075-RFCD-1-2016-Marzo-Regional-Ruptura

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Enrique Alí González Ordosgoitti[1]

 

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Resumen

El propósito de este breve artículo es reflexionar ante una de los principales modificaciones que se viene produciendo en la percepción del destino de Venezuela; me refiero al problema de la insurgencia de lo regional como paradigma positivo en los diversos discursos sociales de lo político, lo económico y lo cultural, que si bien tocan de soslayo la noción de identidad, evidentemente la superan, al menos tal como tradicionalmente se ha concebido esta propiedad; como rasgos más o menos espirituales con muy poca incidencia sobre el diario vivir de las mayorías. Pensamos que lo regional -o visto a nivel más general: las diferentes formas de observar la vida a través de escalas- se ha convertido de hecho y de derecho en una constante del ambiente intelectual mundial en la actualidad. De ahí la necesaria referencia a los cambios en el pensamiento internacional, que si bien no constituyen necesariamente la causa fundamental de la discusión en Venezuela -pecaríamos de miopía histórica- sí es uno de los elementos más caracterizadores del contexto del saber formalizado planetario.

(“¿Lo Regional como Ruptura?”: https://ciscuve.org/?p=572 )

Palabras Clave: Región, Regionalización, Escalas, Local, Regional, Nacional, Internacional, Etnia, Religión, Venezuela, Historia

 

 

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Índice

1.-El auge y dominación de la percepción de «totalidades»

2.-Declive  de la percepción de «totalidades»: causas

2.1.-Lo Nacional

2.2.-La «aldea global» o la magia de las Industrias Culturales

2.3.-La pervivencia de la etnicidad

2.4.-Del ateísmo militante a la resurrección de los santos

2.5.-Los usos del sexo

2.6.-La centralidad política: de la panacea a la caja de pandora

3.-Lo Regional en Venezuela: una carrera de obstáculos

3.1.-Su historia antes del siglo XIX: pervivencia de las provincias españolas en las Regiones Históricas

3.2.-Su historia en el siglo XIX: la segunda Venezuela

3.2.1.-Lo económico: regiones con guerra y regiones sin guerra

3.2.2.-Lo político: de mantuanos a generales

3.2.3.-Lo étnico y lo racial: transfiguraciones

3.2.4.-Lo cultural: la primera nacionalización de las Culturas Regionales

3.3.-Su historia en el siglo XX: el petróleo

3.3.1.-Lo económico: de la yunta de bueyes al jet

3.3.2.-Lo político: del centralismo a los centralismos

3.3.3.-Lo étnico y lo racial: cambio a etnónimos extranjeros

3.3.4.-Lo cultural: la segunda nacionalización de las Culturas Regionales

4.-¿Lo Regional como Ruptura?

4.1.-¿Ruptura epistemológica?

4.2.-¿De Caudillos a Alcaldes y Gobernadores o Viceversa?

4.3.-¿Se podrá derribar la muralla económica?

4.4.-¿De la universalidad colonizada al parroquialismo universal?

4.5.-Como no conclusión

 

 

 

 

 

Bastaban tus letras

para que la parte de mar que somos

agitara sus sales

y la arena cambiara de colores.

(02.04.1997)

 

 

 

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El propósito de este breve artículo es reflexionar ante una de los principales modificaciones que se viene produciendo en la percepción del destino de Venezuela; me refiero al problema de la insurgencia de lo regional como paradigma positivo en los diversos discursos sociales de lo político, lo económico y lo cultural, que si bien tocan de soslayo la noción de identidad, evidentemente la superan, al menos tal como tradicionalmente se ha concebido esta propiedad; como rasgos más o menos espirituales con muy poca incidencia sobre el diario vivir de las mayorías.

 

Pensamos que lo regional -o visto a nivel más general: las diferentes formas de observar la vida a través de escalas- se ha convertido de hecho y de derecho en una constante del ambiente intelectual mundial en la actualidad. De ahí la necesaria referencia a los cambios en el pensamiento internacional, que si bien no constituyen necesariamente la causa fundamental de la discusión en Venezuela -pecaríamos de miopía histórica- sí es uno de los elementos más caracterizadores del contexto del saber formalizado planetario.

 

1.-El auge y dominación de la percepción de «totalidades»

La universalización del modo de producción capitalista industrial a partir del siglo XVIII[3], difundió diversos cuerpos de ideas de altísima formalización, que pretendían explicar el mundo de manera tal, que se insistía en lo que era «genérico» a la especie humana, soslayando las diferencias que históricamente se habían venido formando entre las diversas sociedades.

 

Concepción inicialmente humanística que hacía énfasis en la unidad de la especie humana, que luego sería continuada

-por el pensamiento de las ciencias biológicas (teoría de la evolución),

-del pensamiento filosófico (enciclopedistas),

-del teológico (la revolución teórica ocurrida en la teología al considerar que tenían alma los indígenas americanos, había logrado unificar al ser humano desde el punto de vista divino),

-del pensamiento económico (desde Adam y Ricardo, hasta Marx)

-y desde las incipientes ciencias antropológicas y sociológicas (Comte y Spencer).

 

Pero lo que más contribuía a la difusión y prestigio de esa visión de «totalidad» era la práctica social que, evidentemente, tendía a unificar el mundo a partir

-de la división internacional del trabajo;

-de la creación de un verdadero mercado mundial;

-de la nueva expansión imperialista de la Europa del siglo XIX que abarcó toda Asia y Africa

-y de la afinación de poderosos mecanismos de difusión de ideas, a través del Campo Cultural Académico y del Campo Cultural Industrial-Masivo.

 

Esta universalización del modo de ver el desarrollo histórico de la humanidad, como algo coherente y concatenado a partir de la aparición del modo de producción capitalista industrial, se constituía -si se nos permite la comparación- en una religión laica salvacionista cuyo objetivo era de veras, unificar el mundo bajo criterios que gozaban de la aureola de positivos, racionales, necesarios e inevitables.

 

En tales circunstancias, las diferencias reales existentes en las sociedades históricamente concretas eran asumidas como obstáculos a superar, supervivencias de un pasado condenado a la extinción -el célebre destino o karma del hinduísmo, rescatado por el capitalismo más liberal así como por los socialistas-comunistas más radicales, ¡ah paradojas!- imperfecciones de un insuficiente desarrollo.

 

A esa preeminencia de la percepción de unidad universal contribuía el que, las diferencias existentes en las sociedades se percibían inconexas entre sí, se atomizaba la visión de las mismas en una operación ideologizadora de las disciplinas científicas, víctimas de un obstáculo epistemológico esencial que les impedía intentar siquiera un análisis más profundo y menos circunstancial y accesorio, acerca de la diversidad de lo real.

 

No escapa a la gestación de este obstáculo epistemológico, la autodefinición de las ciencias como voluntad de dominio y poder sobre las cosas y por lo tanto, del conocer para poder y poder para controlar. Con la definición de ese deber ser, las disciplinas científicas -casi sin excepción- se constituían en elementos ideologizantes y aculturadores, simples agentes de una imposición central ajena y externa -la mayoría de las veces- a las sociedades que pretendía estudiar y comprender.

 

Pero la realidad tomaría venganza. Las diferencias entre las sociedades fueron irreductibles y  posteriormente volverían por sus fueros, siendo el último escenario de su aparición el del pensamiento formalizado, el cual aunque resulte contradictorio, es muy resistente a cambiar su visión encementada de lo existente.

 

Esta permanencia de la realidad por sobre la visión ideologizada que se tenía de ella, se evidenciaba en que, salvo el grupo de opinión dominante conformado por -entre otros- los intelectuales que desde los diversos mecanismos de difusión del pensamiento social controlaban los principales mecanismos de socialización de las ideas (léase los circuitos del saber académico y de los MCM), el resto del cuerpo societal seguía existiendo con sus particularidades, aunque con la internalización de una inferiorización inducida (Chacón, 1981), que impedía asumirse orgulloso de su diversidad y sólo la aceptaba o como resistencia irreductible a desaparecer (con el ánimo del último mohicano), o como limitación irremediable que le dificultaba asimilarse al destino mundial de la humanidad.

 

Las condiciones anteriores persistieron como rasgos dominantes, mientras el modelo de sociedad sobre el cual se erigían se mostraba triunfador e invencible, dando muestras de su «necesidad» y de su «conveniencia». Pero cuando la sensación de agotamiento y crisis del modelo de desarrollo industrial llegó al techo, se produjeron condiciones más favorables para un análisis menos ideologizado del mismo, veamos cuales fueron los elementos que influyeron en esa nueva dirección.

 

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2.-Declive  de la percepción de «totalidades»: causas

A finales de los años sesenta comenzó a plantearse la crisis del modelo  de desarrollo económico basado en el industrialismo exacerbado, el cual descansaba en el supuesto teórico, elevado a la categoría de máxima, de que la historia humana podía reducirse al permanente intento del hombre de dominar y controlar la naturaleza, es decir una visión antropocéntrica que los crecientes conflictos con el medio ambiente se encargaron de cuestionar urgente y acusadoramente. Es el pensamiento social ecologicista el encargado de cuestionar más severamente el modelo económico instrumentado a escala planetaria, planteándose la necesidad de otra concepción de la relación hombre-naturaleza. Desde el crecimiento cero hasta el ecodesarrollo (Guitián Pedrosa, 1987), los planteamientos ecologistas presentaban una alternativa, aún en el propio seno de los países capitalistas punta.

 

Cuestionado el núcleo del pensamiento que planteaba la inevitabilidad de la uniformización del modo de vida (a través del predominio total del mercado mundial), quedó abierto el espacio para discutir sobre otros supuestos que le habían sido concomitantes, tales como: la desaparición de la nación, la «aldea global» cultural, la disminución de la etnicidad, lo religioso, la concepción de la familia, del sexo y la centralidad política.

 

2.1.-Lo Nacional

El par de opuestos nación-internacionalización constituyó uno de los supuestos que justificaba la expansión colonial, tanto del imperio capitalista americano (EEUU), como europeo (Inglaterra y Francia) y también de la expansión soviética a partir de la Segunda Guerra Mundial. Se afirmaba que el destino de las actuales naciones pequeñas era desaparecer para conformar Estados cada vez más grandes, que permitirían un uso más racional de la explotación a gran escala de los recursos naturales, en una economía altamente centralizada y gigantesca. La tendencia a la unificación era necesaria e inevitable. En el caso de naciones conformadas a través de la unión política de comunidades de origen diverso, se preveía una asimilación gradual de las comunidades minoritarias a las mayoritarias, en analogía escalar de lo que sucedería en el marco de las relaciones internacionales. Para el caso de las sociedades europeas que poseían colonias en la terminología clásica, el camino no era muy distinto, salvo que habría que agregar algunas concesiones políticas tales como cierto grado de autonomía, que alterase en algo el status pero no que lo cuestionara a fondo: la creación de «territorios de ultramar» y «la «comunidad británica», caminaban en esa dirección.

 

Pero la década de los sesenta traerá numerosas sorpresas en ese campo. El proceso de descolonización en Asia, Africa y El Caribe demostrará que, extrañamente esos pueblos no aceptaban el seguir atados al carro europeo definido como tendencia universal. El reclamo -por vías pacíficas y violentas- de su derecho a existir como naciones separadas, evidenció el fracaso de la supuesta asimilación de otros pueblos al imperio europeo. Teorías como el nacionalismo árabe y el panafricanismo, cimentaban la necesidad de ser consideradas como naciones distintas al mundo europeo. Las guerras de carácter popular de Argelia (50), Vietnam (60) y del cono sur de Africa (70), hablaban por sí solas de comunidades nacionales en busca de posibilidades de expresarse por cuenta propia, negándose a ser disueltas en una supuesta tendencia a la universalización eurocéntrica, demostrando el carácter ideológico de tal pretensión unificadora.

 

Las demostraciones en contrario de la tesis de la desaparición paulatina de lo nacional, no se quedaron solamente en los pueblos extraeuropeos que estaban en calidad de colonias, sino que también hicieron violenta irupción en las propias naciones europeas y en los EEUU. Los sesenta demostraron el vigor de los reclamos nacionalistas en el país vasco en España a través del brazo armado de la ETA; de los irlandeses del norte con el IRA en el propio imperio inglés; los corsos en Francia; las naciones –especialmente las musulmanas- del Asia central soviética y el surgimiento de la lucha legal, pacífica y violenta (hubo todos los matices) de los negros en EEUU.

 

El surgimiento a finales de la década de los sesenta y de los setenta,  de numerosas naciones liberadas del yugo de las naciones imperialistas europeas, hizo que las organizaciones internacionales como la ONU, UNESCO, OMS, etc, se abocaran a la atención de los urgentes problemas de estos países. Se establecieron nuevas correlaciones de fuerza en estos organismos internacionales los cuales pasaron de ser, un simple canal de expresión de las políticas de las principales potencias a ser vías válidas para la consecución de reivindicaciones de los otros países no europeos, especialmente del África y del Asia.

 

Tales cambios produjeron una doble influencia en la concepción de la nacional. Por una parte los paises pequeños y/o recién liberados, sintieron reforzadas sus aspiraciones a ser considerados naciones independientes con el derecho a desarrollar y transitar sus propias vías de desarrollo societal, afirmando la necesidad histórica de sustentar su perfil nacional. Por otro lado, las naciones hegemónicas se percataron del fracaso -al menos momentáneo y aunque sólo en el plano político- de la idea sobre la supuesta uniformidad internacional del mundo. Si los años de colonización no bastaron para hacer desaparecer los sentimientos nacionales del pasado y al contrario, se crearon sentimientos anteriormente inexistentes (como es el caso de las naciones del caribe anglo sajón), esas realidades parecían evidenciar el fracaso de tales concepciones negadoras del carácter de la diversidad nacional.

 

2.2.-La «aldea global» o la magia de las Industrias Culturales

Como elementos auxiliares de los procesos de standarización del mundo puestos en marcha por el modelo económico,  se encuentran las industrias culturales. La risueña figura de Macluhan, vendiendo su idea de que el mundo era sólo una aldea global todavía es recordada. Bajo el supuesto de que cualquier acontecimiento que sucediera en el mundo fácilmente podía ser trasladado a la intimidad del hogar de cualquier televidente, lo que avisaba desde ya la desaparición de las distancias y el creciente papel de la convicción, de que la humanidad había alcanzado por fin la conciencia de su unidad. Eramos una aldea global, por lo que las pequeñas diferencias que aún nos separaban, o desaparecerían o simplemente serían reducidas a su mínima significación e importancia. La televisión nos uniría bajo una sóla cultura. No previó el publicista norteamericano el surgimiento de las televisiones nacionales y regionales, la competencia de Japón y Europa en la producción de enlatados audiovisuales para la exportación mundial. Ni el nuevo papel de la radio en la alfabetización en las naciones recién liberadas del colonialismo y en la América Latina subdesarrollada. Ni el cine documental cuestionador, ni las poderosas industrias del cine cubanas y brasileñas por ejemplo. Es decir el medio no se transformó en el mensaje, sino que sería utilizado para difundir -aunque en escala aún no dominante- la diversidad de lo real, la oposición a ser reducidos a una débil caricatura de los países centro.

 

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2.3.-La pervivencia de la etnicidad

La aldea global pudo ser desmentida por la real existencia de las personalidades culturales colectivas: la etnicidad de los colectivos sociales. Estos elementos de la etnicidad se habían venido conformando a través de diversos procesos societales y eran la prueba palpable de diversas condensaciones históricas, que resistiendo o transformándose demostraban su viabilidad en las nuevas circunstancias.

 

Uno de los elementos más importantes de la dinámica cultural del siglo XX, lo han constituido los movimientos reivindicadores de la especificidad étnica.

-El Movimiento Negro o de la negritud, con sus diversas expresiones en el Caribe francés e inglés, en los EEUU y en África (especialmente vinculado a la lucha armada por la liberación de las colonias portuguesas de Angola, Mozambique y Guinea Bissau).

-El Movimiento Indio en EEUU y en América Latina (México).

-La lucha por el derecho a utilizar la lengua materna -e incluso de la secesión- por parte de los pueblos vasco y catalán en España.

-La biculturalidad de Bélgica.

-La permanencia y desarrollo de la diferencialidad étnica en Suiza.

-La convicción hoy reinante en los EEUU de no ser el lugar de mezclas de razas y culturas que supuestamente daría origen al hombre nuevo; el americano, sino por el contrario, encontrarse con que son una federación de grupos étnicos y raciales entre los cuales destacan como primera minoría, los WASP (blanco, anglosajón y protestante), seguidos por los negros, los latinos, los italianos, los asiáticos, etc.

-El paneslavismo y pangermanismo del siglo XIX, aunque disminuido a principios del siglo XX, se ha revitalizado actualmente.

-El panarabismo y el panafricanismo de fuerte incidencia en la actualidad y con poderosas vinculaciones en lo económico y en lo político.

 

Personalidades étnicas de clara permanencia para el siglo venidero, tanto en el mundo desarrollado como en el subdesarrollado, rotundo mentis a la homogeneización cultural de la humanidad, evidencia de la diversidad como sustrato común de los pueblos del mundo.

 

2.4.-Del ateísmo militante a la resurrección de los santos

La visión laica del desarrollo humano -con algunas manifestaciones de ateísmo militante- se consideraba concomitante al mundo moderno. Cantidad de esfuerzos se volcaron en insistir en el papel retrógado e innecesario de las religiones. Se pensaba y planteaba como bandera, la desaparición a corto plazo del hecho religioso o su conversión en un fenómeno marginal y fácilmente prescindible. El avance de la ciencia y de su hermana menor la tecnología, convertirían en innecesaria la búsqueda de explicación de los fenómenos «sobrenaturales» o de temas como la muerte y el por qué de la existencia humana, ya todo eso sería resuelto por el conocimiento de la razón científica (postulada como la RAZON).

 

¡Hete aquí las sorpresas! El resurgimiento del Islam en los países de lengua árabe desde los años cincuenta, comenzó a desmentir la supuesta no vigencia de la religión en las sociedades actuales.

 

Primero tímidamente acompaño el auge del nacionalismo árabe, luego más beligerantemente, acompañaría la conquista del poder en el Irán por parte de la secta minoritaria y martirizada de los shiítas liderizada por los Ayathollas, quienes luego harían sentir su belicosa influencia en el Líbano, invadido por Israel y Siria y en las naciones musulmanas soviéticas vecinas.

 

Los sunnitas por su parte como comunidad mayoritaria musulmana, tomarán el poder en varias naciones árabes aunque no en forma de teocracia gobernante, pero si con un clero poderoso que influirá de manera determinante en la conservación de los rasgos étnicos más preciados, lucharán en contra de formas laicas de gobierno como en el caso de Argelia y de la Unión Soviética. Llamarán a la secesión de la Cachemira islámica de la India para unirse a los hermanos fieles de Pakistán. Otras sectas fundamentalistas –como los Hermanos Musulmanes- presionarán violentamente a aquellos gobiernos de países de lengua árabe que se aparten de la legalidad de inspiración islámica, llegando al magnicidio presidencial de Sadat en Egipto.

 

Los judíos aportarán lo suyo a partir de la década de los setenta. Un Estado concebido y construido por laicos de mentalidad socialista, observará como las crecientes oleadas de judíos del norte de africa y de los EEUU, adoptarán posiciones fundamentalistas creando partidos religiosos, los cuales en el sistema parlamentario de gobierno israelí, se convertirán en el fiel de la balanza incidiendo en el ascenso del clero como poder fundamental y convirtiendo la religión judía en oficial y obligatoria, produciendo graves tensiones sociales con la población laica, colocando en peligro de disolución el interior de la nación a través de proposiciones tan graves, como la de aprobar una ley que defina quien es judío -estando en contra por ejemplo de los judíos por conversión, procedimiento muy extendido en los EEUU- y el impulso y apoyo para la conversión de Jerusalem de ciudad multiconfesional a capital de Israel.

 

Los cristianos no se quedarán atras y habrá posiciones de todos los matices.

-La creación de la teología de la liberación en América Latina definida como la opción de Dios por los pobres.

-La consolidación de los cristianos católicos como la primera minoría confesional de los EEUU, convirtiendo a la Iglesia Católica en una institución poderosa que ha enfrentado en varias ocasiones la política yankee (caso Centroamérica).

-La pervivencia y recrudecimiento del enfrentamiento entre la población católica de Irlanda del Norte y el imperio inglés protestante.

-La victoriosa lucha del catolicismo popular polaco en contra del gobierno militar.

-El papel protagónico de la Iglesia Anglicana en contra del apartheid en Surafrica (Desmond Tutu).

-La Iglesia Católica centroamericana y brasilera como principales defensores de la población en contra de los atropellos de las fuerzas armadas.

-La Iglesia Católica y su apoyo a la lucha de Corazón Aquino en Filipinas.

-Y finalmente, la actuación del Papa Juan Pablo II como abanderado por acrecentar el papel político de la Iglesia Católica, especialmente como opositora de los regímenes que propugnan el cambio social arropado    bajo la bandera del marxismo.

 

Reafirmación del fenómeno religioso como hecho consustancial de las sociedades, sin graves contradicciones para la pervivencia de ciertos elementos de la modernidad, desmontando así los argumentos que «satanizaban» a la religión por ser  implícitamente negadora del desarrollo (entendido en cualquiera de sus expresiones). Nueva derrota de la uniformidad laica.

 

2.5.-Los usos del sexo

El modelo de desarrollo propuesto como totalidad y finalidad de la acción humana planteaba también una definición del sexo y sus usos. El sexo como reproducción y la familia nuclear monogámica como su expresión ideal, con los roles del hombre trabajador fuera del hogar y la mujer trabajadora doméstica. No hay que insistir demasiado para demostrar el derrumbe de tal concepción.

 

El sexo como objeto de diversión y de disfrute en funciones ajenas a la reproducción biológica, el desarrollo legalizado del imaginario erótico de las sociedades, que hoy acepta -con un grado mayor de permisibilidad y hasta de legalidad- las relaciones homosexuales y bisexuales, contrarias a la heterosexualidad planteada como único modelo.

 

Luego de un período de decaimiento de la familia extendida y de la preeminencia de la familia nuclear, hoy observamos un resurgimiento del primer tipo a través de nuevas modalidades de la vida en ciudades, como es el que una misma familia posea varios apartamentos en un edificio permitiendo así el contacto permanente y diario entre varias generaciones de un tronco familiar común. El desarrollo del parentesco por afinidad en las grandes ciudades, creando una extensa red de solidaridad que cumple antiguas funciones de la familia consanguínea extendida.

 

Las necesidades económicas han llevado al trabajo fuera del hogar por parte de ambos cónyugues (cuando existe pareja), o para el caso venezolano, el trabajo de las mujeres que son cabeza de familia, redistribuyendo los roles económicos y con ellos sometiendo a tensión las antiguas relaciones de poder del hombre sobre la mujer.

 

El quiebre de tales concepciones apunta directamente en contra de la consumación de la homogeneidad y abona el terreno para seguir pensando en la dinámica cambiante de los procesos humanos.

 

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2.6.-La centralidad política: de la panacea a la caja de pandora

Acompañando a la visión de «totalidad» estaba la noción de centralidad  en la toma de decisiones. La existencia de un centro político de alta capacidad «técnica», de «expertos», que poseían el milagroso dón de aprehender las principales virtudes y fallas de la realidad y por ende estaban en capacidad de ejercer sobre ella una planificación científica, «neutra», que permitiría el logro de las metas deseadas.

 

Dicho enfoque gozaba (y aún disfruta) de altísimo prestigio lo que permitía justificar, la necesidad de concentrar en pocas manos la toma de decisiones sobre los asuntos nacionales, sin mediar la opinión de la comunidad, considerada sólo como objeto del hacerse de las leyes sociales y económicas. Los sacerdotes poseedores del conocimiento pertenecían a las ordenes laicas de los planificadores y de los economistas, concebidos como una aristocracia del talento, único grupo capaz de acceder a la visión de los principales problemas de la sociedad y cuya legitimidad de su saber técnico estaba probada entre otras cosas, por que eran los únicos que sabían entender y traducir el esotérico lenguaje «científico» usado en el momento (entre otras cosas porque eran ellos mismos los creadores de esa jerga), enarbolado más como barrera -al modo de discurso diseminativo (Pasquali)-  entre ellos y la inmensa mayoría, que como necesaria herramienta de expresión del pensamiento. Lenguaje ocultador de las verdaderas contradicciones de sociedades desgarradas por los conflictos sociales de clase, de grupos, de etnias, regionales, etc.

 

En sociedades industrializadas y en plena época de abundancia gracias a la maximización de la explotación del llamado tercer mundo, las entradas de riqueza eran suficientes como para realizar una distribución de las mismas, que satisfaciera más o menos equilibradamente las necesidades de toda la nación. Potencias como los EEUU disponían de un poderoso Congreso, que hacía realidad la redistribución de la riqueza en medio de arduas batallas entre los representantes de los Estados. La URSS realizaba algo similar -aunque con menor riqueza que repartir- entre las grandes repúblicas federadas (Rusia, Bielorrusia y Ucrania), principales productoras, hacia las otras doce repúblicas, regiones y repúblicas autónomas, procesos fáciles de realizar en una economía en ascenso creciente hasta la década de los sesenta. Pero el agotamiento del modelo de desarrollo no pudo sobrellevar -entre otros elementos- el vertiginoso aumento de los precios del petróleo en la década de los setenta, haciendo evidente la necesidad de replantear el rumbo económico. La torta se volvió pequeña y más grande la lucha por mantener cada uno su pedazo. La toma de decisiones centrales fue duramente cuestionada y las identidades económicas se trasladaron de los diversos espacios macros a los diversos espacios micros, se estimularon pares de opuestos en el propio ejercicio de la planificación, que veía ampliado su universo de acción desmesuradamente:

-a)lo nacional (EEUU, URSS) y lo mundial (mercado capitalista, mercado socialista);

-b)lo nacional (EEUU, URSS) y lo regional (Estados, Repúblicas Federadas);

-c)lo regional (Estados, Repúblicas Federadas) y lo local (Condados, Repúblicas Autónomas)      -d)y lo local (Condados, Repúblicas)  y lo micro-local (Pueblos, Regiones).

 

Estos nuevos espacios para la planificación significaban de hecho una crítica a los modelos de intervención económica sobre la realidad, ya que se ponía en duda la existencia de un número de variables reducidas capaces de ser manipuladas y con ello afectar el todo social. Se postuló por el contrario la diversidad de elementos en juego, que aumentaban exponencialmente al aumentar el espacio geográfico destinado a ser intervenido. Se planteó la idea de una planificación estratégica, contraria a una planificación normativa. Se cambio a la noción de escenario (s) y no de planes quinquenales.

 

Lo dinámico de esta visión significaba un cambio drástico en la manera de entender las capacidades de incidencia sobre los fenómenos sociales, la percepción de laboratorio social -a imagen del laboratorio de las ciencias físicas y químicas- se desdeñó y fue sustituida por la teoría de las probabilidades, que permitía plantearse varios escenarios posibles para la planificación, con lo que la acción de planificar se diferenciaba tanto de la acepción tradicional; que casi es inercia del lenguaje seguirlas emparentándolas como dos fases del desarrollo de la idea de la planificación.

 

Efectivamente la planificación estratégica se asimila más naturalmente a la idea de juego (así se le diga estratégico para no alarmar), por el peso que juega el azar en la consecución de las metas propuestas. Azar no remitido a la suerte sino al reconocimiento de que son tantos los factores en lisa, que hacen tarea sumamente difícil pronosticar sus resultados, aceptándose que la actuación  consciente del hombre y sus grupos permiten explorar combinaciones casi infinitas.

 

Si lo anterior sucedía en sociedades caracterizadas por la abundancia, algo más radical -en cuanto a impugnación- debía ocurrir en sociedades sudesarrolladas donde la evidencia del fracaso, sentido por amplias capas de la población, habría de expresarse en la crítica a la manera de hacer las cosas.

 

En Venezuela con la riqueza producida por el petróleo, la década de los setenta fue entendida como la concreción del paraiso, pero los ochenta nos despertaron de la alucinación. Acostumbrados al ejercicio académico de la elaboración de unos planes de la nación que con la mejor suerte, alcanzaban a ser horneados en imprenta, cuya incidencia en la vida de los Estados era nula, ya que todo podía ser resuelto a través de la anti planificación bodeguera que significaban los créditos adicionales aprobados por el Congreso de la República, la crisis del viernes negro, la deuda externa y Recadi constituyeron el bautizo oficial de la debacle de una manera de vivir y de entender el país.

 

El rey desnudo les dijo a los estados que sálvese el que pueda, que no habría más dinero flotante, ni posibilidades de confiar en los créditos comisionados de la banca internacional. Estrepitosamente las virtudes, ignorancias o inocencias de la centralidad política, fueron convertidas en el enemigo a vencer. Las débiles y sumisas fuerzas de las regiones, vitaminadas conducían feroz oposición al Estado Centralista e Interventor. Fuerzas sociales nacidas y criadas al amparo de los favores de ese mismo Estado, teorizaron sobre la necesidad de eliminarlo como principal arbitro económico y político. Fuerzas de distinta índole y procedencia se suman también al ataque. Pero veamos qué ha pasado, que pasa y que puede pasar en Venezuela en este ámbito.

 

 

3.-Lo Regional en Venezuela: una carrera de obstáculos

Lo descrito anteriormente, ha contribuido a crear en Venezuela un ambiente favorable a la impugnación del centralismo y al surgimiento de una actitud positiva hacia la idea de lo regional como manera más justa y armoniosa de concebir el desarrollo del país.

 

3.1.-Su historia antes del siglo XIX: pervivencia de las provincias españolas en las Regiones Históricas

La idea de lo regional en Venezuela no es inédita, su discusión expresada en las consignas de federación versus centralismo, comprendió buena parte del siglo XIX. Pero pensamos que ahí no se agotan los antecedentes de la idea de lo regional, sino que la época de la colonia nos ubicaría más en el comienzo de la discusión y sobre todo, nos permitiría ubicar las huellas más profundas que perviven en la memoria colectiva de nuestras sociedades.

 

En la colonia, las diversas provincias ubicadas en este territorio se relacionaron con España, al menos hasta mediados del siglo XVIII, de una manera que permitía la pervivencia de amplias posibilidades de conformar una vida marcada principalmente por aconteceres endógenos a cada provincia. La centralización española era más un deseo, realizado cabalmente sólo en algunos momentos y en casos de extraordinaria urgencia (como era el de combatir y expulsar piratas de algunas ciudades cercanas a la costa, o el de medidas extremas para controlar el contrabando en algunas ciudades), que práctica cotidiana. Contribuía a tal característica la inmensidadd geográfica del país, que levantaba barreras difíciles de franquear para los medios de locomoción de la época, a la par de la marginalidad de la provincia venezolana dentro del marco de las otras posesiones españolas en América, lo que hacía poco apetecible un control férreo por parte de la corona como lo llevaba a cabo en Lima, Bogotá, Quito o México.

 

Esta posibilidad de actuación endógena se constituyó en la principal característica del modo de vida de dichas provincias, la cual pasó a conformar parte indisoluble de la memoria colectiva de dichas comunidades, las cuales a pesar de los fuertes y graves cambios ocurridos en la guerra de secesión y luego con la petrolización del país, seguirían perviviviendo hasta nuestros días.

 

Esta memoria sirve de base para hablar de Regiones Históricas, como una categoría que permitiría explicar la pervivencia de rasgos fuertemente resistentes a su desaparición y que se han configurado como elementos insustituibles de la personalidad colectiva de importantes espacios geosociales de Venezuela.

 

A título de señalar indicios empíricos que, a falta de investigaciones más profundas, de una vez nos afirman la presencia del fenómeno descrito: internalización de una memoria colectiva convertida en elemento de cotidiana reproducción en los diferentes ámbitos de la acción social.

-Valga el ejemplo alimentario de la manera de preparación, cocción y composición de las hallacas, plato decembrino navideño tradicional por excelencia, que permite adivinar su procedencia simplemente por encontrarle garbanzos, cochino, huevo, carne picadita o en trozos gruesos.

-O en la música el hablar de joropo o golpe; oriental, central, llanero y tocuyano.

Divisiones que atañen indudablemente a momentos de la historia de Venezuela en que las divisiones geopolíticas obedecían -en mayor grado- a necesidades geográficas naturales, debido entre otras cosas a la dependencia de la sociedad de los fenómenos geográficos por la casi inexistencia de medios tecnológicos para superarlos ostensiblemente. Situación diferente al paisaje geográfico del siglo XIX y radicalmente distinta al del sigo XX petrolizado.

 

3.2.-Su historia en el siglo XIX: la segunda Venezuela

Un segundo momento de redefinición de lo regional ocurrirá en el siglo XIX. Las estructuras económica, política, étnica, racial y cultural serán  transformadas por las diferentes guerras civiles que a lo largo del diecinueve sacudieron a Venezuela.

 

3.2.1.-Lo económico: regiones con guerra y regiones sin guerra

La primacía del cacao como materia prima exportadora sufrirá ostensiblemente, por estar ubicadas sus zonas de cultivo a lo largo de la geografía de guerra. Las zonas norte costeras recibirán quemas intermitentes de los bandos realistas (monárquicos) y patriotas (republicanos), la política de tierra arrasada instrumentada por el bando derrotado para evitar que el enemigo de turno victorioso se abasteciera, sometió a un desgaste permanente a la agrícultura y en general a los pueblos sedentarios costeños, asiento de algunos de los principales puertos y ciudades del país, La Guaira, Puerto Cabello, Barcelona y Carúpano.

 

Repercusión económica distinta tendría en el otro escenario principal de los combates; los llanos, pueblos semisedentarios y nómadas cuya principal ocupación era la de la cría de ganado de carne, para lo cual veíanse obligados a ser transhumantes a lo largo del año en busca de los mejores pastos. Con esta actividad se incorporaron al abastecimiento de los ejércitos, por lo que no podría afirmarse que hubo una ruptura o destrucción vital de su modo económico.

 

En lugares más alejados de la actividad guerrera permanente como fue el caso de los Andes, su economía pudo seguir desarrollándose hasta llegar a la creación de un polo económico a finales de siglo, que serviría de base material para la llegada de los andinos al poder en el siglo XX.

 

3.2.2.-Lo político: de mantuanos a generales

En lo político se modificarán las tradicionales relaciones de poder existentes, desaparecerán las impuestas directamente por las obligaciones monárquicas y serán disminuidas o barridas aquellas de los blancos criollos, basadas en su especificidad de grupos dominantes secundarios en la estructura política colonial. Los nuevos factores de poder político se basarán exclusivamente o en su fuerza económica, o en sus antecedentes militares en las luchas secesionistas y federales. Tales cambios conllevarán una nueva conciencia del papel de su espacio geopolítico en el equilibrio de poder de la nación venezolana. A falta de un ente eficazmente centralizador, cada jefatura geopolítica se sentirá con  capacidad y derecho de reclamar para sí altas cuotas de desición en el destino de la riqueza nacional, dirimiendo las discrepancias en el terreno de la confrontación bélica.

 

3.2.3.-Lo étnico y lo racial: transfiguraciones

Lo étnico -entendido como la personalidad cultural colectiva- y las características raciales, se transformarán, especialmente en la geografía de la guerra, debido entre las causas fundamentales, a los intensos procesos de migración que obligaron                   -especialmente en familias cuyos componentes masculinos habían muerto en la guerra- a la misceginación como proceso dominante, difuminando las especificidades raciales provenientes de la colonia, cuando el excesivo control para evitar la movilización geográfica interna de los sectores populares y las dificultades jurídicas para saltar el régimen de barreras de color imperante, dificultaban severamente la mezcla de las diferentes categorías socio-raciales. Damos por supuesto el que estos nuevos arcoiris raciales recibirían una explicación en la conciencia colectiva (mitos, leyendas, chistes, etc), agregando nuevas cualidades al etnónimo (central, llanero, oriental), el cual seguía fundaméntándose en las divisiones político territoriales provenientes de la colonia, ya que las nuevas divisiones de la era repúblicana no poseían aún ni una amplia carga de tiempo, ni estabilidad suficiente para integrarse como carácter identificador de una comunidad escasa, dispersa e incomunicada entre sí, por el retroceso de la infraestructura comunicacional ocasionada por el estado de guerra intermitente de la nación.

 

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3.2.4.-Lo cultural: la primera nacionalización de las Culturas Regionales

En lo cultural asistimos al primer gran proceso de nacionalización de las culturas regionales. Las especificidades culturales creadas asiduamente a lo largo de tres siglos en cada provincia venezolana, convertidas por ende en culturas provinciales, serán transculturadas por toda la geografía afectada por las guerras originando fundamentalmente conculturaciones, ya que ningún grupo humano era lo suficientemente compacto en cuanto origen cultural común, como para imponer un bloque cultural, antes bien, estaban formadas dichas agrupaciones móviles, por agregados de personas convocadas sólo por la huida ante el inminente peligro de muerte en las guerras, las cuales mestizaban aceleradamente las culturas, propiciando los préstamos culturales, especialmente en las áreas de las tecnologías de supervivencia: cocina, vivienda y vestido (el liqui-liqui fue una adaptación de los uniformes militares recuperados en el campo de batalla).

 

Esta refundición de las culturas regionales nacionalizándose en cuanto a la mayor cobertura geográfica de sus expresiones, se realizará en el caldero de la cultura de guerra, especialmente en las de mayor contenido social, la secesionista y la federal. Construyéndose mitos unificadores de la nueva Venezuela como el de Bolívar (héroe cultural y mito fundacional) y el de Zamora y Paéz (héroes culturales solamente). Dividiéndose la historia popular de algunas poblaciones entre antes y después de Bolívar (cabe el ejemplo de Mamporal y Tacarigua de Mamporal en el Estado Miranda, en donde la última acusa a la primera, «de no haberle dado agua a Bolívar cuando la emigración a Oriente, por lo que este maldijo a Mamporal») y permeando el cuerpo social de expresiones resemantizadas en el nuevo contexto.

 

Tales cambios contribuyeron a un replanteamiento cultural de lo que era la nueva nación, relegando -en las zonas geográficas de guerra- a significaciones menores las cargas culturales tradicionales coloniales asentadas en los núcleos urbanizados, rechazando explícita o implícitamente ese legado, tal como ocurrió en los espacios urbanizados de los llanos centrales y orientales, donde lo tradicional se conservó más en lo rural, que era lo más mestizado. Posición contraria a la de las ciudades andinas, que lograron mantener un mayor hilo relacionador con el pasado colonial español y blanco, asumiendo como propias el legajo cultural de los saberes formales, escolarizados o no, facilitados por la permanencia de las mismas condiciones culturales en la Colombia andina, persistiendo las diferencias coloniales entre culturas urbanas letradas y culturas rurales analfabetas y con clara ascendencia étnica indígena.

 

El siglo XIX nos dejará una Venezuela culturalmente más homogénea desde el punto de vista de la unificación existencial que la vinculaba a los procesos secesionistas y federales, pero las heterogeneidades se mantuvieron y se ampliaron sólo que con el carácter de elementos culturales subordinados y dominados. Se mantuvieron, porque los asentamientos geopolíticos básicos provenientes de la época colonial seguían siendo los mismos en esencia. Y se ampliaron, porque se introdujeron diferencias drásticas en lo que eran semejanzas básicas de las zonas urbanizadas coloniales, creando las condiciones para un relativo equilibrio -y a veces predominio- de lo rural sobre la ciudad, en zonas donde anteriormente la relación era inversa, como lo ilustra el llano con el papel de Calabozo; de ciudad central de Venezuela a pueblo disminuido sin casi incidencia sobre el país aún en el siglo XX. En otros casos acentuó la supremacía de lo urbano sobre lo rural, auspiciando el proceso de concentración en la zona norte-centro-costera de Venezuela, al no poder reconstruir todos los enclaves norte costeros como Coro, Barcelona y Carúpano.

 

3.3.-Su historia en el siglo XX: el petróleo

El siglo XX traerá consigo fuertes y drásticos cambios en la estructura general de Venezuela, incluida la relación entre sus diversos componentes geopolíticos. La aparición del petróleo como el principal factor dinamizador de la economía nacional modificará de faz numerosos elementos preexistentes y creará otros, cuya preeminencia mayoritaria es hoy indiscutible aunque no hicieron tabla rasa con el pasado, antes bien, profundizó en algunos casos brechas  anteriores.

 

3.3.1.-Lo económico: de la yunta de bueyes al jet

El impacto económico petrolero sobre los usos del espacio regional fue lo suficientemente importante, como para dividir en dos la historia de la dinámica espacial venezolana. Se habla de la existencia de un espacio prepetrolero, petrolero y del petróleo (B. Ceballos, 1989). Los antiguos  paisajes geográficos modificáronse para mejor expresar las nuevas relaciones de flujo económico existentes.

 

Los polos dominantes ya a finales del siglo XIX mantuvieron e incrementaron su influencia, caso de la sección centro norte costera y de la región del Lago de Maracaibo. Nuevos polos surgieron producto de la  actividad petrolera, dando origen a ciudades que se convertirían en organizadoras de su espacio regional inmediato, como Puerto La Cruz, Punto Fijo, Cabimas y Ciudad Guayana (esta última por el hierro).

 

En la mayoría de los espacios ya marginados en el siglo XIX se acentuaron  esas condiciones, conjuntamente con una nueva, la de ser receptores de parte de la redistribución de la renta petrolera por parte de un Estado, que anteriormente sólo hacía acto de presencia en esas regiones en expediciones de castigo a los distintos alzamientos y asonadas caudillescas. Observamos en lo económico el reforzamiento de las principales líneas de uso del espacio venezolano prefigurado a finales del XIX.

 

 

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3.3.2.-Lo político: del centralismo a los centralismos

El crecimiento exponencial de la capacidad financiera del Estado venezolano convirtió a éste en el principal inversionista nacional, procediendo a ser un redistribuidor de la riqueza, signando dicha actividad con el deseo explícito de favorecer los polos tradicionales de concentración del poder regional. En lo básico, no se introdujeron modificaciones esenciales en la desigual redistribución del poder preexistente a la llegada del petróleo, se siguió tratando y negociando con los nuevos personajes que asumían para sí la representación total de la región, cuando en la práctica lo eran sólo de su grupo particular. Negociaban parcelas de poder con el centro y reproducían en el interior de la región (esta vez sustituida y desgranada como estados particulares), las mismas desigualdades. Se trataba de un pacto entre élites del poder central con las élites del poder regional, en las cuales estas últimas aceptaban su papel de subordinadas ya que el nivel central les garantizaba suficiente volumen de riqueza como para mantenerse y crecer.

 

La ubicación regional de esa relación se encontraba en las capitales de estado, que desde la más modesta (San Fernando de Apure) hasta la más importante (Maracaibo), se presentaban como signo del progreso a costa del olvido del interior del estado. La bonanza económica permitió el desarrollo de estas desigualdades y de los pactos que la sustentaban, pero la crisis reciente de los años ochenta hizo estallar los acuerdos.

 

Como rasgos diferenciadores con el siglo XIX se da el que ya no se conciban las mismas regiones -por parte de los principales dirigentes políticos-  desde el punto de vista económico y político y que tales atribuciones sean hoy potestad del estado (Aragua, Bolívar, etc), mostrando una nueva maduración de la conciencia política en cuanto  a organización territorial se refiere. Y que el interior del estado se resienta del control ejercido por la capital, cuestionando a veces la legitimidad de esa cualidad por considerarla no apropiada a las nuevas realidades producidas por el impacto económico, lo que originó la formación de ciudades interioranas con mayor riqueza económica que la capital del estado, valgan los ejemplos de:

-Calabozo y Valle de La Pascua por sobre San Juan de los Morros;

-Puerto La Cruz por encima de Barcelona;

-Ciudad Guayana y no Ciudad Bolívar;

-Punto Fijo desplazó a Coro;

-Yaritagua tiene más peso económico que San Felipe;

-Acarigua-Araure desplazaron a Guanare;

-Guasdualito a San Fernando;

-Valera a Trujillo

-y Porlamar-Pampatar a La Asunción.

 

En tales condiciones es posible afirmar, que la celebre disputa de la concentración del poder en el centro en detrimento de las regiones, hoy se mantiene evolucionada y convertida en oposiciones escalares. A la par de la desaparición pólítica de las regiones entendidas como en el siglo XIX. La asunción de los estados como personalidades económicas propias atomizó las anteriores regiones y aumentó el número de las mismas.

 

3.3.3.-Lo étnico y lo racial: cambio a etnónimos extranjeros

La personalidad étnica conseguida a partir de los elementos tradicionales configurados antes del XIX, transfigurados y reconvertidos luego, van a ser impactados por las realidades culturales y raciales producto de la economía petrolera. Las consecuencias variarán desde pocas, en aquellos estados marginalizados aún más (como Apure, Guárico, Sucre, Amazonas y Delta Amacuro), hasta muchas, en aquellas entidades centrales (DF, Zulia, Aragua, Carabobo) y totales, en aquellas ciudades y pueblos nuevos (Punto Fijo, Puerto La Cruz, Puerto Ordaz, Caripito).

 

La personalidad étnica se diluirá como totalidad macro y adoptará la multiplicidad y las pequeñas totalidades. La tradición cultural como factor diferenciador de las distintas agrupaciones y los elementos culturales modernos como tendencias homogeneizadoras (aunque los cuerpos tradicionales relativizarán enseguida estos aspectos) y puentes para el encuentro, tanto personal y particular, pero sobre todo, como público masificado y robotizado.

 

La configuración racial se modificará radicalmente sobre todo en las grandes ciudades, numerosos contingentes migrantes especialmente asiáticos (sirios, libaneses, chinos), europeos (españoles, portugueses e italianos) y latinoamericanos (colombianos, chilenos, peruanos, dominicanos y ecuatorianos), participarán de un nuevo proceso de misceginación que si bien no será tan profundo como el de siglos anteriores -que permitió una posterior homogeneización de los resultados- si se efectuará en densidades apreciables como para no quedar convertidos en enclaves, aunque éste último peligro no esté despejado del todo.

 

La particularidad en cuanto a lo étnico, del siglo XX respecto al XIX, es la presencia en la actualidad de grupos sociales cuyo desempeño en las actividades del país, están mediatizadas e identificadas a partir de su etnónimo extranjero, su carácter étnico bicultural-binacional: luso-venezolanos, ítalo-venezolanos, judío-venezolanos, sirio-venezolanos, libanés-venezolano,  chino-venezolanos,  colombo-venezolanos, etc. Introduciendo elementos distintos a las tradicionales identificaciones geosociales como las de: andinos, orientales, guayaneses, luciendo estas como desfasadas, sin poder de convocatoria comparada con los grupos étnicos biculturales-binacionales, produciendo una indefensión social extra para los individuos de las  regiones, quienes poseerán menos mecanismos para convocar la solidaridad social mecánica, tendiéndose a conformar actividades económicas monopolizadas por grupos étnicos, similar a los procesos que ocurrieron y ocurren en los EEUU. Fenómenos relativamente recientes, no percibidos por los gobernantes con las posibilidades y peligros que conlleva.

 

 

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3.3.4.-Lo cultural: la segunda nacionalización de las Culturas Regionales

En lo cultural también se sentirán radicales cambios entre el siglo XIX y el XX. Como rasgos caracterizadores tenemos el predominio -desde el punto de vista del prestigio- de los elementos modernos sobre los elementos tradicionales, especialmente en el ámbito de los saberes formalizados y en el  audiovisual; la recreación y fortalecimiento de las manifestaciones regionales tradicionales a partir del uso de la tecnología moderna y la segunda nacionalización de las Culturas Regionales gracias al uso intensivo de tres mecanismos de comunicación: la escuela, los medios de información masivos y la multiplicidad de los contactos personales, tanto permanentes (migraciones), como esporádicos (viajes de negocios, turísticos, deportivos, académicos, etc).

 

El prestigio acumulado por los elementos modernos de la cultura no obedece sólo -ni principalmente- a manifestaciones de eficacia superior sobre los elementos tradicionales sino fundamentalmente, a una lucha cultural emprendida por los sectores dominantes cuya meta es la de inducir una inferioridad en los elementos culturales tradicionales del pueblo, con el fin de paralizar y mediatizar las energías creadoras que se inspiran para su desenvolvimiento en la historia misma de la comunidad, antes que en modelos presentados como triunfadores de clara intención extranjera y extranjerizante, que persiguen como fin primordial el extender las redes de apropiación y adormecimiento de la conciencia colectiva.

 

El segundo factor caracterizador de la relación puede entenderse, como una lucha de resistencia cultural a desaparecer por parte de los elementos  tradicionales, los cuales establecen diálogos con la modernidad utilizándola como recurso para su fortalecimiento. Tímidamente esta actitud se vislumbra en la escuela, cuando plantea la posibilidad y necesidad de incorporar en los pensum académicos la enseñanza e investigación de las Culturas Populares Tradicionales (claro ejemplo el de la Unidad Currícular Folklore del Area PASIN durante los años 1981-1984. Experiencia que hoy se está retomando en los Estados Aragua, Bolívar y Miranda) y un poco más audaz en el Campo Cultural Industrial Masivo, con la utilización de la  tecnología audiovisual para organizar y conservar la memoria o para experimentar con la creatividad estética.

 

El tercer rasgo caracterizador de las Culturas Regionales es su segunda nacionalización. Si en el siglo XIX, los encuentros provocados por las continuas movilizaciones de los grupos humanos condujeron a un intercambio significativo entre los imaginarios sociales regionales, la segunda mitad del siglo XX traerá los mismos efectos aunque multiplicados en intensidad y consecuencias. En las primeras décadas del siglo XX continuaban los volumenes de fluidos de relaciones entre las regiones igual que en el siglo XIX, pero la frecuencia pronto cambiaría producto de dos procesos: las migraciones internas que tuvieron un efecto demoledor en el despoblamiento de algunas regiones en favor de otras, como es el caso de los margariteños que se trasladaron a Monagas, Falcón y la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, donde aún hoy constituyen grupos con perfecta identidad étnica y el papel jugado por la escuela y los medios masivos de información (Radio, Disco y TV), en divulgar rasgos artísticos de algunas regiones, provocando un proceso de imitación que con el tiempo sirvió para  convertir una manifestación musical regional en rasgo nacional de identidad cultural. Ejemplo de la gaita zuliana ya desde la década de los cuarenta, el joropo apureño (arpa, cuatro y maracas) desde los cincuenta, la fulía y las parrandas centrales desde los ochenta.

 

 

4.-¿Lo Regional como Ruptura?

Los apartes anteriores fueron la introducción necesaria, para caracterizar a grandes rasgos los problemas de asumir lo regional como perpectiva teórica y práctica.

 

4.1.-¿Ruptura epistemológica? 

Asumir la complejidad de lo regional como perpectiva del conocimiento, implica evidentemente, una ruptura epistemológica con el modo de asumir su objeto de estudio por parte de ciertas disciplinas de las ciencias sociales, preocupadas por encontrar los lineamientos esenciales de formaciones sociales macros y no por incidir en la práctica inmediata de los grupos humanos. Significa reconocer la entidad de los sujetos micros como objetos de estudio. ¿Significa suponer la necesaria relación existente entre ese escenario microsocial y la formación social en su totalidad? ¿O una respuesta afirmativa a esa pregunta no es relevante? Debemos cuidar que la crítica a la razón dominante no se convierta en la negación del uso necesario de la razón. Renunciar a la razón es aceptar las razones de la RAZON dominante, como quieren hacer ciertos posmodernistas. Acostumbrados a convivir con paradigmas teleológicos, nos encontramos realizando acciones de conocimiento cuyo sentido no se nos presenta claro. ¿Es necesario tenerlo claro antes de comenzar a conocer la realidad escogida? Han fracasado maneras de entender los fines últimos del conocimiento, pero no la necesidad de enfrentar el conocimiento a la ética, como maneras diferentes de realizarse lo humano. Interdependientes no, pues sería creer que una priva sobre la otra, cuestión cuya falsedad está harto demostrada. Conocimiento más voluntad de conocer para qué. La desaparición de la noción apriorística de totalidad no significa la desaparición de la totalidad como tal. La profundización en los espacios micros quizás nos conduzcan a mejor descubrir las verdaderas totalidades.

 

4.2.-¿De Caudillos a Alcaldes y Gobernadores o Viceversa?

La desmesura en hacer hincapié sólo en un lado de la injusticia puede hacer que la otra injusta parte perviva y se desarrolle. Criticar los recursos asignados en Caracas (en Miraflores y en el Capitolio) a espaldas de los estados, es tan válido como criticar las inversiones que se hacen en Maracaibo y no en Cabimas o en Bobures. ¿Qué se quiere, modificar los grados de participación de manera de quitar grados de poder a las oligarquías de hierro del centro, en favor sólo de las oligarquías de hierro enquistadas en cada estado? ¿Qué impulsar, un recambio entre oligarquías o un recambio entre oligarquías y sectores mayoritarios de las regiones? ¿Con la acumulación de poderes dados por ley, el Alcalde y el Gobernador están lejos o cerca de convertirse en caudillos civiles? La descentralización de poderes no ha caminado lo suficiente hacia una democracia de participación y no sólo de representación. Alianzas en contra de todos los mecanismos de excesiva centralización. Recordar las «familias» de ingrata recordación conformadas en Carabobo, Bolívar y Falcón. Conjugar las presiones locales con las nacionales.

 

4.3.-¿Se podrá derribar la muralla económica?

¿Qué puede significar la regionalización en un país que ha vivido de la renta producida en escasos enclaves del territorio? Las deformaciones impuestas por el estilo de desarrollo lucen imponentes, ante posibles intentos de modificación. Del consumo orientado a maximizar las ganancias de quienes controlan el mercado mundial capitalista, al consumo que permita aprovechar los recursos y posibilidades regionales. Pero los grupos económicos locales que medraron al amparo del anterior estilo, siguen conservando las principales cuotas de poder. El Gobernador de Bolívar está tácitamente aliado al Presidente de la CVG ¿cómo hacer el cambio entonces?, ¿o cuál será el alcance del cambio? La pelea por obtener recursos centrales todavía se libra, se ha cedido representatividad pero no participación y poder real sobre las riquezas materiales. Habrá necesariamente que utilizar los conocimientos históricos para redescubrir las características económicas de cuando esas regiones eran prósperas o al menos casi autosuficientes, revalorar el pasado, no siempre todo tiempo presente fue mejor. Ajustemos el espíritu para las rectificaciones.

 

4.4.-¿De la universalidad colonizada al parroquialismo universal?

Nos habían vendido la baratija de creer que lo universal es exactamente lo que se da fuera de nosotros, los latinoamericanos y africanos tercermundistas. Desde la alucinación divulgada por los programas del Ministerio de Educación, de vendernos como historia universal la historia inmediata del Mediterráneo (¿dónde han estado nuestras cabezas educativas que permitieron la pervivencia de tal desmadre?); hasta las célebres páginas de la Historia de Morón que afirma (siguiendo a Morales Padrón) que nuestros indígenas no tuvieron historia hasta la llegada de Colón.

 

Los enciclopedistas e iluministas de siglos anteriores siguen viviendo tranquilamente en nuestro medio intelectual, a la hora de explicarnos a nosotros mismos. Angustias existenciales clamando por la modernización de nuestro país, entendida como renuncia a todo lo que somos, paso necesario para nuestra «universalización». Rechazo a lo regional y lo local entendido como mediocre parroquialismo. La ignorancia se campea por nuestras mentes «más lucidas». Todo lo universal tiene su referente local, que alguien demuestre lo contrario. ¿Puede entenderse Shakespeare sin las alusiones a las realidades históricas que magistralmente diseña? ¿Cuánto de cultura antigua indígena, ibérica, árabe y africana encierra nuestro folklore, nuestro idioma, nuestras costumbres culinarias? Regionalizar los recursos materiales culturales porque los talentos siempre lo han estado. Emprender con alegría y prontitud el descubrimiento de lo universal nuestro, especificidades humanas de quienes habitan esta tierra simplemente.

 

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4.5.-Como no conclusión

El adaptar el punto de vista de las totalidades influirá seguramente en nuestros hábitos de pensar y escribir. Habremos de modificar los finales, porque ya no existirán sino como acuerdo cómplice entre quien escribe o habla y quien lee o escucha. Por eso aquí no habrá conclusiones, sino solamente una descripción del estado de ánimo necesario para enfrentar los tremendos retos, que nos coloca el pensamiento en estos finales de siglo sin seguridades ni guaridas.

 

¿Cuál ha de ser el papel del saber académico? Las Humanidades vinieron por el desquite y colocaron de bulto toda su potencialidad. ¿Pero y las herramientas? Hoy más que nunca la búsqueda de la verdad muestra un camino desamparado. Hay tanto que inventar, pero antes hay tanto con qué romper. Y todo comenzó con intentar estudiar lo más pequeño, lo más cercano, lo local, lo regional. Convocamos sin querer la presencia de lo universal y ahora no sabemos que hacer. Sólo nos queda la razón, suficiente compañía.

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[1] .-Enrique Alí González Ordosgoitti.

Doctor en Ciencias Sociales, Sociólogo, Folklorólogo, Filósofo, Teólogo, Locutor, Profesor Titular de la UCV, de la Facultad de Teología de la UCAB y del Instituto de Teología para Religiosos-ITER.

-Co-Creador y Coordinador General -desde 1991- de la ONG Centro de Investigaciones Socioculturales de Venezuela-CISCUVE.

-Co-Creador y Coordinador -desde 1998- del Sistema de Líneas de Investigación Universitaria (SiLIU) sobre Sociología, Cultura, Historia, Etnia, Religión y Territorio en América Latina La Grande.

-Co-Creador y Coordinador -desde 2011- de la Página Web de CISCUVE: www.ciscuve.org

-Para contactarnos: ciscuve@gmail.com@ciscuveciscuve-Facebook; @enagor;  enagor2@gmail.com; Skype: enrique.gonzalez35

-Si desea conocer otros Artículos, Audios y Videos de Enrique Alí González Ordosgoitti, entre en la siguiente URL: https://ciscuve.org/?cat=420

[2] .-Itinerario de este Artículo:

1.-Ponencia presentada en el “VIII Coloquio Nacional de Historia Regional y Local”, Carúpano, octubre 1990.

2.-Artículo publicado en Apuntes Filosóficos (Escuela de Filosofía, UCV, Venezuela) 4: 75-100, 1993

3.-Capítulo en un libro de mi autoría (1998).-Mosaico Cultural Venezolano (https://ciscuve.org/?p=4721). Caracas. Fondo Editorial Tropykos, Dirección de Desarrollo Regional del CONAC, Asociación CISCUVE (Centro de Investigaciones Socioculturales de Venezuela), Colección Dimensión Cultural nro. 3, páginas: 67-92.

4.-Publicado en la Página Web del Centro de Investigaciones Socioculturales de Venezuela (CISCUVE): https://ciscuve.org/?p=572

5.-Y publicado en la Revista Familia Cristiana Digital en marzo de 2016, con ajustes de estilo

 

[3] .-Proceso de universalización que sólo pudo hacerse posible a partir de 1492, cuando comenzó el proceso de creación de una economía de alcance mundial entre el capitalismo mercantil español y luego europeo occidental; con los metales preciosos y nuevas especies agroalimentarias (maíz, papa, tomate, chile) de América y la mano de obra de millonesde esclavos provenientes del África sunsahariana.

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