema de disposición de aguas servidas, etc.) donde la religión, la condición étnica, el territorio identitario de la comunidad van configurando distintos modos de vivir la sociedad presente, tan diversos y diferenciados,  la conformación y la producción de representaciones requiere ser abordada desde tal perspectiva de diversidad; lo cual se expresa en las diferentes  maneras como se producen las significaciones colectivas (el campo cultural) y en los diferentes tipos de manifestaciones (saberes, sujetos y artefactos) correspondientes a dichas representaciones (entre ellas el mundo construido).

 

I.2.-Campo cultural.

“En tales condiciones históricas [las actuales]… lo cultural se presenta con innúmero de variantes y expresiones en la multiplicidad de lo real, imposibles de ser atrapadas sólo por un concepto de cultura tan abstracto delimitado en lo significante.”… deviene así el concepto de campo cultural (CC), en la manera como es posible organizar teóricamente la diversidad cultural de una determinada sociedad [de clases históricamente determinada].” (González Ordosgoitti, op.cit.: 133).

 

En un preciso escenario de condiciones de constitución de lo social ( lo dado y lo vivido), un campo cultural es una específica manera de producir, transmitir, intercambiar y consumir un determinado conjunto de significaciones colectivas que posibilitan, a su vez, una particular forma de realización sociocultural, dando cabida a la totalidad de saberes, sujetos y artefactos correspondientes a tales significaciones, por lo que existirán tantos campos culturales como combinaciones de lo dado y lo vivido se produzcan en una sociedad, fechada y situada, según sus diversidades y sus discontinuidades históricas. Eventualmente será posible que algunos campos culturales puedan ser sustituidos por otros, que algunos surjan como innovaciones de los sistemas sociales (Campo Cultural Académico y Campo Cultural Industrial Masivo) y que otros permanezcan mientras se encuentren vinculados a la propia esencia de la condición societal (Campo Cultural Residencial).

 

Es importante insistir en que no se trata de una clasificación de sujetos o de una población, se trata de una clasificación teórica de posibles escenarios en donde se produce la cultura, en   la tensión entre lo dado y lo vivido.

 

Las investigaciones de González Ordosgoitti le han permitido detectar tres campos culturales que, a su modo de ver, dan cuenta de  la diversidad cultural de nuestra sociedad contemporánea.

“Entendemos por Campo Cultural Académico: el conformado por aquellas realizaciones socio-culturales que tienen como característica una alta formalización de la información tanto en la producción como en la transmisión de mensajes y bienes, cuya circulación y consumo se efectúa a través de circuitos rigurosamente delimitados, las más de las veces dirigidos (directa o indirectamente) por el Estado (como en la actualidad), conduciendo a que el acceso a los mismos esté definido por reglas explícitas y legalmente oficiales” (op.cit.:137) Subrayado nuestro

 

“Entenderemos como Campo Cultural Industrial-Masivo: el conformado por aquellas realizaciones socioculturales que tienen como característica una alta formalización de la información en la producción y transmisión a escala industrial de mensajes y bienes, cuya circulación y consumo se efectúa a través de circuitos dirigidos por los sectores dominantes (en lo fundamental), enquistados en la sociedad civil y en la sociedad política, que tienden a cubrir todo el tejido social facilitando el acceso de las mayorías al consumo (real y/o ficticio) de sus mensajes y bienes, debido a la sustancial necesidad económica de ampliación permanente del mercado y a su actual función de cohesionador político e ideológico.” (op.cit.: 138) Subrayado nuestro.

 

“Campo Cultural Residencial…Entendemos por este: aquellas realizaciones culturales que suceden en el marco determinante de un espacio habitable y que tienen como característica una alta informalidad (oral, gestual, vivencial, por imitación, anonimia) tanto en la producción, que siempre es en pequeña escala, como en la transmisión de mensajes y bienes. La circulación y consumo de los mismos se efectúa a través de circuitos cuya tendencia es cubrir un pequeño espacio del tejido social rigurosamente delimitado por los miembros de la comunidad donde se crea, conduciendo a que el acceso a los mismos esté definido por reglas implícitas y legales ante el derecho consuetudinario de la colectividad que lo contiene (la legalidad oficial constituye la excepción)” (González Ordosgoitti,1998b: 95-96) Subrayado nuestro. (Para una mayor discusión acerca de los dos campos mencionados remitimos a la obra del autor en la que analiza ampliamente su definición y su ámbito social).

 

I.3.-Las expresiones culturales.

En cada campo cultural se producen diferentes tipos de expresiones (saberes, sujetos y artefactos) correspondientes a las representaciones que en él se construyen (entre ellas el mundo construido). Siendo el concepto de campo cultural un tipo ideal, un constructo teórico que pretende ser sintésis de múltiples formas de construcción del significado social, es posible que en el tratamiento empírico de un determinado fenómeno nos encontremos con elementos provenientes de distintos campos culturales. El mundo construido es un buen ejemplo. Si bien  la arquitectura como disciplina profesional formalizada académicamente se produce, fundamentalmente, en el campo cultural académico, para nadie es un secreto que muchos arquitectos recurren a la producción de otros campos para nutrir su imaginario proyectivo. Tal es el caso de Barragán en México quien explícitamente reconoce la incorporación de formas, texturas y colores provenientes de la producción cultural indígena local o el caso del uso de  las tecnologías de ordenadores, vinculadas al campo cultural industrial masivo, en las formas de representación icónica de la realidad anhelada por el arquitecto.

 

Saberes que contienen las representaciones sociales, que constituyen el núcleo de la producción cultural, sujetos constructores de lo social, en la tensión entre lo dado y lo vivido y artefactos, expresión tangible de la producción cultural (pero también económica, política, social).

 

II.-El mundo construido como caso de estudio.

II.1.-Habitar y construir, un modo de ser en el mundo.

“Habitar, construir, pensar” es el título del famoso artículo de Martín Heidegger que instaura definitivamente el pensamiento hermenéutico en la comprensión de las nociones de espacio, lugar, construcción. Hermenéutico porque interpreta más que explica la realidad, porque por la propia naturaleza de los hechos analizados como fenómenos, se trata no de someterlos a verificación experimental para conocerlos (tal como lo establece el canon de  las ciencias naturales) sino de comprender la manera cómo los actores sociales producen hechos sociales cuya verificación más que por la experimentalidad, se obtiene por la diversidad e intensidad de experiencias sociales vividas y estructuradas por la sociedad. Esta forma de conocimiento posibilita la comprensión de la arquitectura desde la perspectiva del conocimiento de las ciencias sociales, siendo, entonces, posible obtener conocimiento formalizado, sistemático y sujeto a confrontación constante con la variedad de fenómenos atinentes a la producción del espacio habitable y al modo de vivir que ello genera.

 

El concepto de Heidegger establece que “habitar es el modo de ser en el mundo, las construcciones dotan de su presencia a ese modo de ser y se corresponden con él.” (De las Rivas,1992: 21) y “el lugar es el mundo construido” (op.cit.:21). En otras palabras, para Heidegger el habitar es sustancia genérica del ser social, no puede existir ser en sociedad sin que exista la condición del habitar y el modo de vida que ello genera, en este caso el autor abre las puertas a la posibilidad de la diversidad de lo social tanto en lo que se refiere a las distintas sociedades como en lo que se refiere a las diferenciaciones y clasificaciones sociales que una misma sociedad produce, por ello entenderíamos que distintas sociedades producen distintas respuestas al habitar y que dentro de una misma sociedad podemos encontrar diferentes maneras de producir espacio habitable, así como podemos entender, también, que formas de habitar correspondientes a una sociedad determinada se impongan por la vía del intercambio cultural (aculturación o conculturación), dependiendo de los mecanismos de poder que prevalezcan (aceptación cultural o resistencia cultural). 

 

Rescatar la noción de lugar como espacio habitable en el que se  despliega el habitar como modo de ser, como experiencia vivida, implica reconocer que el lugar reúne y ordena los objetos del mundo para propiciar el modo de vivir en él, pero también implica reconocer que el lugar es mundo construido, que sólo es posible el lugar por su construcción por parte del hombre. Esto es lo que Bollnow –discípulo de Heidegger- denomina la doble concepción del lugar, el lugar como espacio concreto construido, el lugar como espacio para el modo de vida (De las Rivas op.cit.); indisociable esta doble concepción, no podemos pensar en un lugar sin presencia concreta así como no podemos pensar un lugar sin vida social, sin su correspondiente modo de vivir el lugar.

 

Es esta doble condición de mundo construido-mundo de vida lo que otorga condición de producción cultural al espacio habitable, en el que están presentes los saberes, los sujetos y los artefactos de los modos de vida. 

 

II.2.-La arquitectura, producción cultural del espacio habitable.

La arquitectura como sistema formalizado de saberes que anticipa la posibilidad de la materialización del artefacto, lo que se conoce como el proyecto arquitectónico, es el momento en que se conjugan la imaginación y la creatividad con el proceso operativo sistemático de prefigurar la realidad. Saberes acumulados que se nutren de la filosofía, la ciencia y la tecnología, el arte y del pensamiento trascendente como compendios del espíritu de los tiempos, del Zeitgest, de una determinada sociedad, situada y fechada.  En este momento de la poiesis arquitectónica, del proceso de producción del objeto, operan los comandos de orientación de las prácticas sociales a través del sujeto que proyecta, por lo que el proyecto no puede ser visto como un acto aislado, individual, único e indivisible, impenetrable de toda reflexión y discurso.  Estos comandos operan mediante la visión y la comprensión que tiene el sujeto proyectante de la realidad,  de su capacidad para interpretar la realidad valiéndose de su capital cultural acumulado, es decir, de “las disposiciones culturales para enfrentar y producir nuevas formas de vivir” (Guitián Pedrosa, 1998: 152), que se constituyen en instrumentos para la interpretación de la realidad o de eso que hemos llamado el espíritu de los tiempos.  En esta fase, el croquis se convierte en el artefacto de producción y en el artefacto producido.[1]

 

Por otro lado, la arquitectura como sistema de prácticas técnicas que conduce a la materialización del objeto para la construcción de la ciudad (Fernández, 1996) implica igualmente un conjunto de comandos de orientación de prácticas sociales asociadas a ella, sin  cuyas prácticas es imposible producir arquitectura, se trata de prácticas sociales, económicas y políticas que resultan “determinantes y condicionantes de las características específicas de las prácticas de la Arquitectura.” (ob.cit.: 111) pero esto no ocurre de manera mecánica ni lineal, es decir, no se trata de una sobredeterminación de lo político, lo social y lo económico sobre la arquitectura como en algún momento se pretendió establecer, se trata más bien del modo de vivir al que da lugar la Arquitectura, “la experiencia del habitar urbano” (ob.cit.: 112).[2] En términos más generales, la experiencia del habitar en el mundo.

 

Cabe aquí la reflexión acerca de uno de los comandos centrales de orientación de la sociedad moderna occidental, la universalización y la homogeneización  de los modos de vida y por ende de sus productos culturales versus el retorno de lo local como comando de orientación para decantar saberes, sujetos y artefactos propios de una realidad local determinada inmersa en la realidad global, las tensiones cada vez más agudas entre lo local y lo global. A la vez,  la inevitable concatenación de las dos escalas imprime un matiz peculiar a la definición actual del espíritu de los tiempos que vivimos y debo admitir que han sido los antropólogos y los sociólogos culturales quienes han abierto estos espacios para la reflexión. Los aportes de Clifford Geertz acerca de los saberes locales ofrecen un marco de interpretación del pensamiento, del sentido común y del arte que enriquecen las reflexiones acerca de la tensión entre lo global y lo local en  el mundo contemporáneo.

 

III.-El  patrimonio.

El patrimonio constituye un comando de orientación de saberes, prácticas, sujetos y artefactos que asigna una determinada significación a las expresiones culturales de la sociedad. Consiste en la suma de valores asignados por una sociedad, en un espacio y en un tiempo determinado, al conjunto de bienes naturales, económicos, políticos y culturales que se define como la riqueza de dicha sociedad para ese momento histórico y es, a la vez, el legado o herencia social para las generaciones futuras.

 

III.1.-Las expresiones culturales como patrimonio.

Las expresiones culturales se pueden establecer como saberes -incluye conocimientos, destrezas, tecnologías y técnicas determinadas-; los lenguajes -la lengua, el cuerpo, los gestos- y la configuración de prácticas, sujetos y artefactos que de la relación entre los saberes y los lenguajes resulta; se caracterizan por el uso del símbolo como mediación para elaborar representaciones de la realidad, lo que constituye la esencia de la cultura. De esta manera los mitos, las leyendas, las historias, la ciencia, la tecnología, las técnicas, el arte, la filosofía y la religión se someten a comandos de orientación que otorgan una determinada valoración, por parte de las diferentes sociedades, en un tiempo y en un espacio determinado y pueden o no constituir patrimonio cultural.

 

La producción de sistemas de significación, de comandos de orientación de valores, se realiza en distintos campos culturales y  combina de distintas maneras los elementos de las expresiones culturales –los saberes, las prácticas, los sujetos y los artefactos- Igualmente se diversifican las maneras como se asignan las valoraciones según estos campos culturales y las expresiones culturales. Si estos criterios se aplican a la producción del mundo construido, dos perspectivas son imprescindibles,  el lugar como espacio concreto construido, el lugar como espacio para el modo de vida. Tres conceptos claves intervienen en el análisis: el objeto materializado de la arquitectura (el artefacto), el lugar del objeto y  el modo de vida.

 

III.2.-La Arquitectura como patrimonio.

En el trasfondo de la asignación de valores está presente el sistema de clasificaciones de la sociedad y afloran, entonces las diferencias, divergencias y hasta conflictos que se suscitan en la asignación de una determinada valoración a un determinado producto cultural.

 

En ocasiones el poder político se impone ante la presión de grupos, sectores o clases con mayor incidencia en la toma de decisiones en la vida social; se impone una concepción oficial del habitar urbano y por ende, de lo que puede considerarse patrimonio. Cuando el Estado venezolano asumió como política de desarrollo urbano la renovación de los centros urbanos –en realidad obedeciendo a la lógica de la reproducción del capital rentista- se impuso el criterio de la modernización de la ciudad y muchos lugares urbanos que contenían y daban forma a modos de vida altamente valorados por la población usuaria fueron simplemente desvastados para producir nuevos lugares que nunca recuperaron el valor anterior, tal es el caso de El Saladillo en Maracaibo o el casco central del pequeño pueblo de El Valle o de Antímano, en Caracas, a duras penas se salvó Petare porque a algún crítico urbano se le ocurrió que el enclave en la colina ofrecía un conjunto de valor estético a la ciudad, sin importar el modo de vida que allí se había generado y las tradiciones y manifestaciones populares contemporáneas que tienen vigencia en ese lugar.

 

En ocasiones la presión de los grupos locales logra imponerse porque convoca intereses de múltiples grupos locales que ven en la defensa de un particular interés, el principio de la defensa de lo local; El desarrollo de manifestaciones populares como La Divina Pastora en Barquisimeto que prácticamente monopoliza el uso del espacio urbano por donde transita el 14 de enero, sacralizándolo por esas horas, se ha impuesto independientemente de los intereses y las valoraciones de grupos o sectores que pueden asignarle una connotación de tradición y atraso a la veneración de una virgen católica.

 

En ocasiones la controversia se ubica en la dimensión económica, el caso del edificio Galipán que se resolvió por la vía del criterio del valor del metro cuadrado de construcción, independientemente de la acción de los grupos de presión provenientes de los profesionales y de los académicos de la arquitectura.

 

La valoración patrimonial de los objetos de la producción cultural pasa por la lucha por el control político del lugar, de la ciudad, por la lucha por los beneficios de la reproducción del capital y por las visiones y versiones de la realidad que los distintos sujetos asignan a un determinado objeto, según su ubicación en el sistema clasificatorio de la sociedad.

 

Determinar la condición patrimonial de un objeto , de la arquitectura en particular, implica un arduo y elaborado proceso de investigación que contemple todos los factores intervinientes en el problema, todas las condiciones que lo contextualizan y sobre todo, la interpretación y la comprensión de todas las visiones y versiones de los sujetos involucrados  en el mundo de vida en el que se inserta la arquitectura, como evidencia contundente de la validez y consistencia de los aportes de las ciencias sociales cualitativas al estudio del patrimonio.

 

Bibliografía.

-Chartier, Roger; El mundo como representación. Barcelona. Gedisa, 1992

 -De la Rivas, Juan; El espacio como lugar. Valladolid. Universidad de Valladolid.

-Fernández, Roberto;  “Modos de hacer ciudad: proyecto y plan”. En Ciudades, 3 (1996) Instituto de Urbanística de la Universidad de Valladolid, España. Pp.111-127

-García Canclini Nestor; Cultura y comunicación: entre lo global y lo local. La Plata, Argentina. Ediciones de Periodismo y Comunicación, 1997.

-Geertz, Clifford; Local Knowledge. Further Essays in interpretive Anthropology. USA. Basic Books, Perseus Book Group, 1983.

-González Ordosgoitti, Enrique Alí; Diez Ensayos de Cultura Venezolana. Caracas. Tropykos-APUCV, 1991.

-González Ordosgoitti, Enrique Alí; Los sistemas de fiesta en Venezuela. Hacia una sociología del uso del tiempo extraordinario festivo en las sociedades estado-nación contemporáneas. Caracas. FACES-UCV. Tesis Doctoral. Inédita. Tres (3) tomos, 1998, Tutor: Dr. Víctor Córdoba.

-Guitián Pedrosa, Carmen Dyna;  “Sociología del habitar”  en Amodio y Ontiveros (comp.) Historias de identidad urbana. Caracas. Tropykos, FACES-UCV. pp. 45-58, 1995.

-Guitián Pedrosa, Carmen Dyna; Biografía y sociedad, una lectura desde la sociología del habitar. Caracas. FACES-UCV. Tesis Doctoral. Inédita Dos (2) tomos, 1998, Tutor: Dr. Víctor Córdoba.

 

 


[1]Las discusiones actuales del croquis como instrumento de diseño arquitectónico y el croquis como obra de arte propician una reflexión interesante acerca de esta etapa de la poiesis arquitectónica en la que el proyecto mismo adquiere condición de producción cultural, independientemente de su materialización (aunque entendemos que sin la materialización del proyecto no existe arquitectura, sólo prefiguración de habitar.

 

[2]Sin embargo, pensar que la Arquitectura es el único sistema de prácticas técnicas que conducen a la construcción de la ciudad, es obviar las distintas maneras como se produce el espacio habitable en la ciudad, Aunque no es objeto directo de este ensayo, debe quedar claro que la Arquitectura se refiere a un sistema experto de construcción de ciudad, producido a partir de saberes académicos formalizados e institucionalizados, es decir, se fundamenta en saberes transmitidos por mecanismos de enseñanza aprendizaje organizados en el aparato escolar de la sociedad, específicamente en las universidades.

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